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Boletin 17. Julio 31, 2020

We are family

Por Sandra Farías

“Todo lo que sucede en Vegas, queda en Vegas” …la frase tan usada y malgastada para bromear sobre los secretos bien guardados que todos almacenamos en algún cajón de la memoria, bien nos sirve para describir lo que ocurre en estos calurosos días de julio por la comúnmente friolera zona del planeta al norte del paralelo 49.

 

Quién diría que el Jon Snow de los canadienses (nombre que refiere a la miniserie Juego de Tronos), nos iba a sorprender a unos y a otros con un escándalo familiar del que se comenta en espacios virtuales, patios callejeros y demás lugares de no-encuentro en este verano pandémico. Al final, la familia a todos nos da uno que otro sinsabor en algún momento.

 

En este caso, la madre y el hermano del primer ministro en cuestión realizaron charlas motivacionales pagadas sobre concientización en temas de salud mental, presentadas por la organización de caridad y programas educativos WE.

 

Esta organización es única en el mundo, ya que opera programas colaborativos tanto a nivel nacional como internacional en los EE. UU., Canadá y el Reino Unido. El objetivo es educar y empoderar a los jóvenes. Obviamente este no es un problema, más bien todo lo contrario, pero por una cuestión ética, hubiera sido correcto abstenerse de entregar fondos públicos a esta organización. Para entender el problema: un juez está obligado a recusarse cuando un integrante de su familia directa está en el juicio.

 

Lo preocupante de este barullo, que le podría costar el voto de confianza a Justin Trudeau, es que ninguno de sus inteligentes asesores lo vieron venir, lo cual habla de que las decisiones se toman muy rápido (a causa de la pandemia) o que dentro de las mismas filas liberales hay quienes prefieren que el propio líder tenga un tropezón. Todo es posible en el juego del poder. Por otro lado, quién iba a imaginar que la mismísima representante de la corona británica pudiera estar investigada de alimentar una cultura de abuso de los empleados en los mismos pasillos de Rideau Hall.

 

Qué paradoja sería que dos mujeres: Margaret Trudeau por un lado y la gobernadora general Julie Payette por otro, junto a un inofensivo pronombre y dos letras (we) le podrían significar su caída a uno de los líderes más queridos por su pueblo. El hombre que a los ojos de la oposición llego sin estar preparado (not ready) y que a pesar de todos los problemas que encontró en el camino supo con destreza cosechar la simpatía de unos y otros, y algo tan imposible como frenar las iras del propio rey sin corona al sur de nuestras fronteras aún hoy cerradas por la pandemia. Nadie es perfecto y menos en una crisis de estas proporciones.

 

Desde el 25 de enero Canadá comenzó a vivir en modo pandemia. Ya pasamos 180 días. Estos primeros seis meses han estado marcados por una loca carrera contra el tiempo. Primero fue frenar la llegada masiva de contagiados, luego vino la batalla por abastecer y almacenar equipamiento médico de protección para los hospitales y tener suficientes pruebas para testear a una gran parte de la población. Simultáneamente, el gobierno de Trudeau tuvo que rearmar un complicado plan económico keynesiano de emergencia y organizar en todas las provincias equipos de salud pública para la toma de decisiones con los mejores especialistas.

Cuando comparamos con las realidades de otros países, como la de Estados Unidos, Brasil, Italia o Reino Unido, Canadá se saca una de las mejores notas: 100 mil contagiados, 9 mil casos fatales, un pueblo alimentado, con subsidios para vivienda y servicios médicos funcionando a pleno.

 

Claro que no es suficiente y que muchos están pasando este momento con muchas dificultades como los trabajadores indocumentados de las granjas de Ontario que ponen los alimentos en nuestra mesa o los trabajadores de las plantas de carne en Alberta o como miles de ancianos de los hogares de cuidado a largo plazo.

 

Y cuando se trata de evaluaciones, Canadá se viene salvando del peor flagelo de la pandemia gracias a un núcleo de mujeres fundamentales cuyos nombres hasta hoy pocos reconocen: las doctoras Bonnie Henry, Deena Hinshaw, Vera Etches, Eileen de Villa, Theresa Tam, todas ellas jefas de salud pública de sus respectivas provincias comandadas por la ministra de Salud Patty Hajdu y supervisadas desde muy cerca por la segunda ministra a cargo en el gabinete: Chrystia Freeland.

 

Gobiernos en minoría terminan generalmente con alguno de los siguientes escenarios: cuando la oposición cree que el gobierno de turno no es lo suficientemente popular y está a punto para un reemplazo o cuando un gobierno en minoría cree que tiene suficiente fortaleza para recuperar una mayoría. En tanto, para el votante, lo más importante sigue siendo -por lo general- el bolsillo y la familia.