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Consejo de Desarrollo Hispano.
Boletin 16. Julio 23, 2020

Un programa Universal de Ingreso Básico:

Riesgo y oportunidad.

por Duberlis Ramos

Distinguidos lectores: El tema que nos une en esta reflexión es largo y arduo, sobre todo desde la perspectiva técnico económica. Generalmente tales temas no aparecen dentro de nuestro fuero en el ámbito social comunitario por “estar fuera de nuestro alcance de área de conocimiento”. Pero dada la situación actual y en medio de la pandemia con sus consecuencias desmedidas para las personas más vulnerables nos llega la inquietud de comenzar esta conversación la cual esperamos pueda extenderse con toda la diversidad de opiniones que puedan existir.

Las inequidades y desequilibrios de los sistemas económicos a través de la historia, evidentes pero a la vez ignorados por la economía, sus tecnócratas y expertos nos traen nuevamente a la consideración de la pobreza y el problema de los pobres. Por cierto, y repitiendo, este es un problema el cual podemos advertir claramente con la creación del sistema económico transnacional a partir del siglo XVI y el cual hoy día en medio de la pandemia universal nos obliga a meditar de las consecuencias de tal estado de cosas.
Lo interesante de esto es que si bien es cierto la ubicación de este planteamiento en una publicación comunitaria de desarrollo social en Toronto podría ser de alguna manera entendible como una idea radical y utópica pero es lógica dada la crisis y su insospechada dimensión. Entendida esa percepción, esto no quita la validez de plantear un serio desafío con responder a la pregunta clásica del que hacer con los pobres y la pobreza sin disminuir su posición de ciudadanía y de persona dentro del entorno y preocupación del estado contemporáneo. Contextualizando, nos referimos particularmente a la situación de la política pública y social canadiense en el año 2020 y con vistas al futuro.

Revisando la historia de esta idea o noción de otorgar a cada miembro de la sociedad el acceso a un ingreso básico, nos encontramos con que inicialmente es una idea de siglos a través de los cuales se ha observado que la vida de los pobres, excluidos, marginados… los epítetos sobran, siempre tiene un efecto negativo en el desarrollo y crecimiento individual y colectivo más allá del grupo mismo, y por supuesto que también más allá de la economía. Es obvio observar que valores centrales para la sociedad tales como la educación, la salud, la justicia, la cultura son seriamente afectados por la disminuida participación de quienes aparecen varados o anquilosados en la pobreza. Dentro de la misma economía, la cual no olvidemos es a pesar de todo una ciencia social con un lenguaje en la mejor de las circunstancias lógico-axiomático, determina una realidad en la cual la marginalización de crecientes grupos sociales limita oportunidades en su aporte a la creación de mayor producto económico por su coartada capacidad de contribución a los grandes objetivos de la sociedad y materias tales como la productividad en una nueva época en la cual la tecnología y necesidad por constantemente mejorar el valor agregado se han transformado en los nuevos ideales símbolos del crecimiento…
En el propio fundamento de mucho de nuestro trabajo de desarrollo está en su base el empoderamiento para realizar cosas, tareas, transformar ideas en acciones y trabajo. Dicho de otra manera, estamos hablando de como el capital social puede a su vez a través del efecto multiplicador aportar al crecimiento económico y al desarrollo. El capital social somos las personas y nuestra capacidad de transformar nuestro entorno con el entendimiento de que nuestra huella en el ecosistema ha de ser delicadamente establecida y evaluada.
La contención aquí es que el llegar a producir la energía sustentable en cada caso personal requiere una inversión que ha de provenir de algún lugar a partir de nuestra infancia. Lo que precisamente tal ingreso Básico Universal puede hacer por cada persona es entregar una base de seguridad que puede ser la energía o inversión en cada persona para que esta, pueda para comenzar, tener la oportunidad de saberse protegida con un mínimo ingreso el cual puede ser incentivo para la promoción del emprendimiento individual y colectivo al establecer un pilar de seguridad básica.

Lo interesante de esta propuesta la cual no es nueva y ha sido planteada por economistas y políticos que incluyen desde Richard Nixon to Hugh Segal, cuyo caso es particularmente interesante en Ontario ya que como político Conservador dirigió el estudio que resultó en el inicio del experimento del gobierno Liberal en tres comunidades de Ontario en proveer un ingreso mínimo en 2017. Claro está que una vez elegido el gobierno actual de la provincia este canceló la iniciativa. En este caso lo interesante es que la cancelación no fue explicada, sino que solo se concretizó por simple acto de gobierno.

Nuevamente, si bien es cierto la idea entre economistas y políticos de centro derecha es desechada como una pérdida de recursos, pero más importante que esto, lo cual empíricamente no ha sido examinado, pareciera ser el hecho al temor de la implementación de la idea por principio o temor a lo desconocido. De hecho la valoración costo beneficio no ha sido considerada en la práctica y el rechazo continúa siendo parte de una concepción ideal encubierta por tecnicismos los cuales no responden necesariamente ni a la evidencia ni a la necesidad. De hecho la pandemia con su reverberancia política económica ha echado por tierra algunos de los viejos conceptos tales como el déficit trayendo de vuelta nuevamente al contexto de la resiliencia y sobrevivencia también un nuevo entendimiento del papel del estado. De nuevo, la ortodoxia económica de la política financiera, la circulación del dinero, la inversión del sector privado y la política monetaria, todo controlado con solo el ojo de bancos centrales y los controles de cuentas nacionales en muchos países han sido por ahora desechados “tirados al viento”. Nos referimos a los programas de rescate tales como el CERB ( Prestación canadiense de urgencia ) en Canadá. Esto último es sin lugar a dudas un paso mayor el cual fue precedido por rescates similares del sector económico privado en el año 2008… precedentes existen.
¿Entonces por qué no un cambio?

¿Es este el momento de considerar una transformación fundamental con la creación de un programa universal de Ingreso Básico?
El planteamiento de esta reflexión es que si sería posible, o por lo menos considerable.
En la respuesta emerge una constante la cual no puede ser obviada. El hecho de que existan programas sociales los cuales actúan como medidas permanentemente temporales han tenido por ejemplo el efecto de burocratizar pesadamente sistemas administrativos y control generando altos costos operacionales y menos efectividad en su impacto social. De hecho, la reforma del sistema de “welfare” o bienestar social es una discusión permanente en Ontario. La lucha por los derechos en cuanto a discapacidades es la misma situación. Al final del día, el número de pobres continúa creciendo, la pobreza continúa descendiendo sobre nuestros barrios en las ciudades, la disparidad continúa creciendo, pero lo que más nos pesa es nuestra falta de confianza en el futuro debido a la desesperanza en grandes sectores sociales, como en la juventud quienes hoy ven con temor lo que depara el avenir. La coherencia social se pierde en lo cual debería ser nuestra unidad de propósito societal y en el que cada persona de esta ciudad, provincia, país, tenga la oportunidad de cristalizar su máximo potencial con la inversión de todos.

En conclusión, el gran riesgo hoy es la mantención del sistema actual con sus problemas y sus víctimas por circunstancia innecesaria. Esta ponencia nos insta a  la consideración y aplicación de un programa Universal de Ingreso Básico como la oportunidad permanente y como forma de responder a la pobreza disciplinadamente. Los costos de tal iniciativa pueden ser balanceados con los ahorros en programas temporales y sin lugar a dudas los grandes costos de un sistema de salud también sobrepasado con pacientes en muchos casos producto de la misma pobreza y marginalización incubados a partir de la infancia como lo demuestra la investigación temprana en los enclaves más pobres de la ciudad de Toronto.