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Boletin 29. Octubre 22, 2020

Tiempo en casa

por Sandra Farías

Los días del 2020 pasan y pasan y siento que nunca como en este año había estado tanto tiempo en casa. Mis gatos me lo agradecen ya que pueden tener sus comidas más seguido, aunque competimos a menudo por el uso de las sillas favoritas.

 

La relación entre lo felices que somos con nuestro hogar y lo felices que somos con nuestras vidas en general ha sido relativamente inexplorada hasta ahora. Sociólogos, antropólogos y psicólogos se preguntan probablemente cuál será el impacto de la percepción del propio hogar en la vida de las personas en las ciudades afectadas a gran escala por la pandemia.

 

Hasta antes de la pandemia la casa era para la mayor parte de los trabajadores un lugar dormitorio al cual regresábamos durante la semana y pasábamos uno o dos días -con suerte- de la semana tratando de organizar. Hoy para muchos esto ha cambiado. La casa es el lugar de trabajo o estudio y el único donde podemos comer y estar por largo tiempo.

 

Buscando respuesta a este problema encontré un estudio realizado en el 2019 a más de 13 mil familias en Europa por el Instituto de Investigación de la Felicidad en Dinamarca (The Happiness Research Institute, GoodHome Report). Cabe notar que este es el único instituto científico del mundo dedicado a explorar qué hace feliz al homo sapiens y por qué. Las razones son obvias, la felicidad es escasa para la gran mayoría de los habitantes del planeta y poco hacen o han hechos sus países en recuperarla para sus habitantes en los últimos 200 años de historia.

 

Allí encontré algunas evidencias como por ejemplo que lo felices que estamos con nuestros hogares demuestra ser mucho más importante para nuestra felicidad general que nuestros ingresos, ya sea que estemos empleados, jubilados, solteros, casados y muchas otras condiciones de vida que normalmente consideramos muy importantes para nuestro bienestar.

 

Y no se trata del tamaño de la casa, si la compramos o la alquilamos, ni de la cantidad de habitaciones, de los estilos de decoración o las comodidades del mobiliario, sino de algo más profundo de explorar: cómo nos sentimos en el hogar en la medida que nuestros hogares son expresiones de nosotros mismos.

 

En primer lugar, descubrimos que hay una correlación directa entre sentirse bien en casa con nuestro estado de felicidad en general. “La felicidad en el hogar está íntimamente ligada a muchas otras emociones y aspectos de nuestra vida, como sentirse a gusto en casa, sentirse seguro, sentirnos conectados con nosotros mismos y sentirnos en control”, indica el estudio.

 

Así apareció que el orgullo, la comodidad, la identidad, la seguridad y el control son todos factores a tener en cuenta. Una de las conclusiones es que “ser feliz con el lugar y la forma en que vivimos no es solo una cuestión de tener suficiente calefacción, buena luz y mucho espacio, también se trata de cómo nos sentimos y nos expresamos a través de nuestros hogares”.

 

Uno pensaría que quienes son propietarios tienen más chances de ser felices, pero el estudio demostró que no es necesariamente el caso. La mayor satisfacción tiene que ver con vivir en una casa adaptable, es decir que sintamos que bajo condiciones cambiantes podremos pagar la hipoteca o la renta para poder seguir manteniendo el control. “En los casos en que los propietarios tienen problemas para pagar la hipoteca, la propiedad de la vivienda en realidad tiene un efecto más negativo sobre la salud mental que para los inquilinos que no pueden pagar el alquiler”, concluye el reporte.

 

Si bien el número de habitaciones cuentan hasta cierto punto, sobre todo si hay muchas personas en convivencia, lo más importante no es el tamaño de la vivienda en sí, sino la percepción del espacio. Nuestras casas pueden ser amplias o pequeñas y estar abarrotadas, independientemente del tamaño. Hogares con uso inteligente y balanceado del espacio para que parezca o se sienta más amplio parecen ser un buen paso. Tal vez por ello fue tan popular la consultora japonesa Marie Kondo y su concepto de felicidad en el hogar “spark joy”.

 

Un excesivo desorden y el abarrotar objetos asfixiando el espacio juegan en contra en el camino a sentirnos más felices en la casa. Otros problemas fundamentales son la poca luz natural y la mala calidad del aire. Estos aspectos son centrales entonces cuando por razones de pandemia movemos el espacio de trabajo al hogar.

 

El hecho de que más del 50% de todas las personas en todo el mundo ahora vivan en ciudades no cambia nuestra necesidad emocional y cognitiva de conectarnos con la naturaleza, ya que nuestra especie ha vivido mucho más tiempo al aire libre y sólo en los últimos 150 años hemos ido aprendiendo a vivir más encerrados. “Tener acceso a una zona verde u otros espacios al aire libre, como un balcón o un patio, también es fundamental para nuestra felicidad con nuestros hogares”, explican los antropólogos en GoodHome. 

 

Un elemento clave medido en sociedades desarrolladas es que la menor desigualdad de ingresos en la ciudad o la comunidad donde uno reside lleva a un aumento de la felicidad en el propio hogar. Esto tiene un sentido común estructural. Si tenemos las mismas oportunidades que nuestros vecinos y nuestra seguridad personal no es una preocupación diaria, la vida en sociedad y hacia adentro es más llevadera. Cuando pensábamos que lo que le pasaba al vecino no nos importaba, el Covid-19 ha llegado para hacernos recordar que nuestros problemas son comunes y, por lo tanto, también las soluciones.