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Boletin 33. Noviembre 19, 2020

La trampa del virus

por Sandra Farías

Las experiencias de la primera ola de Covid-19 no pudieron evitar que en esta segunda ola se repitiese el mismo error que durante la pasada primavera en los hogares de cuidado a largo plazo. Es que 40 años de negligencia no se pueden reparar de la noche a la mañana.

 

Según los datos disponibles sobre la segunda ola de Ontario, los centros de atención a largo plazo de la provincia están experimentando aproximadamente al mismo ritmo, brotes de COVID-19, independientemente de si están administrados por corporaciones con fines de lucro o no.

 

Pero una vez que llega el virus, a las instalaciones con fines de lucro les ha ido mucho peor, al igual que durante la primera ola de infecciones por COVID-19 que se extendió por los hogares de ancianos de Ontario en la primavera, matando a más de 1.800 personas y provocando la llegada de efectivos del ejército a estos hogares y que una comisión provincial y otra nacional examinaran el problema.

 

"Es como una pesadilla que estamos reviviendo ahora que realmente no deberíamos haber tenido que hacerlo, dado que tuvimos meses para prepararnos durante el verano para una segunda ola", dijo el Dr. Amit Arya ( 1 ), médico de cuidados paliativos, quién presenció los estragos de la primera ola mientras trabajaba en las instalaciones de GTA.

Los primeros datos sobre la segunda ola son crudos: en los hogares que experimentan un brote, los hogares con fines de lucro han visto casi 10 veces más casos fatales por cama, que los hogares sin fines de lucro, y casi el doble que los hogares municipales, muestra el análisis.

 

En la primera ola, la provincia de Ontario tuvo 1.394 muertes en hogares con fines de lucro, más del 70 por ciento de todas las muertes en hogares de cuidados a largo plazo. Al menos otros 126 residentes de un hogar de cuidados a largo plazo con fines de lucro han muerto desde que los casos comenzaron a aumentar nuevamente en agosto. En cambio, 28 han muerto en instalaciones administradas por el municipio, y seis en hogares sin fines de lucro. ( 2 )

 

Al revisar estas preocupantes tendencias, muchos se preguntan que va primero ¿el huevo o la gallina? Es decir, ¿son las directivas de salud pública las que determinan las acciones de los gobiernos? ¿O es el gobierno que está tomando las decisiones de la salud pública?

 

Los hechos indican que la ciencia de la pandemia no se puede negar aún cuando nos acercamos a la solución de tener una vacuna en el mediano plazo. ¿Qué hacemos mientras tanto?, ¿buscamos seguir como si aquí nunca pasó nada?

 

Uno de los primeros problemas es que las personas que llegan a vivir a estos hogares no son reconocidas en sus necesidades ni valoradas por la sociedad. Sus familias no pueden hacerse cargo, por diversas razones, y son depositados para terminar allí sus días. Entonces la pregunta es ¿quién quiere morir como ahogado, postrado en una cama y lejos de sus familiares?

 

El reconocido periodista del diario Globe and Mail, André Picard ( 3 ) y especialista en temas de salud ha sido una de las voces más sólidas durante esta pandemia en Canadá. Entrevistado en el podcast the CBC, Front Burner, por la periodista Jamie Poisson, Picard hablaba de los riesgos de no seguir las recomendaciones para el cuidado de adultos mayores y la necesidad de repensar en toda la sociedad cómo funcionan estos establecimientos en todo el país.

 

Si como sociedad no reconocemos la importancia del cuidado de los adultos mayores, menos aún vamos a reconocer a los trabajadores que los atienden. A su vez, estas personas que trabajan y arriesgan a diario su vida en hogares a largo plazo, tienen condiciones de trabajo sobrecargadas y sueldos mínimos que los obligan a tener múltiples lugares de trabajo. Sólo en este sistema perverso es posible que las ganancias del sector puedan sostenerse. Es un circuito de nunca acabar, y es posiblemente esta la causa por la que estos lugares continuarán teniendo brotes frecuentes, con o sin una vacuna.

 

La comunicación de nuestra salud pública es aún deficiente, fundamentalmente debido a la trampa del “business as usual’, que pesa fuerte en los grupos de presión del sector empresarial y laboral. Para el trabajador que vive de un sueldo y que necesita tomar el riesgo de moverse y salir de la burbuja, es imprescindible disponer de un buen sistema de rastreo y aislamiento de los casos confirmados. Sólo así se podrá proteger a los niños para que puedan seguir asistiendo a la escuela o a las guarderías, y a los mayores que viven con ellos.

 

La canciller alemana Angela Merkel decía hace unos días, a propósito del resultado de las elecciones en Estados Unidos ( 4 ), que el mejor antídoto a los populismos de derecha, o a la misma negación del cambio climático ha sido precisamente esta pandemia, ya que cada vez más los países y sus gobernantes aceptan las recomendaciones de la ciencia, aún con las imperfecciones humanas que la sostienen.

 

Ante la llegada del invierno y el sostenido crecimiento de casos en nuestras comunidades, sólo nos cabe actuar desde la experiencia y no caer en la tentación de ignorar las señales de alerta. En esto se nos va la vida.