Línea Uno CDH

Boletín de información comunitaria

Consejo de Desarrollo Hispano
Boletín 50. April 20, 2021

El efecto Titanic

por Rodrigo Briones


Hace poco tiempo atrás realicé un taller sobre racismo, dedicado a reflexionar sobre la actitud que cada uno de nosotros tiene respecto de la comunidad negra. Uno de los ejercicios pedía que pensáramos sobre lo que habíamos escuchado respecto del negro. Aquí se jugaron las diferencias culturales. En mi país, por ejemplo “el negro” es el amigo de toda la vida, el “Tío Negro”, o incluso el papá de un amigo a quien le dicen “El Negro”.

 

Haciendo abstracción de esta realidad, difícil de compartir, me dediqué a reseñar lo que escuché desde la más tierna infancia. Casi una página fue lo que pude escribir en la ocasión. Lo interesante de este taller fue que nos invitaba a reflexionar sobre una nube de ideas que nos envuelve y que tiene como resultado la discriminación.

 

Sucede que hemos sido criados en una sociedad racista. Despreciamos al que es distinto. En algunas zonas será el negro, el palestino, el judío, el sunita, el de la sierra o el de la costa. El del interior o el que vive enfrente. Es difícil de aceptar esta realidad, seguimos intentando pensar sobre esto, invitamos a la reflexión. Escribimos en este Boletín Línea Uno sobre el tema. Como uno más de los condicionantes a la hora de tomar una decisión.

 

Ese es el sentido del nuestro trabajo, acompañar a la comunidad en el entendimiento de lo que sucede alrededor para que las decisiones que cada uno tome tengan en cuenta las variables objetivas, las que se ven: “salga con paraguas esta tarde si piensa ir al parque” por ejemplo. O mantenga una distancia de dos metros, siempre, con otras personas durante esta pandemia.

 

También sobre los condicionantes que no se ven; reflexionar sobre las propias ideas, sobre cómo entendemos el mundo. Es un compromiso, por ejemplo, con la salud comunitaria en este tiempo de coronavirus. Basarse en ideas falsas, lleva conclusiones equivocadas, lo que falla no son las acciones, sino las premisas. De ahí el título de esta reflexión: lo que hundió al Titanic, fue pensar que no se hundiría nunca.

 

Durante cincuenta números hemos transitado ese camino. Lo ha dicho Luis Carrillos, el que ha venido pintando su realidad con Las Viñetas. Pinta tu aldea y pintarás el mundo parece que dijo León Tolstói.

 

Alejandro Morales ha conjugado el trabajo de investigación y la experiencia propia para acercarnos cada semana un artículo. Nada más terminar de leerlo ya uno empieza a desear el próximo. A Duberlis Ramos le ha tocado la responsabilidad de dotar a Línea Uno de la ecuanimidad necesaria para ser un reflejo de la diversidad que somos.

 

Sandra Farias ha desplegado su oficio de periodista en los artículos que nos ofreció. Pero también ha quemado sus pestañas leyendo lo que cada uno aportó con sus escritos. Ha tenido que leer, releer, corregir errores ortográficos y de los otros. Todos estamos agradecidos de su tarea milimétrica, eficaz y edificadora de un producto final serio y honesto.

 

Rudy Ramos tuvo la épica tarea de poner todo junto gráficamente. Le ha dado el toque final con ilustraciones que invitan a la lectura. También le ha agregado valor ético y estético a la publicación que llegó cada semana a una vasta audiencia, difícil de cuantificar.

 

Llegamos al número cincuenta y decíamos que es una ocasión para reflexionar sobre el camino recorrido. Entonces lo primero será agradecer a todos los que han leído y nos han acercado su punto de vista. A quienes han colaborado con sus escritos y a ese grupo pequeño de voluntarios que ha dedicado horas y energía para construir esta realidad.

 

Nos queda la responsabilidad de seguir. Aun vemos que por el efecto Titanic se sigue pensando que los que van en tercera clase, los que están debajo de la línea de flotación, son descartables. No se han tomado las medidas para atender a los más vulnerados de nuestra sociedad. Cada uno sabe quienes son y sería bueno que entre todos podamos reconocerlos.

 

También será necesario que reconozcamos el efecto Titanic en nuestras propias decisiones, en quien es el que está primero en la línea para ponerse la vacuna. En cuántos rollos de papel higiénico me llevo en el carrito de supermercado. Adelantarse un lugar en la fila, implica que uno que necesita la vacuna ahora, por su trabajo en la sociedad, no la tendrá. Llevarme un rollo de más en mi carro del super dejará a una familia sin la elemental higiene.

 

Somos espectadores de políticas de gobierno que llevan el efecto Titanic enraizado en su fundamento. Por más que se nos quiera contar otra historia, tenemos el ejemplo de otros gobiernos que han actuado mejor y peor como para no creernos los relatos oficiales. Estamos obligados a entender porqué lo han hecho y cual ha sido el costo de estas políticas.

 

La tragedia del Titanic se produjo porque los vigías no alcanzaron a ver el iceberg sino hasta cuando estaba muy cerca del barco. No tenían binoculares y la noche estaba muy oscura. Cuando pudieron dar el aviso, el timonel cambió el rumbo, pero la inercia llevo al barco a chocar. Y se hundió. Cincuenta y tres años después del suceso cerca de las costas de Terranova, Frederick Fleet, el vigía que avistó el inmenso bloque de hielo se quitó la vida, abrumado por la soledad, la pobreza y la culpa, que asumió como propia, por la tragedia.

 

¿Alcanzamos a ver el peligro de la pandemia? ¿tenemos las herramientas necesarias para lidiar con esta enfermedad? ¿Se está prestando atención al conocimiento científico? ¿Podremos cambiar la inercia de nuestra percepción de la realidad? O nos contentaremos con endosarle la responsabilidad a algún chivo expiatorio.

 

Nuestro deseo es poder seguir aportando regularmente elementos que ayuden a la comunidad a tomar el camino más seguro para atravesar los desafíos presentes y futuros.