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Boletin 24. Septiembre 17, 2020

Mujeres en el poder

por Sandra Farías

En julio pasado Christina Alexandra (Chrystia) Freeland elaboró un programa económico per cápita de emergencia con casi 20 mil millones para todas las provincias para así poder recomenzar el despegue de la economía, tras la abrupta e impensada paralización causada por la pandemia.

 

La maniobra fue anunciada en las charlas cotidianas, que por entonces realizaba el Primer Ministro Justin Trudeau, junto en ese entonces a su ministro de Finanzas Bill Morneau, pero en la estrategia y puesta en marcha de la distribución de esos recursos esenciales, Freeland puso su sello distintivo, que dos meses después la llevarían a convertirse en la primera ministra de economía femenina en la historia canadiense.

 

Un antecedente de la mujer en el poder canadiense fue Kim Campbell quien entre junio y noviembre de 1993 ocupó incluso el cargo de Primera Ministra, tras consolidarse como líder del Partido Progresista Conservador. Al igual que Freeland, con sólida experiencia ministerial, Campbell fue polémica dentro de su propio partido siendo ministra de justicia al defender el derecho de la mujer al aborto.

 

Algunos críticos han dicho que Freeland no cuenta con la debida experiencia financiera necesaria para el cargo por su pasado en el periodismo. Al respecto, Campbell fue la primera en cuestionar este argumento al señalar: "Así es realmente como opera el sexismo", dijo. "No se trata de darle a la gente el beneficio de la duda, sino de establecer criterios que no aplicarías a los hombres".

 

Tal vez como Campbell, pero desde las filas liberales, Freeland está en la búsqueda de consensos, algo que las mujeres en el poder buscan tal vez como meta con mayor frecuencia y decisión que los hombres cuando ocupan cargos de la más alta responsabilidad.

 

Otro antecedente de mujeres en el poder que vale la pena mencionar es la figura de Aline Chrétien, esposa, principal consejera y hasta guardaespaldas del ex Primer Ministro Jean Chrétien, que ocupó el cargo en la década 1993 – 2003. La reciente muerte de Aline llevo a la periodista Rosemary Barton (The National) a escribir en su última columna: “Pese a que Jean Chrétien fuera sociable y mal genio, Aline era la socia política tranquila y serena que estaba feliz de mantenerse al margen. Pero se enorgullecía de lo que lograron juntos en la vida pública y creía que los canadienses extrañarían a su esposo y valorarían su legado cuando dejara el cargo.”

 

Ciertamente Aline supo lo que es gobernar en tiempos de crisis. Pero hoy no hay un trabajo de mayor riesgo que tener las riendas de la economía en tiempos de una crisis mundial sin precedentes en los últimos ochenta años, más aún desde un gobierno minoritario. Por ello, Freeland es considerada como la mujer más fuerte del país y ciertamente la que tiene más posibilidades ciertas de suceder a Trudeau.

 

Parte de las ideas de Freeland fueron esbozadas desde antes de ser parte del gabinete de Justin Trudeau. Ya en el 2014 publicó “Plutócratas: el surgimiento de los nuevos superricos globales y la caída de todos los demás”, donde resume su ideología y lectura global del capitalismo en el mundo: “En las últimas décadas, lo que significa ser rico ha cambiado drásticamente. Olvídese del 1%; es el .01% más rico el que está superando rápidamente al resto de nosotros. Las colosales fortunas de hoy se acumulan gracias al trabajo diligente de empresarios inteligentes y perspicaces que se ven a sí mismos como merecedores vencedores en una competencia internacional despiadada.”…

 

El capitalismo global no se suponía que iba a funcionar de esa manera”, dijo Freeland refiriéndose a la creciente brecha entre ricos y pobres en el planeta.

 

Con respecto a la situación de la mujer en la economía, Freeland prologó en el 2017 el libro de la autora Alison Wolf: “El factor XX: cómo el aumento de las mujeres trabajadoras ha creado un mundo con mucha menos igualdad”.

 

Allí Wolf y Freeland sostienen que a pesar de que la brecha de género en muchas partes del mundo se estaba cerrando, dado que miles de millones de mujeres pasaban mucho más tiempo en las mesas de decisión que en la cocina, el reconocimiento salarial y su participación en los gobiernos no se veía aún reflejada del todo.

 

Con estos antecedentes, no sorprende que sus primeras declaraciones como ministra de economía hayan sido: “El reinicio de nuestra economía debe ser ecológico. También debe ser equitativo, debe ser inclusivo y debemos centrarnos mucho en el empleo y el crecimiento".

 

Encontrar el balance y evitar los conflictos innecesarios son tal vez las principales herramientas que ofrece Freeland, algo que ya demostró de sobra durante las negociaciones con la administración de Trump por la firma de los sensibles acuerdos comerciales con Estados Unidos y México. Hasta en estos últimos días las bravuconadas de Trump de imponer nuevamente tarifas al aluminio canadiense fueron diplomáticamente desarticuladas por el equipo de Freeland sin mayores penurias.

 

Esta instancia mostró además la propia debilidad de Trump, acorralado por incendios y una pandemia que ha causado 200 mil muertes en su país, muchas de ellas resultado de la propia negligencia de un presidente optimista mal informado, que como bien describió Michelle Obama en la pasada Convención Demócrata es inadecuado para nuestro país. Ha tenido tiempo más que suficiente para demostrar que puede hacer su trabajo, pero claramente no está a la altura. No puede afrontar este momento. Él simplemente no puede ser quien necesitamos para nosotros. Esa es la realidad.

 

Un día después de este decisivo discurso de la ex primera dama, la senadora por California Kamala Harris aceptó la nominación demócrata para la vicepresidencia, convirtiéndose en la primera mujer de color en ser parte de la fórmula presidencial de uno de los principales partidos del país. Harris es hija de inmigrantes, de madre india y padre jamaiquino y parte de su infancia transcurrió en Quebec.

 

La lectura de Harris es aún más contundente que la de Freeland sobre las desigualdades sociales al hablar de un racismo estructural: las personas negras, latinas e indígenas están sufriendo y muriendo de manera desproporcionada. Y esto no es una coincidencia. Es el efecto del racismo estructural; de las inequidades en educación y tecnología, salud y vivienda, seguridad laboral y transporte; de las injusticias en el cuidado de la salud reproductiva y materna, en el uso excesivo de la fuerza por parte de la Policía y en nuestro sistema de justicia penal en general. Este virus no tiene ojos y sin embargo sabe exactamente como nos vemos unos a otros y la forma en que tratamos a los demás. Seamos claros: no existe una vacuna contra el racismo,¨ declaró Harris al aceptar su nominación.

 

Una visión en el mismo sentido presenta otra de las mujeres que se ha destacado en la política norteamericana de los últimos tres años. La representante del Bronx, Alexandria Ocasio-Cortez, probablemente la mejor exponente de las luchas sociales de nuestro tiempo. AOC, como se la conoce en los medios, busca establecer un movimiento de derechos sociales, económicos y humanos que incluyan: atención médica garantizada, acceso a la educación superior, salarios dignos y derechos laborales para todas las personas en Estados Unidos, un movimiento que comprende la insostenible crueldad de un sistema económico que premia a unos pocos con los frutos de una desigualdad apabullante, a expensas de una inestabilidad a largo plazo para el resto”.

 

Con la contracción de la economía debido al COVID-19, la ampliación de la brecha de riqueza y la explosión del déficit, una política tradicional de austeridad y bajos impuestos de un gobierno no sólo parece insostenible, sino que además estaría profundamente en conflicto con las opiniones expresadas hasta aquí por Freeland, Harris y AOC.

 

Hasta ahora, el dinero distribuido, incluida la extensión de $ 37 mil millones del beneficio de respuesta de emergencia de Canadá (CERB) por parte del gobierno federal, ha sido útil para superar el actual shock económico. Pequeños comerciantes, cuentapropistas y trabajadores de menores ingresos no hubieran podido sobrevivir sin esa ayuda en todos estos meses.

 

En momentos en que los precios del petróleo continúan bajando y la demanda de combustibles fósiles están en caída libre por el Covid-19 en todo el mundo, se abre una ventana económica de despegue en las tecnologías sustentables y en nuevas fuentes laborales que transformen a los países exportadores de petróleo como Canadá en países exportadores de tecnologías verdes o de sustentabilidad. Es el tiempo de una reconversión.

 

Por otro lado, historiadores fiscales han sugerido que este podría ser un momento propicio para que los canadienses estén más abiertos a apoyar un programa fiscal de carácter más distributivo.

 

Pero crear puestos de trabajo, especialmente en el sector tecnológico en auge, significa crear empresas y evitar que sean absorbidas por otras megacorporaciones. Ante este escenario, la tarea de Freeland por delante no es un picnic, como se diría, aunque contextualmente tal vez más sencilla de ejecutar que la de un equipo post-Trump. 

 

Aun así, todo está por verse tanto en Canadá como en Estados Unidos. Después del anuncio de este 23 de setiembre, que marcara el reinicio del Parlamento y de un nuevo presupuesto 2021 para Canadá todas estas conjeturas podrían cambiar, teniendo en cuenta los intereses divergentes de las fuerzas en pugna.

 

En lo personal, pienso que la capacidad de realizar múltiples tareas a la vez, atributo indiscutible de toda mujer, será sin duda una herramienta clave en este punto de ebullición, para usar un lenguaje tradicional y femenino.