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Boletin 36. Diciembre 11, 2020

El derecho a la felicidad

por Sandra Farías

Cuando el 25 de noviembre pasado la Argentina y Nápoles se paralizaron en llanto para despedir al futbolista Diego Armando Maradona, lo primero que decía la gente que lo despedía fue reconocer la felicidad que le produjeron sus jugadas y sus goles y en particular uno. Aquel gol, el segundo contra los ingleses, generó el concepto de ¨barrilete cósmico¨, ideado por el máximo relator poético deportivo, Víctor Hugo Morales. Ese momento de felicidad a pleno para una nación y de desazón inconsolable para otra, tiene ahora nueva una explicación científica. En aquel momento fuimos felices y no nos sentimos solos.

¨La gente se vuelve feliz por una cosa y solo una: las sensaciones placenteras en su cuerpo, (
1 ) causadas, por ejemplo, en el momento en que su equipo marca el gol de la victoria en la final de la Copa del Mundo. Esa vibración en la columna vertebral, esa oleada de electricidad y la sensación de energía liberada son la síntesis de la felicidad y su materialización. Pero inmediatamente después sabemos que la felicidad es esencialmente efímera, por tratarse de un aspecto solamente biológico.

¨Si la ciencia está en lo cierto y nuestra felicidad viene determinada por nuestro sistema bioquímico, el manipular y cambiar nuestra química puede traernos un estadio de felicidad más prolongada. Esa es la hipótesis del filósofo historiador Yuval Noah Harari en su libro ¨Homo Deus¨, cuando anticipa el comportamiento de la especie humana en las futuras décadas por venir.

Veamos que pasó durante la pandemia, que ya está entrando en su fase de vacunación. Por cada millón de personas, hubo 100 casos nuevos, pero 7.200 se volvieron más ansiosos. 

La ansiedad es casi tan grave como una enfermedad global de nuestro sistema nervioso central. No nos afecta un órgano, sino todos y consume la gran parte de nuestra energía vital. En mi cultura de origen la ansiedad es pan de todos los días. Creo que antes de aprender a comer, ya supe lo que era la ansiedad. Esa sensación de que algo peor puede pasar y convencerse de que ese sufrimiento por venir no se podrá evitar, sin importar nuestras acciones. Es la convicción de un plan mayor de infelicidad diseñado a nuestra medida.

Los temores y preocupaciones asociados con la ansiedad al COVID-19 fueron particularmente frecuentes en la fase inicial de la pandemia. Las preocupaciones más prevalentes fueron que la pandemia conduciría a una gran crisis económica (62%) y las pequeñas empresas cerrarían (55%).

Los temores de perder a alguien (43%) y el cierre de escuelas (21%) fueron menos frecuentes, pero tuvieron los mayores efectos negativos en la satisfacción con la vida.
Un análisis realizado por la psicóloga Julianne Holt-Lunstad (
2 ) estimó que el riesgo de mortalidad por aislamiento social es aproximadamente equivalente a fumar quince cigarrillos por día.

"Ahora que estamos en una pandemia y tenemos que limitar el contacto social, nos estamos dando cuenta de lo importante que son nuestras relaciones. Podríamos haber creído que se trataba principalmente de nuestro bienestar emocional, pero existe evidencia sólida de que también tiene que ver con nuestro bienestar físico, afirma la profesora de psicología y neurociencias de la Universidad Brigham Young en Provo, Utah, Estados Unidos.

En el mismo sentido, el Dr. Robert Waldinger (
3 ), profesor de psiquiatría de la Facultad de Medicina de Harvard, explica que "sabemos existe una conexión entre la mente y el cuerpo. La gran sorpresa fue la idea de que, si queremos cuidarnos físicamente y vivir más tiempo, hay que hacer el esfuerzo de mantenernos conectados con los demás¨.

Los humanos somos animales sociales y la producción de felicidad está ligada a las sensaciones químicas que se producen en nuestro cuerpo y nuestra mente cuando estamos con otros. En estos 10 meses de pandemia hemos aprendido que ni el dinero, ni el mejor trabajo, ni ganarse la lotería, ni recibir un ascenso, son garantía de felicidad. Podríamos hasta aventurarnos a decir que nuestra especie ha sobrevivido mayormente por el esfuerzo de mantenerse en contacto.

"La gente ya está haciendo cosas creativas para mantenerse conectados, como juntarse a tomar cócteles y cenar en Zoom", comentó Waldinger. "Deberíamos ser aún más proactivos en contactarnos con personas que sepamos que están solas, ya que ellos podrían no ser capaces de conectarse por sí mismos."

Holt-Lunstad dijo en la publicación de la American Heart Association (
4 )  que ¨cuando nos acercamos a los demás, aunque sea tan solo con un mensaje de texto o una llamada, podríamos convertirnos en una fuente de apoyo. Esa conexión puede fortalecer los lazos sociales de esas personas y reducir su soledad, y también nos apoya a nosotros mismos al darnos un propósito y un sentido de vida".

Un dato más para tener en cuenta. En las recomendaciones del Instituto de Investigación de la Felicidad ( 5 ), con sede en Dinamarca, se mencionan estos tres aspectos como esenciales para experimentar más felicidad y sufrir menos de soledad y ansiedad: la meditación, hablar con amigos y familiares y pasar tiempo al aire libre.

Así al recordarse cada 10 de diciembre el día de los derechos humanos, la felicidad, a través de la empatía, adquiere una dimensión indiscutible de reconocimiento en el bienestar del ser humano.



Notas:  

(
1 )    Yuval Noah Harari, Homo Deus, Breve Historia del Mañana, Pag 51
( 2 )    Social Relationships and Mortality Risk: A Meta-analytic Review, Julianne Holt-Lunstad
( 3 )    https://en.wikipedia.org/wiki/Robert_J._Waldinger
( 4 )    https://www.heart.org/en/news
( 5 )    https://www.happinessresearchinstitute.com/publications