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Boletin 23. Septiembre 11, 2020

Allende la Cordillera

"Los que nunca habían tenido espacio ni presencia, los que habían sido ninguneados por los dueños de todo Chile. A ellos convocó Salvador Allende a caminar junto a él, por primera vez se les veía en las calles con la frente alta, con orgullo de pertenecer."

por Rodrigo Briones

Mi padre siempre fue futbolero, era hincha de San Lorenzo de Almagro, pero por alguna razón siguió con dedicación el derrotero de Independiente de Avellaneda.

El campeón del torneo metropolitano jugó un partido internacional el 4 de septiembre de 1970.

No recuerdo contra quien, ni el resultado, menos aun las instancias del partido ni que pasó antes o después.

 

Lo que si recuerdo es que ese día ganó las elecciones presidenciales de Chile Salvador Allende.

Ese triunfo significó hablar en la mesa familiar sobre Chile, sobre el socialismo y lo que significaba para América Latina.

 

En mi recuerdo era la primera voz del continente que se hacía oír en las urnas.

A partir de allí miles de niños y jóvenes como yo empezamos a sentir que éramos parte de la historia, que podíamos modelar el futuro y que éramos tenidos en cuenta. A partir de ese momento se empezaba a abrir la puerta a la esperanza de un futuro posible donde la solidaridad podría ser la alegría de los pueblos, como alguien me lo recordaría muchos años después.

 

No se trataba de una adhesión por el triunfo de un socialista, en mi país esa denominación era una mínima expresión. Creo que los rótulos fueron diseñados para encasillar y confundir. Y que entonces las cosas cambien para que todo siga igual.

 

En este recuerdo de lo que estamos hablando es del comienzo de lo que permitió dibujar el sueño de un nuevo Chile, donde los protagonistas centrales eran, como los describiría Galeano, los nadies.

 

Sueñan las pulgas con comprarse un perro

Y sueñan los nadies con salir de pobres

Que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte;

Pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznitas cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba

 

Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada

Que no son, aunque sean

Que no hablan idiomas, sino dialectos

Que no profesan religiones, sino supersticiones

Que no hacen arte, sino artesanía

Que no practican cultura, sino folklore

Que no son seres humanos, sino recursos humanos

Que no tiene cara, sino brazos

Que no tienen nombre, sino número

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata

 

Los que nunca habían tenido espacio ni presencia, los que habían sido ninguneados por los dueños de todo Chile. A ellos convocó Salvador Allende a caminar a su lado, por primera vez se les veía en las calles con la frente alta, con orgullo de pertenecer.

 

El 4 de septiembre de 1970 comenzaba la justicia social a devolver la dignidad de todos los chilenos. Nosotros mirábamos desde el otro lado de la cordillera, con nuestra dignidad aplastada por sucesivos gobiernos militares. Hasta que coincidió la alegría popular cantando en la Plaza de Mayo el histórico 25 de mayo de 1973 cuando llegó el Presidente Allende a saludar la asunción del su par argentino que arrebató el poder a los militares. Ese día la Plaza de Mayo estalló con “…el pueblo unido, jamás será vencido…”

 

Ese mismo fervor resonó en la Plaza de los dos Congresos el 11 de septiembre de 1973 gritando a voz en cuello: “… Hermano chileno, no bajes la bandera, que aquí estamos dispuestos a cruzar la cordillera…”. Se cerraba un corto ciclo que marcó para siempre la memoria de toda América Latina, pero esa es otra historia.

 

Con el triunfo de la Unidad Popular se llenaron las anchas alamedas el 4 de septiembre de 1970, por primera vez todos los chilenos eran dueños de su destino. Y Salvador Allende ponía en acto su mas alto anhelo después de 50 años de trajinar el suelo de su patria. Y esa bandera que nunca se arrió, ha sido la utopía que está presente en cada acto por la justicia de los nadies en todos pueblos de nuestra tierra.