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Boletin 23. Septiembre 11, 2020

La historia del racismo en el básquetbol

por Alejandro A. Morales

Hoy en día la participación de afrodescendientes en la Asociación Nacional de Basquetbol (NBA), conformada por equipos americanos y un solo canadiense, es ampliamente reconocida y aceptada como mayoritaria. No fue siempre así y no fue fácil para estos jugadores, a pesar de sus reconocidas habilidades, el poder no solo participar, pero poder firmar un contrato con los clubes afiliados a dicha asociación.

 

En 1946, dos ligas existentes se fusionaron para dar inicio a la NBA que hoy domina el básquet mundial. Como toda institución deportiva de la época, estaba atravesada por el brutal racismo que se vivía por esos tiempos en los Estados Unidos. Los blancos dominaban la competencia desde todos los aspectos: eran el público mayoritario, los dueños de los estadios y de los equipos. Un afroamericano, no tenía mucho que hacer más allá de jugar. Y tampoco había libertad en ese sentido: los planteles eran predominantemente blancos y existía una regla implícita que decía que sólo se permitían dos afroamericanos por franquicia. Muchos hombres que prometían ser estrellas vieron cómo su carrera se truncaba por ese tipo de restricciones.

 

¿Qué opciones tenían esos jugadores? Pocas: esperar un milagro, cruzarse con alguien que pensara por fuera de los parámetros y no mucho más que eso. Red Auerbach fue una de esas personas. A lo largo de su carrera como entrenador y dirigente, se encargó de romper las barreras raciales que existían en la liga. Y su primer gran aporte ocurrió en 1950 Auerbach fue el responsable de que los Boston Celtics eligieran a Chuck Cooper en el Draft, convirtiéndolo en el primer afroamericano en lograrlo. Y ese mismo año, Earl Lloyd se transformó en el primer negro en disputar un partido de la NBA. Harold Hunter, por su parte, escribió su nombre en la historia al ser el primer afroamericano. Sin embargo, fue cortado por los Washington Capitals en el campamento de verano. Nat Clifton, en cambio, firmó contrato y pudo jugar en esa temporada para los New York Knicks. Todos ellos fueron pioneros, sí. Pero la realidad era ineludible: en los inicios de la década del cincuenta, tan sólo cuatro afroamericanos formaban parte de algún equipo de la NBA. Aunque algunas franquicias ya contaban con un afroamericano, su rol en el funcionamiento del equipo era minúsculo. Los datos lo demuestran: hasta la aparición de Wilt Chamberlain en la temporada 1959/60, no hubo una sola ocasión en la que el líder de anotación no fuera un blanco. La gran mayoría de las franquicias eran comandadas en ese aspecto por caucásicos. Oscar Robertson y Elgin Baylor fueron los primeros afroamericanos que pudieron establecerse como grandes anotadores de la liga.

 

Durante los años sesenta, los afroamericanos comenzaron a poblar la NBA. Pero, el racismo persistía igual de fuerte que antes. Esa década estuvo dominada por una franquicia en particular: los Boston Celtics de Red Auerbach, que ganaron nueve de diez campeonatos posibles. Las dos grandes figuras de aquel equipo eran, indudablemente, Bob Cousy y Bill Russell. Uno blanco, el otro negro. Mientras el primero era considerado la cara de la liga y disfrutaba del reconocimiento de los aficionados de Boston y del resto de la liga, el segundo era tratado como una escoria de la sociedad que vivía de los triunfos del otro.

 

Como a muchos otros negros de la época, casi no le permiten comprar una casa en un barrio de Boston con la excusa de que "no era para los de su raza". Esa misma propiedad fue vandalizada en reiteradas ocasiones a lo largo de su carrera: grafitis, vidrios y puertas rotas. Un día, Russell se encontró con excremento humano en su propia cama. Habían entrado como si fueran ladrones, pero no robaron nada. Tan sólo querían “recordarle a Bill lo que para ellos significaba.” En uno de los partidos que Boston disputó durante la pretemporada de 1961/62, el equipo paró en un hotel de Lexington. Cuando se disponían a ir a cenar, los encargados frenaron a los cuatro afroamericanos del plantel y les dijeron que "allí no les servían a negros." Russell propuso que ellos no jugaran el partido. Y eso hicieron.

 

Que Russell se relacionara con los activistas de la época lo convertía en un enemigo aún peor. Nada de lo que hiciera iba a ser valorado por aquellos que lo veían como un problema. En 1969, Auerbach se retiró y le cedió su lugar a Russell para que se convirtiera en el primer entrenador afroamericano de la NBA. Ofició como entrenador-jugador, pero aunque el equipo ganó dos campeonatos más y le puso el broche de oro a una década gloriosa, el público seguía menospreciando su trabajo. En 1969, colgó las zapatillas.

 

Al mismo tiempo que Russell sufría el racismo en la NBA, un muchacho llamado Lew Alcindor lo hacía en la NCAA. Posteriormente, Alcindor se transformaría en Kareem Abdul-Jabbar y sería uno de los grandes referentes de la época en la lucha por los derechos civiles y la igualdad. Cuando pisó por primera vez la NBA a finales de los sesenta, se encontró con un panorama diferente al de otras décadas. Varios equipos contaban con más de siete afroamericanos en su plantel.

 

Entonces, la NBA vivió el racismo en donde más le iba a doler: su economía. Muchos blancos perdieron el interés en la liga porque consideraban que era "muy negra" para su consumo. Se hacía cada vez más complicado firmar un contrato televisivo y venderles el producto a las grandes empresas. Todo cambió cuando, en los ochenta, Larry Bird se convirtió en una estrella de la competencia y entabló una rivalidad histórica con Magic Johnson. Aunque muchos la convirtieron en una guerra entre negros y blancos, ellos jamás lo vieron de ese modo.

Una nueva camada de jugadores liderada por Michael Jordan dio el siguiente paso: dejar de ser meras estrellas deportivas para convertirse en celebridades a nivel mundial. Por primera vez, los atletas tenían un control bastante real sobre su carrera y su imagen. Jamás volverían a negociarlo.

 

LeBron James y los siguientes fueron un poco más allá y, siguiendo los pasos de Jabbar y Russell, se comprometieron realmente a visibilizar los problemas que nacen del racismo. Esta vez, con un poder y un impacto mediático que no había existido en ningún otro momento de la historia. Esa especie de revolución hizo que la NBA se volviera cada vez más estricta ante las diferentes actitudes racistas que se podían presentar tanto en los partidos como fuera de ellos.

 

En 2014, la liga (incitada por muchas de las estrellas del momento) suspendió permanentemente a Donald Sterling y lo forzó a vender a Los Angeles Clippers luego de que se filtrara un audio en el que le pedía a su novia que "no trajera negros a sus partidos".

 

La realidad indica que el racismo aún es un problema en la liga. Sin embargo, que un monstruo mediático como la NBA fortalezca iniciativas como el Martin Luther King Day y sus principales figuras entiendan que tienen una oportunidad única de hacer valer sus derechos y los de los demás es, cuanto menos, esperanzador. Invita a pensar que las nuevas generaciones están bien encaminadas y que el deporte puede ser una herramienta más que importante a la hora de luchar por la igualdad y el respeto.

 

No extraña entonces que en la respuesta a la brutalidad policial reinante en EE.UU. y apoyada por su primer mandatario, los jugadores de la NBA, de todas las razas, pero principalmente sus jugadores afrodescendientes hayan en forma unánime suspendido juegos, los que son vistos ampliamente en los canales de televisión. Existen poderosas razones que provienen de los inicios del juego mismo que inspiran a sus jugadores a levantar sus voces y acción en contra del racismo todavía predominante en muchos sectores de la sociedad.

 

Fuente: Leandro Carranza/basquetplus.com