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Boletin 11. Junio 16, 2020

Aprender a ser resilientes

Por Sandra Farias

Ser resilientes es algo que aprendemos desde niños, cuando pese a las caídas nos contorsionamos, nos levantamos y seguimos jugando. Algo parecido nos toca hacer en estos tiempos. Es el tiempo de construir resiliencia en nuestros hogares signados por el destino de la pandemia.
Criar en resiliencia es sin duda una tarea no sólo de padres, sino de toda la comunidad, pero fundamentalmente de quienes por una razón u otra nos toca estar envueltos en la crianza, llámense padres, hermanos, abuelos, tíos o cuidadores.

¿Cuándo íbamos a pensar hallarnos por meses sin clases presenciales, sin guarderías, sin deportes colectivos, sin redes de contacto?

Ante esta compleja coyuntura, muchas familias han optado por distribuirse como mejor pueden la extenuante tarea de atender a los niños las 24 horas.

Algunas familias -trabajando desde casa- se dividen las rutinas diarias. Otras madres trabajadoras esenciales corren diariamente llevando a sus niños a la casa de parientes, vecinos o abuelos, o los niños más grandes están cuidando a sus hermanos más pequeños. Cada hogar es un mundo, cada burbuja un escenario con distintos desafíos, pero el problema atraviesa la cotidianidad de unos y otros en cualquier ciudad del mundo. 

La psicología infantil ya ha comenzado a estudiar los efectos de la pandemia en los niños. La pobreza, el hacinamiento, el estrés familiar serán todos factores a tener en cuenta.

¨La vida es bella¨ es una película italiana de 1997 que nos cuenta la historia de un padre y su familia en un campo de concentración nazi. La manera casi humorística y sabia en la que acompaña a su pequeño hijo por esta espantosa realidad en tiempos de guerra da testimonio de cómo proteger a los niños con resiliencia y en la resignificación de los hechos más crueles o injustos.

Claro, en las películas eso es tal vez posible, pero en la realidad ¿cómo se logra no quedarse en el intento? La resiliencia de los padres consiste en la flexibilidad y la capacidad del rebote. Imagine las pistas de los aeropuertos que reciben unos 400 mil kilos en cada aterrizaje.
Su capacidad de sobreponerse y acompañar cada día el aprendizaje de sus hijos se pone a prueba más que nunca en esta pandemia.

Creo que el estar con niños mucho tiempo es un aprendizaje en sí mismo para cualquier adulto. Este es mi caso. Mi sobrina nieta de dos años no tiene quien se quede con ella cuando su mamá partera sale a cualquier hora del día o la noche a atender los partos. Claro, los bebes siguen naciendo con pandemia o no, pero yo hacía más de 25 años que no me hacía cargo de uno a tiempo completo.

Mis hijos hoy adultos tuvieron una madre que siempre trabajo fuera de la casa y a la que extrañaron en más de una jornada, claro que tuvieron a un padre siempre atento y contenedor. No me puedo quejar.

Es más, en estos tiempos me siento más útil que nunca. La pandemia me dio oportunidad de disfrutar a una hermosa niña en constante crecimiento durante todo el día varios días por semana. Su adorable compañía y los momentos enternecedores en los que aprende descubriendo todas las cosas que la rodean han sido horas inolvidables.

Cuando viendo juntas el caminar a un caracol al sol es lo más lindo que te pasó en el día la vida es bella, ya no me quedan dudas.