Línea Uno CDH

Boletín de información comunitaria

Consejo de Desarrollo Hispano
Boletín 41. Febrero 5, 2021

Calentamiento global:
Actuar ahora para salvar el futuro

por Fernando Rouaux

Todos hemos entrado alguna tarde de verano a un auto que ha estado al sol con los vidrios cerrados. El calor adentro es muchísimo mayor que el de afuera. Esto es porque los rayos del sol pueden atravesar los vidrios, pero ese calor no puede atravesarlos nuevamente hacia afuera y entonces queda atrapado, se acumula. Es lo que llamamos el efecto invernadero, justamente porque utilizamos ese truco para cultivar en invernaderos cuando la temperatura exterior es muy baja, creando espacios cubiertos donde el sol entra, pero el calor se retiene.

 

Es evidente que, si los vidrios del auto estuvieran bajos, el calor saldría sin inconvenientes. Si nos imaginamos que el auto es el planeta, así hemos vivido por miles de años. El sol calentaba la Tierra, pero ésta no retenía el calor como lo hace ahora, ¿por qué?

 

Cuando la humanidad creó las máquinas y adoptó la forma de producción industrial, lentamente comenzamos a “cerrar los vidrios” del auto. Así toneladas de combustible deben quemarse a diario, liberando gases a la atmósfera. Al principio, esto no hacía gran diferencia, ya que, si levantamos sólo apenas los vidrios, el calor sigue saliendo. Sin embargo, cuando los vidrios ya están altos y el calor se está acumulando rápidamente, la situación es muy distinta: cada centímetro más que se cierra es mucho más importante que antes.

 

Pero ¿cuáles son los “vidrios” del planeta que impiden la salida del calor? Por supuesto, los famosos gases de efecto invernadero: el vapor de agua, el dióxido de carbono, el monóxido de carbono, el ozono, entre otros. Por nuestro sistema de producción industrial y por nuestro sistema económico basado en el consumo, estos gases se generan masivamente y se liberan a la atmósfera, “cerrando los vidrios del auto”.

El problema es que resulta que al planeta no le da igual unos grados más o unos grados menos. El planeta es un sistema que evolucionó durante millones de años y es extremadamente delicado y sensible a estos cambios de temperatura. De hecho, el aumento de unos pocos grados (2°C, por ejemplo), más de lo que el planeta ya tiene, produciría cambios que resultarán dramáticos para las generaciones futuras. Es como si fuera que el auto, al que le cerramos los vidrios, es en verdad de cera y cuando lleguemos a una temperatura determinada comienza a perder su forma, a colapsar como una vela encendida.

 

Las consecuencias de un mayor aumento de la temperatura son muchas: el mar se eleva y se expande por el calor, con lo que habrá zonas que quedarán inundadas definitivamente.  Los hielos Antárticos se derriten, creando un efecto dominó que producirá más calentamiento global. Habrá más sequías, afectando las cosechas, a su vez produciendo escasez de alimentos. Éstas son sólo una muestra.

 

Frente a este gran desafío, hay diferentes posturas. Algunos, como el magnate Bill Gates, creen que la solución es seguir avanzando en el mismo camino y encontrar una solución tecnológica. Por ejemplo, se estudia la posibilidad de cubrir el sol mediante la liberación de carbono no tóxico a la atmósfera. Otros, como la activista y escritora canadiense Naomi Klein, plantean reformular completamente nuestra economía hacia una economía del cuidado, con menor consumo y menos contaminación.

 

Lo que nos advierten los científicos especializados es que aún si dejamos de liberar los gases de efecto invernadero inmediatamente, la reacción del sistema es lenta, y ciertos cambios tardarán cientos de años en retroceder. Por lo tanto, hay algo que es muy claro: más allá de las opiniones que pueda tener cada uno, el momento de actuar es ahora.