Día del Recuerdo
4 November 2021
por Alejandro A. Morales
El
número once fue el resultado de un acuerdo de los excombatientes de
ambas guerras mundiales, al encontrar una fecha y hora para realizar
este homenaje. Se eligió así el onceavo mes del año, en su
onceavo día y su onceava hora.
El
hemisferio norte, de donde procedían la mayoría de los soldados, se
entristece dicha parte del año. Los árboles se despojan de sus
hojas, ya descoloridas, y ocasionalmente suele caer un delgado manto
de nieve prematura.
Cada
once de noviembre, hago un pequeño peregrinaje a un cementerio
ubicado en el norte de la ciudad, que me espera en su habitual traje
de árboles descoloridos y una soledad que entristece aún más, para
entregar un mudo saludo a un viejo amigo, cuyos restos se encuentran
en una esquina del camposanto, donde se entierran las cenizas después
de una cremación.
¿Quién
fue mi amigo? Un hombre algo mayor que llegó a Canadá desde la
rubia Albión, en circunstancias muy especiales. Un nombre fácil de
recordar y pronunciar: Rex. En su pasaporte James Reginald, con quien
mi mujer y yo compartimos de vez en cuando algunas veladas en la
taberna local, compartiendo un “fish
and chips”
y un par de cervezas tibias, al estilo inglés.
Para
un par de hispanos como nosotros, sin guerras al menos durante el
siglo 20, la conversación giraba hacia la última Guerra Mundial, de
la cual habíamos leído en las revistas y visto en las muchas
versiones de Hollywood. Sin embargo, nuestro amigo no era muy locuaz
en ese tema. Nos costó entender que tanto héroes como veteranos no
gustan de traer recuerdos que suelen ser dolorosos, a menos que
transcurran en sus logias de veteranos, donde entre camaradas se
abrían más, compartiendo experiencias. A veces, una tercera pinta
traía un poco de locuacidad a la mesa y así pudimos hilvanar
historias de su vida que conectaban con el episodio bélico.
Rex
era londinense y cuando el Rey Jorge VI hizo su dramático llamado a
defender la isla, con sólo 19 años se enroló en la RAF (Real
Fuerza Aérea) y recibió entrenamiento para pilotear los bombarderos
con sus letales cargamentos y la enorme peligrosidad de ser objeto
del fuego antiaéreo. Cuando llegó a su casa con su nuevo uniforme
se miró al espejo e hinchó su pecho de orgullo, listo para salir a
la caza de Jerry
(los alemanes).
Pronto,
su familia y la población en general comenzó a experimentar la
brutalidad de un conflicto bélico. Londres, y otras ciudades, a
recibir las visitas que les enviaba Göering, en forma de bombardeos
constantes que los británicos llamaron el “blitz”.
Aun así, la vida continuaba, la hija mayor del rey, Isabel, manejaba
un Jeep
y hacía voluntariado, mientras los niños eran enviados al campo o a
las granjas, para escapar del bombardeo. La vida de Rex tomó un
vuelco inesperado. Las salidas en el aire hacia Europa se repetían y
la vida de los pilotos se estimaba en dos o tres semanas. Con un
libreto prestado de la industria cinematográfica Rex se enamoró y
casó, como otros tantos.
Los
pilotos de bombarderos tenían que cumplir 30 misiones sobre el
continente. Rex fue uno de los afortunados, que incluso alargó sus
misiones a un total de 33. Y ya tenía una hija, a la cual muchas
veces pensó que no volvería a ver. Fue, sin embargo, afortunado.
Como premio a su esfuerzo, la alta comandancia le designó venir a
Canadá a entrenar nuevos pilotos, aunque ya se estaba ganando la
guerra.
Y
así llegó a Trenton, Ontario, lo que no fue algo rutinario. En más
de dos ocasiones estos jóvenes, a quien él entrenaba, estuvieron a
punto de enviar a todos al “más allá”. Se le otorgó un
descanso médico y, un día de esos, los primeros infantes soviéticos
entraron en Berlín hasta la Cancillería, donde el monstruo que
causó todo se había quitado la vida.
Ya
de vuelta en Inglaterra, con el tiempo, Rex se dio cuenta que su
matrimonio había sido un fracaso. Además, la escasez de trabajo le
hizo inmigrar a Canadá, donde existían nuevas oportunidades. Aquí
encontró una nueva pareja y hasta amigos que hablaban con un acento
extraño, que él también trató de aprender. Así se convirtió en
padrino de nuestro hijo, hasta que un rebelde cáncer al pulmón se
lo llevó de este mundo a explorar otras latitudes.
En
estos días, siempre que llego hasta el cementerio de la avenida
Royal York y, en medio del frío y las hojas caídas, trato de
encontrar su tumba. En alguna ocasión he fallado en encontrarla.
Entonces me digo: Rex no te olvidamos, ni menos tu vida, la de un
soldado corriente como tú, ya que mientras lo hagamos, seguirás
vivo. Ahí está el objetivo del Remembrance
Day
(Día
del Recuerdo).
Número
de soldados fallecidos en acción en la Segunda Guerra Mundial, de
algunos países: Canadá
45,400; China 3-4,000,000; Unión Soviética 10, 700, 000; Estados
Unidos 416, 800; Reino Unido 383, 600; Polonia 240, 00; Alemania 5,
533, 000; Austria 261, 000; Francia 267, 000; Japón 2, 120,000;
Rumania 300, 000; Hungría 300,000; Italia 301, 400; Yugoslavia
446,000.
Víctimas
a nivel mundial:
Soldados
muertos en acción: 15,000,000
Soldados heridos en acción: 25,000,000
Civiles fallecidos: 45,000,000
Soldados heridos en acción: 25,000,000
Civiles fallecidos: 45,000,000