Crisis alimentaria tras la pandemia

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Boletín No 68, Toronto, Octubre 29 de 2021
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Crisis alimentaria tras la pandemia

Boletín Línea Uno 68 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
29 October 2021

por Duberlis Ramos

El sistema alimentario, desde la producción a su distribución, emerge cada vez con más fuerza como uno de los grandes temas de nuestro tiempo, ya que los resultados de su existencia y su implementación impactan cada día más a la población.

Por una parte, y como producto de la globalización, podemos apreciar muy a menudo como la comida y la cocina son gustos y prácticas cada vez más desarrollados como tendencias o modos de consumo sofisticado hasta niveles de exclusividad máxima, donde la variedad de productos y su preparación ha sido convertida en arte culinario.

Al mismo tiempo, en esta aldea global podemos apreciar la otra cara dramática de esta realidad, la cual está crecientemente marcada por limitaciones al acceso de los productos alimenticios más básicos y a un mayor deterioro en términos nutritivos.  Esto es derivado de las condiciones del ambiente, el continuado uso de técnicas químicas en los cultivos y la pobreza endémica que afecta a muchas poblaciones en todas las regiones.

Como si esto fuera poco, el cambio climático también incide en introducir factores de incertidumbre en cuanto a la continuidad de la producción, y por supuesto el valor nutricional de los productos, en particular aquellos destinados al consumo de las grandes poblaciones en el mundo en desarrollo.

Más allá de la situación productiva y en lo más básico del universo de los consumidores se encuentra el acceso al consumo, dependiente de los sistemas de distribución y la llegada de los productos a los mercados locales de todo el planeta.

Todo esto enmarcado por el costo de los productos en una inflación galopante global que ya se hace notar, con serias alzas en los bienes comestibles y en los insumos utilizados en la producción industrial, lo cual será particularmente crítico para una gran mayoría de los hogares.

En gran medida, el duro encuentro entre la necesidad fundamental de tener que alimentarnos, por un lado, versus la inflación, el costo de la producción más la ganancia a lo cual también hay que agregar un valor de especulación, hacen que las canastas familiares del planeta tomen un costo permanentemente alto en los presupuestos familiares, llevando a eliminar cada vez más el consumo de productos debido a su alto costo.

Esto es más significativo aun cuando los ingresos salariales aparecen disminuyendo a niveles constantes, creando así una situación muy dura en casi todo el planeta y particularmente entre poblaciones del mundo afectadas con mayor crudeza, como son la población infantil y las poblaciones de edad avanzada, quienes ya desde el inicio de estas sucesivas crisis se encuentran en alto riesgo.  

Las soluciones aparecen muy complicadas, especialmente cuando los factores que influyen en la economía alimentaria van de lo histórico a lo contextual ambiental, sumado a los aspectos culturales y sobre todo a las políticas económicas, particularmente las importaciones y exportaciones y las regulaciones resultantes de acuerdos comerciales de libre comercio.

Desde la perspectiva del Tercer Mundo, estos acuerdos afectan particularmente las debilidades de países con poca diversidad productiva y la imposibilidad de cambiar de rubros productivos, sobre todo en el corto plazo.

Y volvemos una vez más a los términos de intercambio, en muchos casos miserables. Un ejemplo relativamente didáctico es el del café, el cual como latinoamericanos conocemos muy bien, y el cual para muchos de sus productores en la región significa pobreza, mientras que en Norteamérica sus precios son altamente valuados.

Un aspecto global reciente son los reclamos de los pequeños y medianos agricultores en la India. Hoy estas comunidades campesinas hacen huelgas y protestas por evitar un nuevo enfoque de la economía agraria, con el objetivo de establecer mecanismos de libre mercado que eliminen los tradicionales sistemas de comercialización dirigidos por poderes compradores colectivizados. Nuevamente la gran crítica es que quienes ganarían una vez más serían las grandes empresas agroindustriales, cuyo objetivo es la exportación en su contexto global.

Resulta paradójico que, como lo decíamos al principio, la globalización de las cocinas domésticas ahora genere una gran presión por los productos básicos de todo el mundo, mientras que quienes tienen a estos productos como patrimonios ancestrales esenciales para su dieta básica tienen que competir hoy por su consumo en mercados globalizados.

Desde la perspectiva canadiense, sin ir muy lejos, mientras producimos comida para el mundo, tenemos un creciente y dramático déficit en casa, donde los bancos de comida ya no dan abasto para sustentar las necesidades de grandes segmentos de la población.

Una medida del desafío que esto implica es que alrededor de veinte años atrás, participamos de un evento crítico cuando se llegaba al millón de visitas anuales al banco de comida entre los residentes de Ontario.  En un artículo de CBC posteado el 30 de noviembre del 2020, en plena pandemia, la periodista Christine Rankin señaló como en esta provincia “las visitas al banco de comida se elevaron a 3,2 millones de visitas anuales,” de acuerdo con informes de las organizaciones que trabajan en esa área.

Hoy, cuando los miembros de nuestra comunidad expresan su preocupación por las alzas en los precios de la comida, en efecto están activando un botón de alarma, ya que es claro que la economía alimentaria también actúa hoy como marginalizador y productor de desigualdades profundas en nuestra sociedad.

Como comunidad, con desafíos en el área salario e ingresos, hoy nos enfrentamos a una inflación peligrosa, por lo que sólo nos queda comenzar a pensar y actuar seriamente más allá del banco de comida o de la política monetaria que el Banco de Canadá pueda implementar.

Como comunidad cívicamente activa, debemos comenzar a expresar nuestras opiniones al respecto y exigir probidad y responsabilidad pública en estos temas… No olvidemos que la historia de América Latina está repleta de estas situaciones, las cuales han marcado profundamente la vida de una buena parte de nuestra comunidad de inmigrantes.

Si bien es cierto el comer bien puede ser hoy un arte, este también puede ser uno de los más trágicos indicadores de desigualdad y exclusión para los miembros más vulnerables de la sociedad.






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