Rebeldía o incertidumbre

por Alejandro A. Morales


Los esfuerzos para paliar o definitivamente acabar con esta pandemia global y, además el evitar un nuevo brote que tendría características devastadoras, nos obliga a cumplir con las regulaciones de contención. Estas últimas contemplan instrucciones, la mayoría muy simples y directas, como la necesidad de mantener una distancia física específica de dos metros, usar una mascarilla cuando por razones de fuerza mayor hay que salir de nuestro aislamiento.
Otras de estas medidas son de higiene personal, como el lavarse las manos cuantas veces sea necesario y desinfectar artículos alimenticios que nos llegan del supermercado u otras fuentes. Sin embargo, es difícil comprobar si estas direcciones son respetadas. Especialmente cuando en los medios de comunicación masiva hemos sido informados que el más alto índice de contagio se está produciendo en las ciudades de una alta población en nuestra provincia como son Toronto (el mayor número de contagiados con covid-19), Hamilton y Ottawa. El resto de la provincia aparece estar disminuyendo en el número de casos y, por tal razón, en vías de acercarse a obtener los resultados deseados en menor tiempo.
Paralelamente presenciamos un cambio radical en el clima habitual en el sur de Ontario. El vórtice polar que nos asedió por algún tiempo trayendo temperaturas sub cero en las mañanas, es ya una anecdótica memoria en nuestras mentes. Un largo enclaustramiento que ya son más de 60 días comienza a mostrar situaciones muchas veces indeseadas, como son nuestra fortaleza mental para soportar esta situación, lo que exige un alto grado de creatividad respecto a lo que hacemos o como usamos los medios tecnológicos que tenemos a la mano. Quienes han recurrido a usar los medios disponibles parecen estar en mejores condiciones de soportar las exigencias de esta crisis.
La llegada de lo que más se asemeja a un temprano verano, hace que la gente en general, pero especialmente algunos jóvenes, no haya podido refrenar el deseo de visitar un parque cuyo verdor invita a extender una frazada en el césped y compartir con los amigos una intimidad que se añora como parte vital de sus vidas. Es muy fácil en estas circunstancias considerar que las restricciones implantadas por las autoridades para el beneficio general de la población suenen como exageradas. Todo esto, además, genera una actitud de rebeldía, la que no considera los posibles estragos de una segunda ola del covid19.
En opinión de algunos existe un peligro que puede derivar en el empeoramiento de la conducta esperada de aquellos que han llegado a un punto de hastío hacia el contagio y lo que la autoridad decreta para avanzar en el exterminio definitivo de este invisible y destructor virus. Quienes dictaminan las reglas de contención no deberían manifestarlas de una manera imperiosa y punitiva, pensando que las multas y penalidades a las infracciones debieran endurecerse y así crear un ambiente de intimidación que sería poco fructífero.
Es cierto, los encargados de velar por nuestra salud, en general han descrito las consecuencias de no observar aquellas instrucciones que nos haría avanzar en la lucha por poder volver a lo que teníamos antes de la pandemia. Tarea difícil, lo que hace pensar a muchos que el manoseado concepto de normalidad no será el mismo cualquiera que sea el resultado en tratar de derrotar los efectos del contagio.
De partida, y como lo ha manifestado ya el premier de la provincia en el momento de escribir estas líneas, basándose en gran parte con la información proveída por los cuerpos militares asignados a los hogares a largo plazo, la vergonzosa manera como estos han funcionado en el pasado y el momento actual tendrá que cambiar radicalmente y sacarlos de la tendencia a hacer de ellos una empresa comercial en la cual la economía de los gastos de personal no puede continuar cuando su objetivo principal siga siendo el de mantener la línea ventajosa de la inversión.
Es por eso que el esfuerzo en contener la posible rebeldía de algunos jóvenes respecto a las restricciones establecidas debe ser hecha de una manera racional, psicológicamente planteada en la necesidad de desarrollar un hábito de paciencia que nos debiera conducir o no a una nueva normalidad, más cautelosa y sensitiva hacia los grupos más vulnerables, como son los niños y los adultos mayores, pero también aquellos jóvenes y personas de todas las edades que temen por un futuro indeterminado causado por la situación actual.