Línea Uno CDH

Boletín de información comunitaria

Consejo de Desarrollo Hispano
Boletín 55. Julio 2, 2021

El dilema de un nuevo país:
¿celebrar o no celebrar?

por Duberlis Ramos

 

Como se asevera generalmente en el ámbito de los negocios, si hay algo que parece ser demasiado bueno, probablemente no es bueno… De la misma manera, cuando hablamos del carácter y de la historia de los países algo más o menos similar ocurre. Y esto tiene que ver con el camino recorrido por la población de ese país, y como esa población produjo un diseño que acogiera e hiciera síntesis de todos los componentes que conforman la estructura de sus instituciones, sus funciones y sus constituyentes. Estemos de acuerdo, esto significa la construcción de un estado o unidad país la cual sea representativa de la nación la cual le ha formado. Los designios divinos, o ley divina de las monarquías, han quedado atrás en el tiempo y volvemos hoy a la política constitucional como una de las maneras prácticas y modernas de legitimizar estados, gobiernos y naciones.

 

Estas concordancias terminan por producir los acuerdos y mandatos que fundamentan los pilares de la construcción de un país el cual ha de ser exitoso en la medida que es capaz de incluir todas las partes en su creación. Pero esto también implica otra dimensión generalmente olvidada la cual es la historia anterior del territorio y de sus habitantes. Como lo demuestra el estudio de la historia y geografía a través del planeta, particularmente a la luz del colonialismo y creación del sistema internacional moderno queda claro que la invasión y ocupación territorial es uno de los factores determinantes en la historia de muchas naciones, y que a su vez este fenómeno ha resultado en condiciones catastróficas para poblaciones las cuales fueron forzadas bajo el poderío colonial o imperial a ceder sus territorios. Los diferenciales de poder que impusieron en principio la aceptación de los conquistadores pueden ser difícilmente consideradas invitaciones a poblar y gobernar territorios con sus propias fundaciones ya establecidas, con su propia historia, cultura, religión, ciencia, organización económica,  salud,  ordenamientos legales, y gobierno. Más aun, en nuestras culturas ancestrales, las visiones cosmogónicas conectaban, y aun conectan, en unisón ecológico todas las etapas en la vida de una persona.

 

Esta realidad es particularmente clara y asentada en los territorios de todas las américas y en su enorme diversidad que cubría todo el territorio desde la tierra del fuego, la pampa, el llano, la montaña y la selva, hasta las poblaciones del norte circumpolar en 1492. Si sabemos que el carácter del contacto con los europeos fue en principio místico, transformándose prontamente en lucha por sobrevivencia. Este fenómeno ha sido descrito de muchas formas e interpretaciones, pero la realidad de, en el caso de América del Norte y Canada en particular, el proceso colonial fue de asimilación violenta e inexorablemente exterminador de la cultura y sus orígenes ancestrales que  existían a la llegada del conquistador quien traía sus propias vestiduras e instituciones a ser reproducidas en imagen de la metrópolis por “designio divino”.

 

Esta violenta yuxtaposición en muchos casos ha sido ignorada o tratada con indiferencia por los historiadores e intelectuales quienes articulan la formulación del conocimiento y de alguna manera afirman el rol de poder ejercido por las naciones imperiales, cada una en su momento y también apoyadas por nociones de fe que históricamente produjeron pilares celestiales para justificar o explicar el carácter del imperialismo y de esta manera hacerlo parte  de esta nueva situación que marca el paso del feudalismo al modernismo y de ahí a un nuevo sistema económico guiado por la obtención y acumulación de la riqueza en escala no vista anteriormente en la historia de dos milenios.

 

He aquí entonces nuestro dilema actual en Canada 2021. Paradojalmente cuando hablamos de celebrar el nacimiento de un país en 1867 como un hecho que instintivamente debería ser de regocijo, hoy genera una pregunta la cual es precipitada por nuestros valores morales colectivos y un componente de religión aplicada en el proceso de asimilación de la población autóctona que ha existido por más de diez mil años aquí. Ya no se puede alegar más desconocimiento de la historia ni derecho a ser alienados por indiferencia adquirida frente a esta historia. Incluidos nosotros mismos como inmigrantes en este país disfrutamos de los beneficios de un estado que sistemáticamente a subyugado a la población autóctona apropiando su entorno, su espacio y sus recursos y finalmente atentando en contra de la cultura y la vida de esta humanidad.

 

Quienes fuimos recibidos por este país precisamente por venir de situaciones marcadas por la misma violencia sistémica, solo más reciente, cuando escuchamos de atrocidades de lesa humanidad como las que hemos conocido en semanas previas en este año 2021, y particularmente estamos hablando de niños, esto nos conmueve y remece nuestros sentidos y emociones de la misma manera que nos insta a cuestionar y a por lo menos demandar un acto de contrición de quienes tuvieron en sus manos esta política y son responsables hoy de las instituciones dedicadas a “gestionar” tal como en antaño el indigenismo como política pública y todas sus instituciones y ministerios asociados. Si, hemos tenido una Comisión de la Verdad y la Reconciliación  y una Investigación Nacional sobre Mujeres y Niñas Indígenas Desaparecidas y Asesinadas, pero objetivamente es posible percibir aun hoy una indiferencia y falta de asumir realmente tan serias ocurrencias y efectivamente responder como colectividad nacional frente a estos hechos de histórica trascendencia.

 

Son tiempos críticos y en donde se prueba el carácter del colectivo-nación en el cual vivimos hoy. Más que celebración, hoy estamos llamados a observar esta fecha y reflexionar y ver como todos quienes vivimos en este país tomamos el compromiso de trascender la historia de la subyugación y trabajar unidos en esos ideales de que tanto hablamos y gobiernos y burocracias repiten sin convicción tantas veces. Equidad y diversidad, respeto por el otro, aceptación de que nuestro futuro depende de nuestra voluntad de construir con toda la diversidad que existe hoy reconociendo nuestras culturas ancestrales en principio y en derecho.

 

Podremos celebrar cuando revisemos nuestro actuar y frente a la luz del trabajo que implica la promesa de Canada, su territorio y reconocimiento  de sus fundadores iniciales en camino a una nueva historia de todos.