Línea Uno CDH

Covid-19 Info

Consejo de Desarrollo Hispano.
Boletin 14. Julio 9, 2020

Sin dejarme terminar Leo me dijo: "va a ser un desastre"

por Edna Amador

Era la segunda semana de marzo cuando el gobierno de Canadá y de las provincias y municipalidades ordenaron el cierre del sistema educativo y todo negocio no esencial.  Fue el inicio del "lockdown" o cierre de emergencia para contener el avance del Covid-19.

"Me preocupa si el virus llega a Honduras, el sistema de salud es precario y la pobreza y hacinamiento en que vive la mayoría, muchas veces sin acceso a agua potable..." le comenté a mi hijo Leonardo. Sin dejarme terminar Leo me dijo "va a ser un desastre". 

El Covid-19 ha cambiado la vida de todos, en todas partes, como la conocíamos hasta fines del 2019. 

En enero Canadá registró sus primeros positivos en viajeros, y a inicios de marzo el número de casos rebasaba el centenar.
En esos días, el estado de Nueva York y la ciudad de Seattle fueron sorprendidos con infecciones por doquier, y debido al descuido de algunos y el cruce diario de miles entre Estados Unidos y Canadá, aquí también inició el contagio comunitario.  En una semana el número de infecciones subió a mil, con la mayoría de decesos en residencias para adultos mayores.

En Canadá la mayoría nos quedamos en casa, unos sin trabajo y otros trabajando a distancia. Las siempre congestionadas autopistas alrededor de Toronto lucían desiertas y las filas para comprar víveres parecían eternas.

Recuerdo como en esos días hice lo que siempre evito, entré en argumentos en Facebook con conocidos en Honduras que en ese momento se resistían a la nueva normalidad de la distancia física e incluso debatían la verdadera peligrosidad del virus.

Yo me enteré del Covid-19 a mediados de enero cuando estando de visita en Florida leí sobre un nuevo coronavirus altamente contagioso que ya causaba muertes en la provincia de Wuhan y pánico en el resto de China.

Era otra noticia que se diluía en el sinfín de informes en canales informativos y los informales medios sociales.

Imagino que en Honduras era una noticia que sonaba seria pero lejana.

A finales de enero, al regresar a Toronto me enteré de los primeros casos en Canadá, viajeros que fueron aislados y tratados y todos seguíamos nuestra vida igual. En ese momento ya las mascarillas y desinfectantes comenzaban a escasear, pero todos continuamos nuestra rutina sin mucho distanciamiento social. Personalmente pude volar a Irlanda sin restricciones durante la segunda mitad de febrero, que fue cuando también se registró el desastroso impacto del virus en Italia.

En lo personal me he sentido segura aquí, por más de tres meses hemos seguido el protocolo, porque era responsabilidad de todos aplastar la curva. Hace dos semanas comenzó la reapertura, pero el llamado es a no descuidarnos, debemos evitar retroceder. Por otro lado, Canadá nos provee a todos atención en salud de primera, y gratuita, y en esta emergencia el gobierno está subsidiando a empresas y ciudadanos que lo necesitan con un ingreso básico mensual por seis meses.

Mi hija Valeria cuando me llama me dice que su preocupación es que yo me contagie "porque a mis 56 entro en grupo de riesgo" o más en serio que en broma “porque ya estoy vieja".

Y en el mismo tren de preocupación de hijas por sus madres, a mí me preocupa que mi mamá de casi 80 años esté protegida en Florida. Mi segunda madre en Dinamarca me asegura que está bien, y de paso ese país escandinavo es otro de los que tienen el virus bajo control.

Desde que emigré de Honduras sigo muy poco los medios de allá. Dejé la costumbre de leer a diario los periódicos, y me he centrado en informarme en dosis saludables.

Honduras es bella, con gente linda, paisajes y clima inigualable. Ahora viajo como turista, pero son tantos los problemas crónicos, veo más pobreza y corrupción que cuando partí. Yo no salí por problemas económicos, sino para asegurar un futuro con mayor seguridad e integridad física para mí y mis tres hijos.

En mi labor como periodista en Honduras siempre tuve buenos trabajos, y exclusivamente viví de mi salario, y mi futuro laboral dependía solamente de mi capacidad intelectual y nunca del tráfico de influencias que me permitiera enriquecerme sirviendo de altavoz al mejor pagador.

Hoy, lamentablemente he vuelto a seguir a diario las noticias procedentes de Honduras, donde el Covid-19 ha empezado a hacer estragos y la corrupción pública y privada resalta aún más.

El sábado anterior una tía muy querida en Tegucigalpa murió por falta de oxígeno. No hubo cupo para ella en ningún hospital público y tampoco acceso a atención vital en ningún centro privado. Ahora a mi prima la embarga además de la tristeza, el horrible sentimiento de impotencia de no haberle podido ayudar.

Y como mi prima, muchos más han de sentir o sentirán igual.

Muy triste para mí y los míos, pero también ayer y hoy han fallecido y desafortunadamente seguirán falleciendo seres queridos de otros más.

Creo que el temor de todos es esa nueva llamada que nos avise del deceso de algún familiar, amistad o conocidos. El miedo de que muy pronto la mayoría de los hondureños dentro y fuera del país seremos afectados por la pandemia.

Gobiernos y empresa privada en Honduras por años se han unido para proteger sus intereses egoístas y enriquecerse con el apaño de los que se creen clase media pero que en realidad están a una quincena de engrosar los miles de desamparados del sistema.

Tan fácil que sería copiar lo bueno de sistemas más justos, menos corruptos donde la mayoría de la población muestra empatía por el problema ajeno.

El Covid-19 no hace diferencia. Los súper ricos que viven al estilo Cannes o Dubai siguen protegidos en su burbuja. La mayoría de esos súper ricos tienen doble nacionalidad con un valioso pasaporte de un país del primer mundo, sin contar seguros de salud privados que pre-pandemia les garantizaba un avión hospital a la mejor atención en Miami o Houston.

Hoy no se puede viajar de emergencia y de esos que tal vez podían, muchos caerán presas del virus, en un país donde para ellos la salud pública nunca ha sido una opción, pero donde contaban con la pagada. Cómo hacer en esta nueva realidad donde también la salud privada sólo vende "no hay".