Haití, el pueblo errante

Reflexiones, diálogo y comunidad
Línea Uno
Boletín No 69, Toronto, Noviembre 5 de 2021
Boletín Línea Uno, Toronto, Ontario
Consejo de Desarrollo Hispano
DESIGN
BLOG
Go to content

Haití, el pueblo errante

Boletín Línea Uno 69 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
4 November 2021

por Alberto Juan Barrientos

Pareciera que incluso la naturaleza conspira contra los haitianos y que el Todopoderoso cristiano, con la anuencia de las deidades paganas que reinan en la mente de sus pobladores, ha condenado a esa nación a ser un limbo sociopolítico por los siglos de los siglos.  

Quizás esta realidad está llegando a ser aceptada allí como el statu quo, tanto por devotos católicos como por practicantes del vudú, mientras los estudiosos de la historia y la sociedad teorizan sobre las causas de la tragedia. Más recientemente, como colofón a esta tendencia apocalíptica, varias agencias de noticias comenzaron a reportar sobre una situación migratoria catalogada de crítica en la frontera de México y Estados Unidos, que adquiere cada vez más visos de crisis humanitaria, donde el componente étnico mayoritario son inmigrantes ilegales haitianos.

Cabría preguntarse entonces: ¿por qué están los haitianos en el centro de esta situación, ¿cómo es que son abanderados del éxodo en el hemisferio? Para entender el presente, haremos un breve análisis del pasado.  

Colonias y guerras

Tras el descubrimiento y la colonización de la isla que hoy comparten Haití y República Dominicana en 1492, el territorio fue dominado por la corona española durante unos dos siglos. En 1697, tras una larga guerra con Francia, España cede a los franceses un tercio de la isla, toda la parte occidental. Surge entonces la colonia francesa de Saint Domingue, que marcará un siglo más tarde determinados hitos en la historia del hemisferio.   

Casi un siglo después de establecida la colonia, el 3% de la población local era europea, otro 3% estaba compuesto por esclavos libres y el 94 % restante (casi un millón de almas), eran esclavos traídos de África o sus descendientes. Con semejantes masas de africanos, cuyas creencias religiosas animistas tenían raíces ancestrales, prendidas al alma de los desterrados, nacería una idiosincrasia peculiar y sincretizada, como ocurre con los metales fundidos al calor.  

Con un desbalance abismal en la distribución de la riqueza, es decir con una población mayoritaria viviendo en el extremo de la pobreza, aquello no podía terminar en otra cosa más que en una revolución (más bien una rebelión).  

La revolución

En 1791, un reducido número de líderes ilustrados, movidos por la combinación de necesidades económicas clasistas, influencias filosóficas de la Revolución Francesa y, tal vez, guiados por ciertos eflujos egocentristas, levantaron un ejército de esclavos contra sus patrones.  

La balanza se inclinó naturalmente hacia las huestes rebeldes del General Toussaint Louverture, quien tras la abolición de la esclavitud en la metrópolis aceptó la subordinación a Francia, pero se hizo nombrar gobernador vitalicio de Haití. Tras varias luchas internas con otras facciones, que generaron las primeras migraciones masivas hacia territorios vecinos, los haitianos se rebelaron contra la corona francesa y ganaron finalmente su independencia en 1803.   

Se fundó así una república matizada por luchas intestinas, caudillismos, con una monoproducción agrícola y estratificación de corte feudal, copiada de una Europa que comenzaba a superar esos modelos, social y políticamente arcaicos.  

Desde entonces, el pueblo haitiano ha vivido bajo esos esquemas dictatoriales, donde una clase, exigua en números, ha ejercido un control opresivo sobre grandes masas iletradas, cuya misión ha sido producir bienes en condiciones de semiesclavitud.  

Los golpes de estado y los asesinatos de líderes políticos, cual componente ineludible del modelo sociopolítico de esta república sui generis, no han cesado hasta el presente.  

Migraciones y pobreza extrema

Ya desde los tiempos de la Revolución, las migraciones masivas han marcado la historia de Haití. Quizás por la tendencia a replicar el concepto imperial europeo (los generales rebeldes terminaron proclamándose emperadores), la nueva nación se vio siempre involucrada en una aventura bélica (invasiones a la parte española) o una revuelta popular contra el gobierno, violentamente reprimida.  

Por decenas de miles, colonos y trabajadores haitianos huyeron en el siglo XIX hacia Cuba y hacia la Luisiana americana, creando comunidades numerosas que luego se integrarían a las sociedades locales.  Desde finales de ese siglo y durante los inicios del siguiente, se repetiría el proceso en la vecina República Dominicana (ya independizada), estableciéndose los inmigrantes haitianos como mano de obra barata dispuesta al trabajo más duro.  

Largas dictaduras

La inestabilidad política del siglo XX en Haití, marcada por sucesivos golpes de estado, dos décadas de ocupación militar norteamericana y una dictadura de la familia Duvalier que se extendió desde 1957 hasta 1986, crearon el paradigma de la emigración como única solución a la pobreza y a la violencia en esta nación insular.  

Para los inicios del siglo XXI, la comunidad haitiana en el extranjero se componía de varios millones de individuos que, desde sus nuevas moradas, mantenían un flujo estable y vital de recursos financieros hacia sus familias en Haití.   

La furia de la naturaleza

En la primera década del siglo XXI, como patrón repetitivo de la mala fortuna que algunos han terminado aceptando como destino manifiesto, la naturaleza ha desatado su furia contra Haití.  

Cinco poderosas tormentas tropicales provocaron una devastación superlativa, lo que sumado a una crisis económica galopante e indetenible, creó una situación de verdadera crisis humanitaria en la ya empobrecida nación caribeña.  
Como colofón al conjuro nefasto de factores externos, un terremoto devastador destruyó gran parte del país en el 2010. Se estima que entre 250 y 300 mil personas perdieron la vida producto del sismo, mientras un millón al menos quedó sin hogar.  

La infraestructura productiva fue destrozada, o quedó inoperante, y la ayuda externa no podrá revertir la situación, a pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional.  

Con el inicio de la segunda década del milenio, el éxodo haitiano adquiere proporciones bíblicas. Sólo que esta vez, otros países de América Latina compartirán la función de la “tierra prometida” que supo ser Estados Unidos.  

Rumbo al sur y al norte

Determinadas coyunturas económicas hicieron que, de manera progresiva, miles de inmigrantes haitianos fuesen aceptados en países de Sudamérica entre el 2010 y el 2018. Para finales de la década, Brasil había otorgado más de 120 mil visas a trabajadores “baratos” provenientes de Haití.   

Asimismo, países como Perú, Ecuador y Chile absorbieron en masa aquella mano de obra desesperada, la que podría producir bienes con un costo menor. Y todo funcionó relativamente bien, hasta que las crisis cíclicas del capital (esta vez con un empujón pandémico) pusieron de nuevo a los haitianos en el camino incierto de la emigración.  

Dos factores fortuitos aceleraron el éxodo de los haitianos hacia Norte América, partiendo esta vez de las tierras al sur del Río Bravo. La pandemia del COVID-19, que barrió con buena parte del empleo en el continente, dejó a estos inmigrantes desprovistos de ingresos.  

Con la llegada del demócrata Biden a la Casa Blanca, los haitianos creyeron ver una mano tendida desde el país del Norte donde, a pesar de todo, la riqueza superaba a cualquier virus. A falta de pan, el hombre se alimenta por un tiempo de esperanza…y así muchos emprendieron una marcha tortuosa a través de las selvas andinas y las del Darién, desafiando peligros naturales y humanos (entre serpientes y traficantes corruptos) para llegar, muchos meses después, a la frontera entre México y Estados Unidos.    

A mediados de septiembre pasado, unos 13 mil inmigrantes provenientes de Sudamérica se hallaban en los alrededores del puente que une Ciudad Acuña (México) con Ciudad Del Río (Texas).  Gran parte de ellos eran haitianos.  
En ese momento, oficiales del gobierno americano informaron que unos 4 mil inmigrantes permanecían bajo el puente, mientras más de 3 mil se hallaban detenidos en territorio estadounidense y estaban siendo procesados. Sólo una ínfima minoría de estas personas había logrado obtener un estatus legal que les permitiese permanecer en territorio americano. Casi mil quinientos inmigrantes fueron llevados de vuelta a Haití por vía aérea. (2)

Al presente, la situación no se ha resuelto. La Casa Blanca ha dejado en claro que en términos migratorios no hay prioridad alguna para este pueblo sumergido en la desesperanza. Y mucho menos en tiempos de pandemia. Los haitianos de la frontera tendrán que volver por sus pasos y reescribir su Vía Crucis en sentido inverso, o rezar a sus deidades ancestrales por un milagro político moderno. El tiempo dirá.



Fuente:







contribuye   pixotronmedia
Hispanic Development Council
Consejo de Desarrollo Hispano
1280 Finch Ave West, Suite 203
North York, Ontario, M3J 3k6
CANADA
Boletín Línea Uno
Back to content