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Boletin 25. Septiembre 24, 2020

El último deseo

por Sandra Farías

Antes de morir, la jueza y representante de la Corte Suprema de Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg (RBG) le dijo a su nieta que su más ferviente deseo era no ser reemplazada antes de la llegada de un nuevo presidente a la Casa Blanca.

 

Antes de su entierro, los republicanos alineados fervientemente con Trump en una maratónica carrera del sálvese quien pueda, se preparan para designar en tiempo récord a un joven sucesor de sus filas que le permita a Trump dejar algún legado en la historia.

Pese a que la jueza Ginsburg era ideológicamente liberal a lo largo de su carrera también cedió a las políticas conservadoras en la búsqueda de consensos que preservaran las instituciones de la democracia y así se la vio votar a favor de controversiales iniciativas como acelerar las políticas de deportación o dar luz verde a la instalación de nuevos gasoductos en los Apalaches, pese a las consecuencias para el medio ambiente.

 

Resulta por ello más ofensivo e inhumano que incluso antes de su entierro los mismos republicanos sepulten por completo su memoria y ni siquiera le concedan su último deseo.

 

Es el signo de los tiempos. Lo mismo sucede en las casas de retiro, donde a los adultos mayores se los deja morir solos y en abandono, sin más memoria y sin ningún reconocimiento, en medio de una pandemia que ya ha cobrado la vida de 200 mil personas en Estados Unidos.

 

Pero hay otras razones de fondo que mueven a las fuerzas políticas más conservadoras a actuar tan despiadadamente. Trump ha sido un presidente tan desastroso, que los republicanos temen que todo su andamiaje ideológico se derrumbe en caso de perder las elecciones el 3 de noviembre.

 

De ser así cuanto tiempo habrá de pasar para que otro Trump pueda ser elegido. Por ello el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell no quiere perderse la que puede ser la única oportunidad de realizar cambios que permanezcan en el tiempo.

 

El reemplazo de Ginsburg deja a la democracia estadounidense en jaque mate. Los derechos reproductivos, los derechos al voto, la protección contra la discriminación, el futuro de la justicia penal, el poder de la presidencia, los derechos de los inmigrantes, las normas y leyes fiscales y la atención médica para millones de estadounidenses vulnerables están en juego.

 

Además se produce la posibilidad de crear un desbalance a favor de las fuerzas republicanas de carácter duradero si el sucesor es designado por Trump y con al menos tres décadas de vida por delante.

 

Se trata sin duda de una ficha estratégica, ya que, pese a que Trump ya designó a dos jueces, Neil Gorsuch in 2017 and Brett Kavanaugh in 2018, estos reemplazaron a dos jueces conservadores, mientras RBG fue designada por el presidente demócrata Bill Clinton en 1993. En estos 27 años el balance de la Corte ha tenido un delicado equilibrio que se consolidó en el 2009 con el nombramiento por Barak Obama de la única Hispana en la Corte Suprema, Sonia Sotomayor.

 

Desde 1969, los presidentes republicanos han nombrado a 14 de los 18 jueces elevados a la corte, pero ciertos nombramientos republicanos, como Sandra Day O’Connor, Anthony Kennedy y David Souter, resultaron ocupar un terreno moderado o incluso ser liberales en algunos temas.

 

Para Trump la oportunidad es única para nombrar una mujer con ideología completamente antagónica a la de RBG. Su elegida hasta el momento es Amy Coney Barrett de 48 años, que profesa la fe católica, es madre de 7 hijos y posee una visión contraria al aborto y a la llegada de inmigrantes, que no sean por razones económicas.

 

Se cree que su nominación crearía por primera vez en los últimos 50 años de la historia estadounidense una indestructible mayoría de cinco jueces conservadores en la Suprema Corte, lo cual podría llegar incluso a desarticular el fallo Roe v. Wade que llevó a la legalización del aborto en 1973.

 

En aquellos fines de los 70, trabajando para American Civil Liberties Association, RBG fue fundadora del Women´s Rights Project. Desde ese lugar representó seis históricos casos ante la Suprema Corte, en defensa de la equidad salarial y el derecho al aborto.

 

Después de habérsele denegado un cargo como juez asistente en la Suprema Corte cuando el juez Felix Frankfurter rechazó trabajar con una mujer, tres décadas después, fue Clinton quien la reivindicó, transformándola en el ícono de las ideas demócratas en la máxima institución del país.

 

A fines de los años 50, RBG se convirtió en una de las únicas 9 mujeres en ser aceptadas en la escuela de leyes de Harvard en una clase de 500 personas. Sin duda su muerte será como su vida: no pasará desapercibida.