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Boletin 12. Junio 23, 2020

El futuro post pandemia

Por Alejandro A. Morales

La pandemia actual nos ha azotado en forma dramática y devastadora. Es evidente, por tal razón, que hay dos situaciones que hoy nos preocupan seriamente: la esperanza de hacerla desaparecer y lo que haremos para impedir la reaparición de un fenómeno similar. Pero, aún más, qué haremos para erradicar las fallas y debilidades de un estado institucional existente antes de la crisis.

De las consecuencias que todo esto habrá originado, me permito citar a David Griffiths quien es director de la Oficina del Secretario General de Amnistía Internacional: “El dolor de la pandemia de COVID-19, un acontecimiento que ha marcado definitivamente nuestra época, persistirá mucho después de la remisión del virus. Cuando acabe la crisis inmediata, muchas personas habrán sufrido pérdidas inimaginables. Un gran número habrá perdido a seres queridos, cantidades ingentes se habrán quedado sin empleo y tal vez sin hogar, y varios cientos de millones habrán experimentado la angustia y la soledad del aislamiento social. Pero también habremos ganado algo: la posibilidad de elegir. Cuando salgamos de este trauma colectivo, podremos decidir volver a la antigua trayectoria o aprender de la experiencia para tomar decisiones diferentes con vistas al futuro”. A todas las personas que habitan el planeta les interesa luchar contra este virus. Como ha dicho Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, tenemos “una oportunidad sin precedentes para unirnos todos contra un enemigo común, un enemigo de la humanidad”.

Al respecto, se deberá manejar un vocabulario que nos exige claridad absoluta. En forma personal y por varias razones el concepto de “renovación” (dar nueva energía a algo, transformarlo) llega a mis oídos, aunque como consecuencia de este obligado aislamiento que nos impone la pandemia, después de más de 90 días de confinamiento, hemos descubierto la necesidad de “regenerar” (reconstrucción que hace un organismo por sí mismo de sus partes perdidas o dañadas) nuestras energías físicas y mentales. Las primeras afectan aquellas partes de nuestro cuerpo.  Hemos descubierto, con horror, que nuestras piernas están anquilosadas impidiéndonos avanzar más de una modesta distancia. Hemos comenzado un plan “regenerativo”, el que después de un relativo corto plazo parece dar resultados.

En el plano de nuestras energías mentales, hemos descubierto que estamos mejor equipados. Como es de conocimiento general nos ayuda la tecnología desarrollada y perfeccionada en los últimos años, a la cual añadimos lectura y música, ambos grandes compañeros de nuestra aislada situación. La internet, la telefonía, la televisión nos proveen comunicación con aquellos que compartimos ideas y así promover aquellos cambios que anticipamos podrían ocurrir, especialmente si logramos detener la propagación del corona-virus. Es mi impresión que en este terreno lo mejor de lo originalmente improvisado perdurará en el tiempo en esa “nueva normalidad”.

Hemos visto que durante la pandemia han ocurrido actos deleznables como el asesinato de George Floyd por los “encargados del orden”, hechos provocados por el racismo. Sin embargo, al mismo tiempo han ocurridos muchísimos actos de humanidad que de alguna manera ayudan a crear una solidaridad que, sin duda, nos ayudará en acciones y emprendimientos de orden social en el proceso post pandemia.

Hay, sin embargo, preguntas esenciales que nos debemos plantear: ¿Una vez solucionada la crisis volveremos a reanudar las medidas que nos llevan a la destrucción del clima y a olvidarnos de los más necesitados y vulnerables como los adultos mayores, los discapacitados, los azotados por la pobreza, tanto en casa como en el resto del mundo? ¿Deberíamos acaso embarcarnos en una amplia renovación que nos haga abandonar el mundo anterior para realizar los cambios necesarios y generar un apoyo amplio y solidario?

Por otra parte, un análisis de la historia de Canadá evidencia que el racismo de décadas anteriores ha dejado como herencia algo que las minorías existentes conocen muy de cerca: el racismo sistémico, que pareciera difícil de desmantelar. Existe al parecer un narcisismo generacional que impide reconocer la existencia de este mal en nuestra sociedad y, por ende, bloquea su eliminación.

Dura tarea la que nos corresponde, pero que, si se realiza con la clara noción de cambiar una humanidad que marcha ciegamente hacia su auto destrucción, podríamos unir fuerzas para comenzar una nueva era, antes que otra desgracia global nos limite y nos hunda.