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Boletin 12. Junio 23, 2020

Certezas, Incertidumbres y Respuesta

Por Rodrigo Briones

Entender al otro implica un esfuerzo enorme, porque el otro es diverso, amplio, plural, diferente, extraño, ajeno, difícil... simplemente otro ~ alguien distinto de mi.
Entenderlo es casi imposible, pero se puede. Donde es más fácil entender, es cuando se intenta una explicación en un grupo, siempre que tengamos la capacidad de respetar la diversidad. Y escuchar la parte de verdad que me trae, que me muestra el ajeno, el otro.
Una verdad que no puedo ver y se me hace difícil entender porque los conceptos que el otro está utilizando para fundamentar lo que dice, son distintos a los míos. Y muchas veces hasta el significado de las palabras no es igual. Entonces volvemos al casillero uno, como en el “Juego de la Oca”.

Tan distintas son las realidades que, con ironía, un director de cine le hace decir al personaje: “… como no iba a fracasar nuestro matrimonio, si somos de distinto sexo y de distinta familia.” Esto significa que la cultura de una familia esta plagada de complicidades, de sobreentendidos, de una cultura propia, que muchas veces, por no decir siempre es profundamente diversa y singular. 

Claro que los que han sido criados en un barrio comparten códigos y entendimientos; como así también los que viven en una misma provincia. Y después vienen las convenciones, las cosas que parece que son propias de cada país, que se aceptan muchas veces sin derecho a queja o renuncia: “… y que querés, si vos naciste en Argentina?”. Esto se afirma sin dimensionar el tamaño del país ni la diversidad de culturas y subculturas. Es como que uno por haber nacido ya tiene otra identidad. Otorgada.

Esto se asemeja a las “Matryoshka dolls”, esas hermosas muñecas moldeadas en madera u otros materiales, que se encajan unas adentro de otras. En algunos lugares se conocen como muñecas rusas. Parece ser que las identidades que cada uno tiene, lo que nosotros somos es como una cebolla, donde cada uno de los catafilos corresponde a las distintas capas con las que nos hemos ido pintando a medida que vamos viviendo. Y con las que nos han pintado.

Sigamos con la idea de la cebolla.  Sus diferentes capas lo que hacen es proteger a la semilla, es decir, su capacidad de reproducción. Esto de las identidades, lo que nosotros somos, es la suma de las ideas y a la vez, lo que protege y da reaseguro de que lo que cada uno produzca va a mantener esa identidad. Que nuestros hijos hagan/sean lo mismo que nosotros, por ejemplo: hinchas del mismo club de fútbol. O que les guste la lasaña. O las enchiladas.

En nuestro crecimiento, primero aceptamos lo que nos dicen nuestros padres y maestros. Luego en algún momento es probable que incorporemos otras explicaciones, las de una maestra, de un personaje de un libro, de una experiencia en el barrio. Y aquí las posibilidades son múltiples, inmensas, e incluso muchas veces son distintas a las intenciones de los padres.

Hay otros catafilos, siguiendo con la idea de la cebolla y tratando de no llorar, que son tremendamente influyentes en nuestra vida y que de adultos los vemos con rechazo, porque nos han marcado profundamente y no podemos salir de ese, diría, condicionamiento.

Entonces parece que hay identidades – capas de la cebolla de nuestra vida, que son aprendidas y aceptadas. Todo este conjunto constituye nuestra identidad, ese pedazo o pedacito de tierra firme - ¿tierra firme? Sobre el que estamos parados y desde donde oteamos el horizonte, como los vigías de los barcos mirando en la línea imperceptible del azul del mar y el azul del cielo para gritar desde arriba, ¡Tierra! Tremenda responsabilidad, desde la punta del palo mayor ser capaz de discernir en esa inestable posición, sobrellevando los impulsos del cuerpo, cuál era el mejor rumbo a seguir.

Esa identidad la fuimos construyendo, pacientemente, sin darnos cuenta a partir de infinidad de experiencias, creencias (sobre todo) y elecciones (algunas). ¿Qué hizo que de niño fuera fanático seguidor de Boca Juniors? bueno… eso es otra historia.

Tratando de entender el impacto que tiene en nuestra vida cotidiana esto de vivir encerrados, con más o menos libertad de movimiento, expectante como estamos de lo que pasará con la pandemia es que tuvimos que pasar por esta larga introducción, espero no tediosa.
Porque todo eso que somos es lo que usamos para entender y para enfrentar la amenaza de una enfermedad contagiosa, de rápido desarrollo y que mata efectivamente. Es decir, es peligrosa.

Y frente al peligro hay una respuesta que es muy anterior a todas esas cosas que me costó un par de paginas tratar de exponer. Se trata del miedo, lo que nos ayudó a mantenernos alejados del peligro. Entonces ahora, frente al peligro sentimos miedo. Y esta bien sentir miedo, eso nos hace ser cuidadosos.
Pero el miedo es muy caro. Le cuesta mucho al organismo en términos de sustancias químicas. Porque el miedo nos hace estar alertas, para lo cual el corazón bombea más sangre, los músculos se tensan ~ para saltar, por ejemplo, si nos ataca una víbora. O para correr si es un oso el que nos persigue. Mucho gasto. Mucho cansancio. Eso es el estrés. Un poco es necesario, incluso es bueno sentir esa adrenalina corriendo por la sangre ~ ese es el éxito de los parques de diversiones con montaña rusa y esas cosas, para mi, horribles. 

Como dice un amigo, es bueno el cilantro, pero no tanto. Cuando nos excedemos en estrés, empiezan las enfermedades.

Hay sin embargo una tentación, esto es negar lo que sucede, y como no pasa nada, no tengo miedo, no me siento estresado y no me hace mal. Solucionado el problema.
Con negar la realidad todo se pasa.
Incluso hay algunas variantes que nos ayudan mucho, se trata encontrar explicaciones diversas, a veces plagadas de fantasía. El objetivo es conseguir la tranquilidad, aunque sea una mentira.

Dejemos de lado los mecanismos de negación, no ayudan. Tarde o temprano la realidad se impone, y muchas veces es demasiado costoso ese camino.

El miedo, además, tiene un efecto automático en el cerebro, que nos ha permitido sobrevivir: anula la capacidad de funcionamiento del lóbulo frontal donde se hacen las operaciones lógicas. Frente al peligro, más que pensar, hay que actuar. Hay que poner en funcionamiento todas esas habilidades aprendidas desde que nacimos para salir, como antes, de este peligro.

Pero con la pandemia estamos teniendo un problemita… hace cien años que no pasamos por una situación así. No tenemos la experiencia de cómo empieza, cómo sigue, cómo se sale, cómo nos afectará. ¡Y como si esto fuera poco, desde la última vez... uh! El mundo ha cambiado varias veces. Es decir, estamos, como el poeta español Antonio Machado, haciendo camino al andar.

No hay otra respuesta.

Eso se llama incertidumbre.

La falta de certeza frente al futuro. Y si hay algo que nos caracteriza, más o menos en igual medida a todos, es que queremos tener la posibilidad de manejar la mayoría (o todas) las variables del futuro, para que sea predecible, para que no se nos escape la liebre, ni se nos vaya de las manos la tortuga, o  estar despierto para que la marea no nos lleve como al camarón dormido ~ digo tratando de echar mano de los dichos populares que contienen toda la sabiduría de la vida de un pueblo… o de varios.

Ahora estamos sin respuesta para el futuro.

Hay algunos que están diciendo que todo volverá a ser igual que antes.
Otros vaticinan el peor de todos los escenarios.
Hay otros que dicen que seremos re-contra re-buenos, más que la avena arrollada (Quaker).
Y todas estas respuestas provienen de eso que somos, de la suma de las capas de la cebolla de nuestra vida. Donde, como dijimos, no hay experiencia de pandemia.

Y para hacerlo más complejo aun, todos nosotros tendemos a encontrar una explicación de las cosas de la vida con elementos que se acomoden mejor a lo que pensamos. ¿Quién quiere moverse de ese centímetro cuadrado de certezas? Lo hemos construido desde el nacimiento, me explica cómo son las cosas del mundo; me ayuda a entenderlo. Pero también me constituye como persona, eso es lo que soy.  Es decir que si niego eso que soy… desaparezco.

Si llegó hasta aquí, le agradezco la paciencia. Pero no crea que todo lo que soy es tan pesimista u obtuso. O difícil, trato de ser una persona que no le complique la vida a los demás. Sí trato de entender como somos, porque esto nos podría ayudar a vivir más relajados.

Volvamos al principio, que de eso se trata. De entender. Si me quedo yo solo tratando de entender, sólo veré una parte. Tengo la obligación de juntarme con otros, con aquellos incluso que son muy diversos a mí. Ellos me ayudarán a entender una parte que no puedo ver.

Y entre todos, haciendo una base firme, sólida y más amplia que mi centímetro cuadrado de certeza, podremos construir un futuro posible.