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Boletin 35. Diciembre 3, 2020

Viejismo y la pandemia

por Alejandro A. Morales

La pandemia de COVID-19 ha acentuado la exclusión y los prejuicios contra los adultos mayores. La crisis actual pone de relieve un inquietante discurso público sobre el envejecimiento, cuestiona el valor de la vida de los adultos mayores y hace caso omiso de sus valiosas contribuciones a la sociedad. Como defensores e interesados en el envejecimiento, nuestra opinión es que debemos conocer y tratar de reducir los puntos de vista “viejistas” que se propagan durante esta pandemia.

 

La constante infravaloración a las personas mayores en el discurso público actual en torno a la pandemia se ha extendido.  En muchos casos, lo vemos en la documentación de las muertes de adultos mayores, la falta de preparación para una crisis de esta magnitud en los hogares de cuidados a largo plazo, en algunas “políticas'' de protección condescendientes y en la percepción inicial del público era lo que era el virus, un problema real y de adultos mayores.

 

El término discriminación por edad (viejismo) fue introducido en 1968 por el gerontólogo y psiquiatra estadounidense Robert Butler ( 1 )  para describir la discriminación contra las personas mayores. En su esencia, el menospreciar por edad es un sistema de prejuicios y actitudes negativas hacia las personas mayores, que también contiene procesos cognitivos y afectivos. Es muy probable que estos procesos se hayan derivado de la costumbre de los jóvenes de ver el envejecimiento y la vejez como una etapa desagradable y sin perspectiva de la vida humana y de la falta de información al respecto.

 

Además de la tergiversación de COVID-19 como un “problema de los adultos mayores”, muchos países han optado por imponer restricciones más draconianas a los adultos mayores, ordenándoles que permanezcan sólo en situación de encierro durante la pandemia. Estas limitaciones exacerban el problema de larga data del aislamiento de los adultos mayores y las consecuencias para la salud, causadas por la desconexión social, que existía mucho antes de la pandemia. Si bien las restricciones pueden tener como objetivo proteger, tales políticas a menudo se han traducido en una comunicación pública condescendiente que describe a todos los adultos mayores como miembros “vulnerables” de la sociedad.

 

Los brotes de COVID-19 aparecieron por primera vez en Asia y Europa en diciembre de 2019 y enero de 2020. A pesar de las señales desafiantes y preocupantes de su propagación, no se atendió a tiempo la necesidad de proteger a los adultos en hogares de cuidados a largo plazo (LTC) durante una gran pandemia. Ahora en Canadá, muchos LTC tampoco han podido manejar la devastación del virus. Fuimos lentos y posiblemente incluso negligentes en la preparación de una respuesta estructural al COVID-19, que podría haber reducido el número de víctimas en los LTC. Dicha situación pareciera reproducirse actualmente en la llamada “segunda ola” del virus, como si la primera ola no nos hubiera enseñado nada. Es inaceptable que las tasas de mortalidad más altas sean aún entre los adultos mayores en estos hogares. En Ontario, 435 LTC han sido afectados por brotes, se han contagiado alrededor de 10,000 personas y 2028 han muerto . No sólo se trata de las muchas vidas humanas prevenibles sino también de la tensión que se ejerce sobre nuestros sistemas sociales y de atención médica.

 

Los datos canadienses ahora sugieren que los adultos más jóvenes representan la mayor proporción de portadores de COVID-19, y las personas menores de 60 años representan una parte significativa de las hospitalizaciones (incluido más de un 35% en cuidados intensivos). Los adultos más jóvenes no son inmunes a este virus, y comparten la responsabilidad de su propagación.

 

Aunque las tasas de mortalidad por COVID-19 son más altas en los adultos mayores en comparación con otros grupos de edad, nuestra preocupación es que la edad se está combinando con la fragilidad y la morbilidad, l0 que probablemente sean los factores más importantes asociados con la mortalidad. Cuando el equipo médico y la capacidad hospitalaria escasean, los proveedores de atención pueden enfrentarse a decisiones éticas sobre quién tiene prioridad en la vida y la edad puede convertirse en un factor decisivo.

A pesar de los claros indicios de discriminación por edad, hay signos alentadores de solidaridad intergeneracional durante esta pandemia. Hay innumerables ejemplos de personas jóvenes que apoyan a los adultos mayores durante su aislamiento: realizar las compras, cuidar su jardín y trabajar para mantenerlos conectados socialmente.

 

Algunas conexiones de atención médica, que trabajan incansablemente para ayudar a otros, se han tomado el tiempo de mostrar compasión y conectar a los adultos mayores en hospitales y residencias con sus seres queridos a través de teléfonos inteligentes, entendiendo que los adultos mayores son miembros invaluables de la sociedad.

 

Es de esperar que exista una concientización y reconocimiento a estas personas por ser una fuente de sabiduría generacional para sus comunidades, por seguir contribuyendo en números cada vez mayores a la fuerza laboral y a la economía, cumpliendo un rol esencial como voluntarios y siendo clave para la fortaleza de nuestras familias en tiempos de crisis como el que estamos atravesando.

 

 


Notas:  

(
1 )   

https://en.wikipedia.org/wiki/Robert_N._Butler

( 2 )   
National Institute of Aging:
https://www.nia-ryerson.ca/resources
Psychological Thought, https://www.psychopen.eu/