Los latino hispanos somos invisibles en Canadá, no tenemos visibilidad.
Muchas veces en nuestro trabajo social comunitario nos encontramos con la idea de que nuestra comunidad no tiene la presencia necesaria como para ser considerada dentro de las políticas publicas en los diversos niveles de gobierno.
Entonces la desesperación se apodera de nosotros cuando vemos que no es posible contar con los fondos necesarios para la implementación de estos servicios que son, la mayoría de las veces esenciales para la población latino-hispana de Canadá.
Frente a esta realidad viene a mi memoria un hecho de la historia de Argentina que es revelador. En 1862, durante la presidencia de Bartolomé Mitre, se aprobó la realización del Primer Censo General de Población, pero no fue hasta 1869 bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento que se llevó a cabo. Este primer censo constaba de ocho preguntas, recopilando datos de casas, nombres y apellidos, edad, sexo, estado civil, patria o país de nacimiento, analfabetismo, ejercicio/arte u ocupación, vacunas y personas con discapacidad.
No había en el censo una pregunta sobre la raza, el color de piel, el origen étnico, la pertenencia cultural. Una omisión que resulta más que sospechosa, ya que durante los 1700 y los 1800 la población negra de Argentina era más de la mitad del total. Todos provenientes del comercio de esclavos. Vale mencionar que la esclavitud se abolió en 1813. Fue en 1853 que la Constitución abrió las puertas a la inmigración europea de blancos que inundó el país progresivamente siendo el segundo país receptor de inmigrantes.
Lo que sucedió con la población negra en Argentina es que se fueron “mestizando” con las nuevas olas migratorias, hubo una alta tasa de mortalidad pero Su aparente desaparición fue más el resultado de una representación historiográfica que los daba por exterminados que una realidad empírica.
De hecho en la actualidad y de acuerdo al ultimo censo, que incluyó la pregunta sobre el origen étnico, el 0,4% de la población del país es afroargentina mientras que un interesante estudio del Centro de Genética de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, estimó en un 4,3 % el porcentaje de habitantes de Buenos Aires y del conurbano tiene marcadores genéticos africanos.
Este ejemplo nos puede ayudar a entender cómo es que una población que está presente en la historia y la conformación de una nación no tiene su correlato cuando se habla de la composición racial de nosotros los argentinos.
Este es un caso paradigmático de una población que no es visible ya que no existió en el primer censo y en la vida cotidiana es como si no existiera, como nosotros en Canadá.
Hagamos un repaso de América Latina y el Caribe. En la región “hay entre 33 y 40 millones de indígenas divididos en unos 400 grupos étnicos, cada uno de los cuales tiene su idioma, su organización social, su cosmovisión, su sistema económico y modelo de producción adaptado a su ecosistema. Cinco países agrupan casi el 90% de la población indígena regional: Perú (27%); México (26%); Guatemala (15%); Bolivia (12%); y Ecuador (8%).
La población negra y mestiza afrolatina y afrocaribeña en la región alcanza unos 150 millones de personas, lo que significa alrededor de un 30% de la población total de la región. Con relación a su ubicación geográfica, se ubican especialmente en Brasil (50%); Colombia (20%); y Venezuela (10%).
Tras siglos de exclusión y dominación, todavía los pueblos indígenas, afrolatinos y afrocaribeños presentan los peores indicadores económicos y sociales y tienen escaso reconocimiento cultural y acceso a instancias decisorias”. ( 1 )
Es decir que no tienen visibilidad.
Además, la discriminación étnica y racial también está en la base de los sentimientos xenofóbicos en los países de la región. Tal discriminación se transfiere al otro-extranjero, sobre todo si no es blanco y migra desde países caracterizados por una mayor densidad de población indígena, afrolatina o afrocaribeña. La xenofobia, es decir el rechazo al extranjero se exacerba si aumenta la masa de desplazados entre fronteras, sea por razones económicas o expulsados por conflictos bélicos; y sobre todo si las migraciones internacionales presionan sobre mercados laborales ya restringidos en los países receptores.
Este racismo sistémico estructural, lo encontramos presente en las instituciones que tutelan, pero también por las creencias y actitudes individuales. Ahora bien, tenemos que desmitificar esto, ya que no es una cuestión individual, no es una cuestión de ideologías solamente es fundamentalmente un asunto de estructura. Y esto es independiente de cada persona.
Son las leyes, las políticas y las prácticas “lo que se debe hacer y lo que no se debe”, lo que se hace acto en cada política publica, en las oficinas de administración del estado, en la escuela, hospitales, bancos y en cualquier ámbito de trabajo. Es el trato cotidiano.
Entonces el racismo se convirtió en una ideología que es parte de nuestro tejido social.
Para entender el origen debemos ir hasta la colonización. Este proceso resultó en la esclavitud de personas indígenas y de aquellas secuestradas y traídas del continente africano. Los pueblos originarios que no fueron esclavizados fueron despojados y desplazados.
El proceso de “mestización” por la mixtura con la sangre del conquistador europeo dio origen a una nomenclatura en la que de acuerdo con la “pureza de la sangre” en la cima estaba el blanco imponiendo una escala de jerarquía y privilegios y la gente sometida queda siempre por abajo.
Hemos seguido repitiendo el mismo concepto que nos dejó la colonización y se instaló en nuestras mentes. Hemos seguido jugando el mismo juego y nunca ha habido una acabada discusión al respecto.
En el proceso de colonización, el europeo blanco despreció, denigró y prohibió por todos los medios el acervo cultural de los pueblos sojuzgados e instaló la idea, que aun persiste, que lo valioso es lo que se acerca lo más posible a los valores de los blancos. Y este pensamiento está intacto en nuestra realidad y en las cosas más simples, pero no por ello menos trascendentes. Como bien lo resumió Gabino Palomares en su canción La Maldición de Malinche:
Del mar los vieron llegar
Mis hermanos emplumados, eran los hombres barbados
En la profecía esperada
Se oyó la voz del monarca
De que el Dios había llegado y les abrimos la puerta
Por temor a lo ignorado
Iban montados en bestias
Como demonios del mal, iban con fuego en las manos
Y cubiertos de metal
Solo el valor de unos cuantos
Les opuso resistencia y al mirar correr la sangre
Se llenaron de vergüenza
Porque los Dioses ni comen
Ni gozan con lo robado y cuando nos dimos cuenta
Ya todo estaba acabado
En ese error entregamos
La grandeza del pasado y en ese error nos quedamos
300 años, esclavos
Se nos quedó el maleficio
De brindar al extranjero nuestra fe, nuestra cultura, nuestro pan
Nuestro dinero
Hoy le seguimos cambiando
Oro por cuentas de vidrio y damos nuestra riqueza
Por sus espejos con brillo
Hoy, en pleno siglo XX
Nos siguen llegando rubios y les abrimos la casa
Y los llamamos amigos
Pero si llega cansado
Un indio de andar la sierra, lo humillamos y lo vemos
Como extraño por su tierra
Tú, hipócrita que te muestras
Humilde ante el extranjero, pero te vuelves soberbio
Con tus hermanos del pueblo
Oh, maldición de Malinche
Enfermedad del presente, ¿cuándo dejarás mi tierra?
¿Cuándo harás libre a mi gente?
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