Viñetas Número 77
30 December 2021
por Luis Carrillos
Muy
buenas amigas y amigos. Una semana más, otras viñetas nuevas.
Dado
que este es un tiempo especial del año y la última semana del 2021,
en esta ocasión, las estoy orientando en varios rumbos, aunque lo
central son dos temas: el arte original y las historias del tren
subterráneo. La intención de énfasis la relacionaré en lo
visual, lo musical y en lo de servir a los demás.
Arte
original
“Bring
home original art for the holidays”
-Traiga
a casa arte original durante las vacaciones,
decía
el encabezado del artículo en el periódico del sábado. Lo voy a
leer más tarde pensé. Era temprano por la mañana y me preparaba
para hacer una serie de cosas, entre ellas terminar los crucigramas,
que como les he contado en números anteriores, no puedo comenzar mi
sábado sin por lo menos hacer una buena parte de estos.
¿Qué
quiere decir arte original?, me pregunto, mientras continúo leyendo
el artículo. Atrajo mi atención porque habla de cómo la autora
describe una pintura -de un oso barrigón panza arriba-, que se
compró y que ahora está colgada en la pared arriba de su
escritorio, de tal forma que los ojos del oso siempre están
presentes, “supervisando” sus reuniones de trabajo en el Zoom.
También dice, que en lugar de traer piezas de arte en los viajes
prepandemia que hacía a otros países, hoy en día explora a través
de Instagram. Que así es como pudo comprar “los más lindos aretes
de semillas de las Primeras Naciones del Norte de Canadá”
Esto
de los aretes me recuerda a los que yo traía de El Salvador
prepandemia, los que hace mi sobrina Nena. Los de ella son de granos
de café, semillas de conacaste, de copinol (ambos árboles de madera
dura), semilla de pacun (sapindus
saponaria),
cuya
madera se usa para leña y también para carpintería de interior o
mangos de herramientas, entre otros (1) Esto explica lo de arte
original, donde la creatividad y, por qué no, el espíritu
emprendedor de las personas locales que, mientras se ganan la vida,
hacen uso adecuado de lo que la madre naturaleza ofrece y, como
resultado final, promueven un arte original.
Flores
y colores
Pero regresemos a la intención del principio. Esto me trae a recuerdo una agradable y sorpresiva instancia que sucedió en la oficina de mi estimado paisano Juan Carranza, en una de esas conversaciones semanales que hemos venido sosteniendo en los últimos dos años. Al sentarme en el lugar acostumbrado del sillón, fijé la vista en el cuadro en lienzo que había venido viendo por días. Esta vez decidí ir a verlo de cerca. Estaba sobre una mesita, arrimado a la pared y empaquetado como para ser enviado a entrega con sus esquineras protectoras y forrado de plástico transparente. Es un cuadro que de cerca pude apreciarlo mejor. Un florero transparente de vidrio con flores muy atractivas que parecen rosas en colores rojo, amarillo y blanco, en fondo café claro manchado. Al estar cerca me dio por contarlas, eran veintiuna flores.
Pero regresemos a la intención del principio. Esto me trae a recuerdo una agradable y sorpresiva instancia que sucedió en la oficina de mi estimado paisano Juan Carranza, en una de esas conversaciones semanales que hemos venido sosteniendo en los últimos dos años. Al sentarme en el lugar acostumbrado del sillón, fijé la vista en el cuadro en lienzo que había venido viendo por días. Esta vez decidí ir a verlo de cerca. Estaba sobre una mesita, arrimado a la pared y empaquetado como para ser enviado a entrega con sus esquineras protectoras y forrado de plástico transparente. Es un cuadro que de cerca pude apreciarlo mejor. Un florero transparente de vidrio con flores muy atractivas que parecen rosas en colores rojo, amarillo y blanco, en fondo café claro manchado. Al estar cerca me dio por contarlas, eran veintiuna flores.
Mientras
admiraba el trabajo de arte, le comento a Juan lo mucho que me gusta
el cuadro. “Compañero, me alegra que le guste. Ese es su regalo
de Navidad,” me dice Juan. Al acercarme para apreciar mejor la
obra, como es costumbre quiero ver cuál es el nombre del artista y
el año cuando fue pintado el cuadro. Para mi agradable sorpresa leo
que dice Roberto
Martínez. Roberto
es otro salvadoreño con quien también hemos ‘caminado’ (como
decimos allá en El Salvador), Juan y yo en otras etapas de nuestras
vidas. Una como activistas en la solidaridad con el pueblo
salvadoreño desde los años 80. Y lo otro, en el trabajo
social-comunitario con la diáspora por más de veinticinco años.
El
cuadro me fue entregado el martes 21 de diciembre y ahora adorna un
lugar especial: la pared de una sala junto a otro trabajo de arte,
regalado por otro amigo, también especial, hace cuarenta y cinco
años. Gracias a Juan y a Fred, donde quiera que estes. A estas dos
obras la acompaña el mensaje L
O V E.
Dormitorio
en el tren subterráneo
Una persona iba acostada durmiendo plácidamente arropada con una ‘quilt’, colcha elaborada con retazos de tela: “… una forma de arte que usa técnicas modernas y tradicionales para crear objetos de arte. Personas que practican este arte crean, basándose en sus experiencias, en imágenes e ideas en lugar de usar patrones tradicionales.” (2)
Una persona iba acostada durmiendo plácidamente arropada con una ‘quilt’, colcha elaborada con retazos de tela: “… una forma de arte que usa técnicas modernas y tradicionales para crear objetos de arte. Personas que practican este arte crean, basándose en sus experiencias, en imágenes e ideas en lugar de usar patrones tradicionales.” (2)
Por
su apariencia, la colcha era de un buen precio y estaba en buen
estado. También
a su lado llevaba un par de camisas guindadas con ganchos, en las
barras de donde uno se agarra mientras viaja parado. Ese detalle
parecía indicar que esta persona más que indigente era alguien que
venía viajando de fuera de Toronto y venía con cansancio. A los
indigentes generalmente se les ve con ropa sucia, barbados, el pelo
desgreñado y, a menudo, con olor corporal desagradable. Esta persona
se veía arreglada y tenía el cabello corto y bien mantenido.
Cantando
en el tren
Una
persona afrocanadiense iba cantando a todo pulmón una melodía
navideña. Su voz, aunque destemplada y chillona, no opacaba su
entusiasmo de celebrar la época festiva del año. El que las demás
personas, se alejaran de ella, para no tener que oírla, no le
inmutaba ni parecía molestarle.
Un
momento después paró de cantar y sacó su celular e hizo como que
estaba haciendo una llamada. Enseguida dijo “Hello, Lady Gaga.
¿cómo estás?, ¿te gusto mi canción? Continuó su ‘conversación’
como unos 5 minutos más y comenzó a cantar de nuevo. Unos minutos
después hizo como que apagaba su celular y lo guardó.
Antes
de cantar y conversar con ‘Lady Gaga’ traía una pelea silenciosa
con las demás personas. Por lo menos conmigo. Yo entré por una
puerta frente al asiento donde iba sentada e inmediatamente, con
gestos desdeñosos diciéndome “muévase, no se siente allí.”
Eso lo
continúo haciendo con las demás personas, especialmente con otras
mujeres hacia quienes hacia gestos corporales agresivos. Su
hostilidad era más manifiesta hacia otras personas afro canadienses,
hacia quienes lanzaba puñetazos al aire. Cuando yo me baje del tren,
continuó en su viaje.
Tu
comodidad es la molestia de los demás
Esperando
el tren en la estación central del tren subterráneo desde donde les
he relatado anteriormente historias, en esta ocasión veo a una
persona que se paseaba ida y vuelta en un área estrecha de la
plataforma. Yo me mantuve a distancia mientras llegaba el tren. Una
vez que este arribó y lo abordamos, entró y enseguida se dirigió a
una línea de asientos vacíos, procediendo a acostarse y comenzar a
dormir plácidamente. Una señora asiática decidió que no quería
presenciar la escena y se movió a un asiento alejado cuando éste
comenzó a roncar en un profundo sopor.
El
arte de servir a los demás
Otra historia originada en el tren tiene que ver con una persona mayor que depositó un cartoncito de jugo y una barrita de avena con chocolate en el asiento, al lado de un joven que parecía estudiante y que iba profundamente dormido. La señora abordó el tren una estación después que yo y llevaba una bolsa de una conocida cadena de supermercados, repleta de compras. Se sentó en el asiento al lado donde iba el joven profundamente dormido. Lo vio, metió la mano en la bolsa, sacó las dos cosas y con un gesto de ternura las depositó al lado del muchacho y luego volvió a colocar sus manos en su regazo, pero continuó viéndolo, como una abuela mira al nieto. Unos minutos después, al llegar a la estación donde se bajaría, se levantó con mucho cuidado de no hacer ruido, tomó su bolsa de compras y se bajó del tren silenciosamente. Una parada después era mi turno. Me bajé del tren y el muchacho continuó su camino en un profundo sopor, pero con las golosinas a su lado.
Otra historia originada en el tren tiene que ver con una persona mayor que depositó un cartoncito de jugo y una barrita de avena con chocolate en el asiento, al lado de un joven que parecía estudiante y que iba profundamente dormido. La señora abordó el tren una estación después que yo y llevaba una bolsa de una conocida cadena de supermercados, repleta de compras. Se sentó en el asiento al lado donde iba el joven profundamente dormido. Lo vio, metió la mano en la bolsa, sacó las dos cosas y con un gesto de ternura las depositó al lado del muchacho y luego volvió a colocar sus manos en su regazo, pero continuó viéndolo, como una abuela mira al nieto. Unos minutos después, al llegar a la estación donde se bajaría, se levantó con mucho cuidado de no hacer ruido, tomó su bolsa de compras y se bajó del tren silenciosamente. Una parada después era mi turno. Me bajé del tren y el muchacho continuó su camino en un profundo sopor, pero con las golosinas a su lado.
La
acción de esta mujer me trajo a la mente el programa Metro
Morning de
la cadena radial CBC, que con motivo de la estación festiva de fin
de año tuvo un segmento sobre acciones benevolentes, de las que
habíamos sido recipientes o donantes alguna vez. En el programa, una
mujer compartió su experiencia de una ocasión cuando en un
establecimiento de comida rápida al momento de pagar su orden se dio
cuenta que no tenía su cartera para pagar. “De pronto”,
dice ella, “una mujer que estaba pagando a otra cajera al lado le
dijo “póngala en mi cuenta. Yo voy a pagar lo de ella”. Contó
que nunca supo quién era la mujer que no la dejo que pasara hambre.
Volviendo
a mis reflexiones, al ver a la señora depositar la bebida y el
comestible al lado del joven durmiente y recordar el programa
matutino, se me vino a la mente que el arte de servir a los demás
aún sigue vigente en el universo.
Amigas
y amigos, estas han sido mis historias de arte y en el camino. Muchas
gracias. ¡Hasta la otra semana y que tengan un Feliz Año Nuevo!