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Boletín de información comunitaria

Consejo de Desarrollo Hispano
Boletín 48. April 2, 2021

Flores y tumbas

por Sandra Farias

Japón vivió este año anticipadamente la llegada de la primavera y las maravillosas postales de sus cerezos en flor, sakura (florecimiento) fueron captadas por primera vez en marzo, cuando desde los 70 se han documentado en abril o comienzos de la época de clases en el país asiático. Los expertos del clima sostienen que es parte de los cambios del planeta causados por el efecto invernadero, más conocido como calentamiento global.

 

Cambio climático y calentamiento global no son sinónimos, sino más bien causa y efecto. El calentamiento global es la causa del cambio climático, es decir, el aumento de la temperatura del planeta provocado por las emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero derivadas de la actividad del ser humano, lo cual provoca variaciones en el clima que de manera natural no se producirían.

 

La Tierra ya se ha calentado y enfriado en otras ocasiones de forma natural, pero lo cierto es, que estos ciclos siempre habían sido mucho más lentos, necesitando millones de años, mientras que ahora y como consecuencia de la actividad humana, estamos alcanzando niveles que en otras épocas trajeron consigo extinciones masivas en apenas doscientos años.

 

Pero además no sólo se trata de flores anticipadas. Entre las enormes consecuencias de este proceso inexorable de extinción en el que los humanos nos hemos encausado, ocurren cada vez más seguido sequias que destruyen los alimentos, inundaciones que nos obligan a emigrar para no morir ahogados, huracanes que destruyen todo a su paso en minutos, o incendios sin control en zonas irrecuperables del planeta, con la consiguiente destrucción de sus ecosistemas de plantas y animales.

 

Siempre ha sido igual, entonces, por qué tenemos que cambiar el rumbo. Mejor nos preocupamos en cómo terminar la pandemia para poder volver a viajar, volar, tomar cruceros y entregar nuestros cuerpos a las doradas playas de algún paraíso terrenal aún existente y disfrutarlo sin culpa porque nos lo merecemos, después de tanto encierro y tantas horas de algún trabajo mal pagado o tolerando a un mánager cargado de frustraciones.

 

Nuestra corta visión como especie no nos permite ver el bosque. Tanto tiempo mirando pantallas tan pequeñas nos ha cegado más aún. Ver la realidad a través de las redes también nos hace ser más egoístas y a pensar más en nuestras necesidades individuales o en cómo cuidarnos para poder vivir más tiempo.

 

El aumento en la demanda y producción de energía obtenidas mayoritariamente a través de combustibles fósiles han provocado que el planeta haya entrado en lo que parte de la comunidad científica ha denominado el Antropoceno: la nueva era geológica motivada por el impacto del ser humano en la Tierra.

 

¨Si no sabe resucitar, no se junte con los amigos¨, decía uno de los chistes de la Semana Santa. Con una tercera ola pasando por la puerta de la casa, hay quienes aún dudan con ponerse la vacuna de la farmacia. Es como cuando en el Titanic, los de la primera clase elegían en qué bote salvavidas iban a lanzarse al mar. Seguir danzando en la cubierta de un barco que ya está hundiéndose es una visión bastante tremendista o casi conspirativa. El problema es que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

 

El número de habitantes del planeta crece exponencialmente. Hoy somos más de 7.700 millones de personas y continuaremos creciendo hasta 2050 al menos 2.000 millones más. Una población cada vez más numerosa necesita cada vez más recursos, lo que acelera el aumento de la emisión de gases de efecto invernadero en todos los procesos de producción.

 

Con esta visión se sentaron a conversar los científicos que integran el Panel de Cambio Climático de la ONU. Cómo hacer entender a la humanidad de realizar cambios que sean altamente impactantes, escalables, compatibles, confiables y científicamente sólidos para que nuestra especie tenga alguna chance. 

 

Como en los Avengers, estamos transitando un momento en que seguimos pensando que porque tenemos vacunas ahora somos invencibles. Quienes han estudiado los virus por muchos años saben que la batalla con los virus siempre está perdida. La respuesta a una pandemia no es la vacuna, sino la inmunidad de rebaño, y tal como hemos jugado las cartas en el 2020, eso está bastante lejos de alcanzarse, ya que, en vez de fabricar una vacuna barata y accesible para todo el planeta, optamos por transformar la pandemia en una gran oportunidad de negocios farmacéuticos a escala global.

 

Al igual que nuestra actitud irresponsable de negación de la ciencia del cambio climático, negamos la ciencia del coronavirus y de sus primos cercanos y por venir. Como si se tratara de un enemigo al que tenemos que derrotar, nuestra triste ideología de superhéroes nos hace creer ilusoriamente que podremos seguir viviendo igual que siempre.

 

Así como vamos, tanto las pandemias como el cambio climático permanecerán y muchas generaciones por venir estarán sepultadas antes de que comprendamos que la solución es la adaptación, la mitigación del impacto, la resiliencia y sobre todo poder alcanzar acuerdos internacionales globales dejando de lado un modelo de desigualdades estructurales.

 

Los niños hoy no pueden ir a la escuela no por falta de vacunas, sino porque la calidad del aire en sus aulas no tolera una pandemia tras décadas sin inversión en la estructura de edificios escolares. Los más ancianos se murieron en masa no por falta de vacunas, sino porque sus hogares de cuidado priorizaron las ganancias a la atención digna y porque sus familias no tienen espacio ni tiempo para hacerse cargo.

 

No se trata de luchar contra la pandemia o el cambio climático. La batalla en ese terreno ya está perdida. Se trata de aprender a convivir con estos fenómenos con capacidad de adaptación y resiliencia. El cambio que nos permitirá sobrevivir como especie alcanzará una dimensión social, pero antes cada uno debe aprender a florecer en otros tiempos, en formas diferentes y más solidarias.