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Consejo de Desarrollo Hispano.
Boletin 17. Julio 31, 2020

Contrato Social y Pandemia

por Duberlis Ramos

El COVID 19 ha desafiado todo lo conocido en términos epidemiológicos, sociales, culturales y políticos. En realidad, el desafío es aún más profundo cuando todo lo que es el aparato social colectivo se ve sobrepasado por un fenómeno natural invisible de nano tamaño.  Este nano cuerpo definido como un ente viral cuyo código genético le permite reproducirse activa e impredeciblemente (ver Boletín #13, Osorio Paz), nos ha vulnerado y a su vez nos ha cambiado finalmente al llevarnos a un test universal de resiliencia física y emocional.

 

Las respuestas ante esto han variado de acuerdo a las jurisdicciones y los países. Han cambiado de acuerdo a la contextura histórica y cultural de cada lugar y más significativamente de acuerdo a las instituciones las cuales cada sociedad y comunidad tienen como base. De hecho, por primera vez en la historia universal cada persona es y somos parte del frente de batalla en cuanto a esta amenaza nano destructiva y macabramente democrática.

 

¿Como podemos responder entonces frente a esta agresión silenciosa y maliciosa?

En medio de nuestras navegaciones e investigación de los fenómenos que atacan a nuestras instituciones y por ende nuestra salud podemos compartir una exploración que va y viene en cuanto a cómo crecen y se desarrollan nuestras ciudades y conglomerados humanos. Las variables que determinan la trayectoria de estos procesos son múltiples y complejas, físicas y lógicas a su vez, pero en este caso queremos hacer notar una parte delicada y compleja que tiene que ver como se llega a la resiliencia social con niveles de éxito y o con limitaciones las cuales permiten a ciertas sociedades el enfrentar desafíos inesperados tales como la pandemia COVID-19 u otros fenómenos que requieran de respuestas masivas con unidad de propósito.

 

Así llegamos a la noción de contrato social, de compacto, de negociación, de gran acuerdo a lo largo de una vertiente histórica de conocimiento acordado a partir de la filosofía y ciencias aplicadas. A saber, esto nos ha permitido aprender a partir de los más básicos asentamientos humanos estrategias de sobrevivencia y adaptación coexistiendo con nuestros pares y la naturaleza. Nunca ha sido fácil, pero resulta claro que en la sobrevivencia del colectivo el acuerdo entre sus miembros, un cierto tipo de acuerdo o resolución resulta ser clave para su supervivencia. En el caso de las sociedades del mundo occidental, ubicándonos por materia de análisis en Canadá, tempranamente emerge la noción de derecho individual junto con el derecho colectivo. Este es un tema no ajeno a la necesidad de la razón aplicada y al cómo potenciar y empoderar el crecimiento de cada uno a la misma vez que de toda la comunidad.

 

Parafraseando desde Thomas Hobbes, John Locke, Immanuel Kant a Jean Jacques Rousseau y pasando por los dominios de la filosofía política entre los años 1600 y 1800, estos precisamente tratan de descubrir o interpretar como las sociedades modernas pueden trascender de un estado natural a una sociedad en la cual el bien colectivo, por lo menos aspiracionalmente, puede ser alcanzado. No obstante, el escepticismo desplegado por Rousseau cuya experiencia filosófica es de alta naturaleza le hace por otra parte reconocer lo difícil de la vida entre los “excluidos”. Esto último sin dejar de reconocer la posibilidad del “Contrato Social” a manera de regular y proteger la vida de la sociedad.

 

El gran acuerdo entonces consiste en rescatar la obligación y compromiso emergido de la coexistencia, hoy podríamos hablar de codependencia, en la aceptación del tener que vivir en comunidad, en sociedad. Seguridad y protección son resultantes del vivir y compartir con otros. Sin lugar a dudas que desde la perspectiva de la salud individual a la salud pública se encuentran algunos de los temas más críticos de preocupación en cuanto al definir el nivel de avance de cada sociedad y sus comunidades en la actualidad. Y esto no es solo por materia de análisis comparativo, pero más urgentemente es porque en la calidad de vida y determinantes de la salud podemos medir la profundidad de nuestra inversión en lo que corresponde a cada uno de los miembros de la sociedad en que vivimos.

 

En otras palabras, el ser parte y participar de la comunidad, sociedad conlleva un elemento de civilidad el cual aceptamos como una obligación que va más allá de lo simplemente legal y formalmente obligatorio. De hecho, es el gran compromiso de vivir y convivir con otros entendiendo que cada quien tiene derechos y obligaciones a ser respetados sin excepción. Más aun, cuando practicamos normas de conducta pública en medio de una pandemia y nos protegemos mutuamente estamos ejercitando en gran medida la razón aplicada a la afirmación de la resiliencia y nuestro compromiso con este “Contrato Social”. La suma de voluntades con unidad de propósito y de destino nos ha de fortalecer. Por supuesto que por otra parte es normal la posibilidad de querer en oportunidades salirse de este pesado compromiso, pero precisamente la construcción de la solidaridad y el apoyo mutuo también pueden ser herramientas frente a la fatiga y a las desigualdades acumuladas como sociedad.

 

La otra parte del “Contrato Social” vierte entre comunidad y gobernantes y demuestra en la actualidad la importancia de las instituciones y las relaciones entre la civilidad y sus instituciones. De hecho, en un análisis muy temprano de las observaciones con respecto a la pandemia, las normas de conducta publica y los efectos de las políticas de salud pública tienden a sugerir mayor éxito cuando la comunidad tiene una mejor percepción de sus instituciones, estado y jurisdicciones gubernamentales. En otras palabras, el uso de equipo de protección personal tales como mascaras o prácticas higiénicas como el lavado de manos o respeto por la distancia física con otras personas y la confinación misma representan actitudes y valores asumidos por nuestro compromiso con este contrato social al cual aludimos.

 

Principalmente las limitaciones racionalmente acordadas son la base del acuerdo bajo el cual estamos en concordancia con mutuo apoyo y cuidado reafirmando renuncia a un grado de soberanía individual de la misma forma que todo el conjunto también responde de manera recíproca. Filosófica y prácticamente esta es la base del contrato social en la cual la suma de voluntades puesta a disposición del colectivo hace a este más grande que la suma de sus partes.

 

“La sociedad está hecha para los hombres, no los hombres para la sociedad”. Dentro de esta, la humanidad es el fin último y su protección hoy es tarea de todos para todos.