Línea Uno CDH

Boletín de información comunitaria

Consejo de Desarrollo Hispano
Boletín 46. Marzo 12, 2021

Un año después, vacunémonos

por Duberlis Ramos

Exactamente un año atrás comenzamos la publicación de este semanario en un viaje a lo desconocido y un universo levemente imaginable. Esta jornada comenzó con una diversidad de sentimientos contradictorios y tribulaciones producto de nuestras limitaciones intelectuales en la posibilidad de dimensionar el tamaño de este flagelo de carácter universal y nuestras capacidades sociales y colectivas en responder a lo que pasamos a denominar COViD-19, la pandemia del siglo. Intuíamos que esta sería una tarea de largo aliento y complicada.

 

Por supuesto que el temor era parte de la energía inicial, pero al mismo tiempo teníamos muy claro que la esperanza y el fortalecimiento de la resiliencia serían herramientas y protección en lo que se venía y, por lo tanto, era lo que podíamos ofrecer a la comunidad para fortalecernos y animarnos colectivamente en medio de esta causa, que por supuesto aún no está concluida y nos mantiene caminando sobre “cáscaras de huevo”.

 

Se han usado muchas formas de describir la situación y se han utilizado muchas metáforas en el proceso, pero de todas formas todo esto ha sido un esfuerzo complicado y difícil de conceptualizar como cuando nos referimos a ver la luz al final del túnel. ¿Cuál es la luz? ¿Cuán largo es el túnel?  Si, son formas de aplacar la circunstancia, pero aún ha costado mucho medir la crisis particularmente cuando parecen ser otros los afectados, o de que esto ocurre con más frecuencia en otra parte del mundo y no en mi entorno inmediato. Todas justificaciones para substanciar patrones de comportamiento riesgosos o una forma de aliviar los desafíos y temores de la pandemia, entendibles, pero no justificables en la necesidad del cuidado público colectivo.

 

Y ya ha pasado un año que comenzamos este boletín semanal Línea Uno. Hoy vivimos en otro mundo. En retrospectiva, esto fue originalmente una obra inspirada por el impulso en acompañarnos mutuamente, de poder conversar y compartir experiencias, información y noticias. Sobre todo, para poder tener un espacio de confianza en el cual poder expresar nuestras ideas y explorar nuevas perspectivas en cuanto a la pandemia y, porque no, el poder imaginar un mundo alternativo. Esto último es vital pues como siempre lo decimos, las crisis ofrecen siempre riesgo y oportunidad.  En este caso, asociamos esta paradoja a la búsqueda de la normalidad, y ¿con que nos quedamos…?  Si lo pensamos de una manera innovadora, tendríamos la oportunidad de crear nuevas respuestas a nuestros viejos problemas de inequidad, desigualdad, racismos, clasismos y reemplazarlos por estructuras sociales, culturales y económicas que atiendan a las realidades de nuestras comunidades y a nuestras generaciones en toda su extensión. 

 

Por ejemplo, a partir del año 2000 en toda las Américas era claro que la situación de los adultos mayores era una problemática crítica creciente y absolutamente predictible. Estudios, conferencias e investigación ya lo establecían claramente, que en todo el continente teníamos un déficit creciente de atención a este importante grupo de nuestra población.

 

Durante la pandemia, esto dejó al desnudo una situación triste y sobre todo frustrante en la medida que previsible y remediable.  ¿Soluciones? Múltiples.  ¿Qué queremos decir? En el caso de Canadá, es necesario abrir la discusión y revisar la experiencia de la pandemia, sus orígenes, sus resultados y más importante, como planeamos e invertimos hacia el futuro. Como de costumbre dentro de nuestra gobernabilidad federalista surgen las materias jurisdiccionales acerca de quién es responsable sobre qué y en qué nivel… Dada la circunstancia esto implicaría redefinir administrativamente materias como la responsabilidad sobre el cuidado de las personas, la habitación y la salud de aquellos a lo largo de todo este país. Con estándares universales apoyados por un nuevo régimen financiero de responsabilidad pública, responsable y transparentada, en el cual el lucro no sea la forma de medir sus resultados. La tragedia desatada en el “sector cuidado de largo plazo” que ha afectado a Canadá no se compadece de la fundación humanitaria del sistema universal de salud aquí. O por lo menos quisiéramos creerlo así.

 

Entonces podemos decir que en realidad tenemos como generación una oportunidad de cambiar algo que es fundamental y que ha de impactar el futuro global del país en un ámbito crítico. Voluntad es poder. Esa misma voluntad que forzó el desarrollo de vacunas y nuevas medicinas a nivel global es una indicación de que se pueden hacer cosas cuando existe voluntad y motivación.  De la misma forma, es que podemos hacer cambios y adaptaciones desde lo institucional jurisdiccional a lo económico incluido lo científico.  Sirva como ejemplo esto último, pues si bien hay muchos sectores golpeados por la pandemia, los adultos mayores sin lugar han sufrido una tragedia silenciosa y silenciada por su condición de marginalidad en un sistema problematizado que debe cambiar y particularmente ha de ser responsable a toda la sociedad. El liderazgo dirigente de nuestras estructuras federales, provinciales y municipales no puede ser exculpado de esta responsabilidad.

 

Después de un año exacto de pandemia hemos aprendido algunas cosas y esto es importante en la medida que actuemos frente a lo que sabemos no funciona. Después de 897 mil casos en Canada y después de 22,335 muertes es sólo razonable pensar y actuar en la dirección de hacer honor de todos quienes perdieron sus vidas y su salud, particularmente aquellas personas que por su vulnerabilidad no tuvieron la posibilidad de defenderse.  Como comunidad de habla hispana podemos aducir muchas falencias y justificaciones para aliviar nuestras conciencias, pero después de un año de COVID-19 es importante reflexionar y contribuir a un futuro inclusivo, sobre todo cuando en nuestras propias familias hemos perdido seres queridos dentro de Canadá y en nuestros países de origen.

 

Como en toda experiencia humana, siempre podemos aprender de la historia, y una vez más henos aquí tratando de asimilar las lecciones de vida y a no olvidar. Línea Uno, como ente silencioso y testigo elocuente de esta jornada borrascosa de nuestra frágil humanidad nos insta a solidarizarnos, cuidarnos mutuamente y a expresar que juntos podremos lograr lo que individualmente nos puede detener. Confiemos en nuestras causas comunes por la salud y la vida. Usemos las herramientas que tenemos y actuemos responsablemente, demos el paso y vacunémonos.  Por el amor al prójimo y a nosotros mismos, y por todas nuestras futuras generaciones la inmunización es el gran acto de resolución.