Viñetas Número 82, Historias en la nieve
4 February 2022
por Luis Carrillos
Lunes
17 de enero
32
centímetros de nieve cayeron durante la noche del 16 de enero y la
mayor parte del día 17 de enero. Lo de lo profundo de la nieve lo
reportó la televisión como el mayor récord de nieve caído en
años. Esto lo anunció la televisión inmediatamente, sin embargo,
noticias posteriores dan cuenta de números mayores: 36 centímetros
a la orilla del lago y 46 en el área donde vivo.
Cuando
fui a caminar, en la mañanita, vi que ya había por lo menos quince
centímetros. Al inicio viendo por la ventana desde la sala de mi
apartamento -estoy en el sexto piso- vi lo completamente blanco del
paisaje, sin embargo, haciendo caso omiso de la blancura me fui con
zapatos de caminar, en lugar de las botas de invierno adecuadas para
el momento.
Allí,
sí que me falló la experiencia de la que hablo en viñetas
anteriores. Los zapatos no me protegieron, los pies se me helaron o,
mejor dicho, se me mojaron y se me congelaron. Sin embargo, al llegar
a la casa me los frote con aceite de niño, hasta que les volviera el
calor. Después, todo continuó como si nada y comencé los
preparativos para irme a la oficina en un par de horas.
La
sorpresa que me esperaba al salir del edificio en mi intento de ir a
la oficina me trajo a la realidad del momento. Cuando abrí la puerta
vi que la nieve había crecido al doble de como la vi unas dos horas
más temprano. La acumulación frente al edificio la calculé en unos
40 centímetros.
Involuntariamente,
mi intención de ir a la oficina se me desinfló inmediatamente. Y
tomé la decisión relámpago de volverme a lo tibio de mi
apartamento, cambiarme a ropa casera y conectar mi computadora
portátil para ponerme a trabajar, mientras en la estufa hervía
chocolate que me mandaron mis hermanas de El Salvador y que degusté
mientras trabajaba en estas historias. ¡Que frio!
Esperando
el transporte
En
mi burbuja geográfica-comunitaria el mundo comienza su movimiento a
partir de las cuatro de la mañana, cuando aquellas personas con
trabajos temporales son pasadas a buscar en transportes que los
llevan a sus lugares de labores. Estos lugares para abordar estos
vehículos son cinco: tres parqueos en plazas públicas y dos en
esquinas localizadas en la calle principal y en calles secundarias.
Es común ver grupos variados en número en esos lugares. El más
numeroso es el que se concentra en el parqueo de una plaza donde
están las oficinas de una compañía que acomoda trabajadores
temporales. Ese día había pocas personas, tal vez por la nevada.
Desabrigada
Aquella
mañana nevada,
además de las personas
esperando el transporte hacia los sitios de trabajo, me llamó la
atención en la plaza donde están los negocios una joven mujer
vestida con una chaqueta delgada, no muy apropiada para el clima del
momento. Estaba en constante movimiento, como haciendo ejercicios
para mantenerse con calor, de lo contrario se congelaba. De pronto
llegó otra mujer y de su bolsa sacó algo así como un poncho y se
lo puso en los hombros, al mismo tiempo que con un lenguaje asiático
le lanzaba una andanada de palabras, que por el tono parecía que la
estaba regañando. A los varios minutos que pasé de nuevo por el
lugar estas dos mujeres y otras más estaban abordando un vehículo
tipo minibús.
Perros
en la nieve
A
la hora que camino, además de personas que van a sus trabajos,
también veo a otras caminando en parejas, o caminando sus perros,
unos grandes como el rottweiler americano, el pitt bull, el husky
siberiano o el labrador. Lo interesante de esto, es que los dos
primeros canes los llevan hombres, y los dos segundos, mujeres. Este
día de tanta nieve no fue la excepción. La mujer con el labrador
iba caminando rumbo al sur y el hombre con el pitbull rumbo al norte,
ambos por la calle principal. Los otros caminantes, la mujer con el
husky y el hombre con el rottweiler iban en la calle transversal. Por
suerte no se encuentran. Si así fuera, imagínense lo que
sucedería, ¡son todos perros de gran tamaño!
El
rottweiler y el pitbull son perros que algunos dueños los entrenan
para pelear. Por lo menos, eso es lo que he visto en mi área y en
viñetas anteriores lo he mencionado. Y en este caso, lo interesante
es que son dos hombres jóvenes. Y estos perros no son para pelea,
son para estatus e imagen, por lo menos eso me decían los muchachos
del parque. En el caso de estos dos perros, sus amos llevan las
correas bien afianzadas con las manos y cuando viene alguna persona
en dirección opuesta jalan el perro en otra dirección.
En
el caso del labrador, la mujer que es un poco mayor lleva una correa
especial, que se alarga o acorta de acuerdo con la distancia que ella
quiera darle. Y en el caso del husky, la mujer que es joven, se ata
la correa en la cintura y el animal va caminando al paso,
apaciblemente a su lado.
Este
día los cuatro perros caminaban en la nieve muy tranquilamente
acompañando a sus amos en su ejercicio matinal, alrededor de las 6
de la mañana. Unas horas más tarde era el turno de los pequeñitos,
acompañados por personas mayores. En fin, todo el mundo canino tuvo
oportunidad de gozar de la nieve.
Jóvenes
trotando
Ese
mismo día vi a tres personas jóvenes, una mujer y dos hombres en
apariencia, que en los últimos días los he visto trotar, por
supuesto que cada uno por su lado. En esta ocasión lo hacían sin
ninguna dificultad como si fuera en el otoño. ¿Cómo hacen para no
deslizarse?, me pregunto. La misma expresión de asombro tuvo la
señora musulmana de quien hemos hablado en el pasado, cuando ella y
yo vimos a la joven pasar de largo.
De
todas formas, la “nevada más grande,” como le he dado en llamar,
ha causado muchos estragos. Hablemos de lo que pasó con el tráfico.
De acuerdo con el sindicato del transporte urbano hubo “unos 500
buses que se atascaron en todo el gran Toronto,” como por ejemplo
el que se atascó a unos metros de mi edificio y el otro, a una
cuadra más al este. Se tardaron varios días en removerlos. A esto
se le sumó los incontables vehículos pequeños, también enterrados
por varios días.
Como
suele suceder, en días de nevadas de tal magnitud alguna persona
conocida es afectada directamente. Sandra Cordero, una colega
trabajadora de la salud del sector PSWs (personal
support worker), me escribió
el día después:
“Buenos
días, colega. Antes que todo espero que estés bien. Ayer me quedé
enterrada en la nieve con el auto y me tocó llamar una grúa después
de una hora de intento. No había nadie en la calle y nadie tenía
una pala. Moraleja: tener una pala dentro del carro en estos casos…
menos mal que tengo servicio de CAA y cubre los gastos. Llegué a
casa con frio. Ya estoy bien, con buenos ánimos para un nuevo día
maravilloso. Abrazos”.
Mi
respuesta: “Lo sentimos colega Sandra, aunque por el lado del ‘vaso
lleno’ como profeso yo en mi consejería, la experiencia dejó
rasgos positivos: el incidente se dio al final del día, que estoy
seguro usted ya había terminado de ver sus pacientes y ninguno se
quedó sin su atención. Lo otro es que se recibió una lección de
andar una pala en el carro y lo último y más significativo es su
ánimo, ese que nos menciona de ir al encuentro de “un día
maravilloso.”
Nieve
y más nieve
“Casi
20 mil toneladas de nieve han sido removidas”. Esta noticia en la
pantalla de la televisión encabezaba a otra donde se leía: limpieza
y remoción de nieve continúa en Toronto. Viendo estas noticias me
pregunto, ¿será que esta nieve viene del centro de la ciudad,
porque acá por mi área los promontorios son tan altos como al
principio y las aceras no están limpias, los transeúntes tienen que
caminar por la calle, corriendo el riesgo de sufrir un daño
personal. El riesgo de caminar por la acera nevada es una caída o
una fractura en el ojo del pie. Este riesgo corrí yo en mi caminata.
Pensé que podía cruzar la calle, caminando sobre una montaña
de nieve que me llegaba a la cintura. Cuando me hundí
inmediatamente, saqué la pierna, so pena que se endureciera la nieve
y me quedara trabado. Esto de trabarse, lo contaremos más adelante.
Queriendo
corroborar mi teoría que la mayor parte de la nieve removida fue en
el centro de la ciudad, en efecto pude ver que en el distrito
comercial y de entretenimiento, aunque no completamente limpio, buena
parte de las aceras ya estaban transitables. Lo cierto es que la
nieve se limpió antes en el centro de la ciudad. Allá por el este
de la ciudad es la misma historia que en mi burbuja.
El
niño samaritano y el adulto mayor
Otra
historia que quiero relatar es la que escuché en el programa radial
matutino Metro Morning Toronto
de CBC -La Mañana en Toronto Metropolitano. Se trata de un niño de
8 años que avisó a sus padres que un hombre mayor estaba atrapado
en un banco de nieve y que no podía moverse. Pareciera que el
pequeño vio al adulto mayor desde su ventana. Los padres
inmediatamente fueron a auxiliar al señor.
El
niño le relató al locutor de la radio que llamó a sus padres
“porque
vio que el señor se había caído en el banco de nieve y que no se
movía. Los padres fueron a ayudar al señor y lo llevaron al
interior de la casa para reconfortarlo y que se calentara. Mientras
el adulto mayor se recuperaba, el niño le ofreció una taza de
chocolate caliente, bebida acostumbrada en este tiempo de frio. De
acuerdo con el padre, el hombre la recibió muy agradecido y el niño,
como todo niño, inmediatamente puso atención a sus juguetes,
dejando a los adultos en conversación.