Hemos recorrido un largo camino

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Línea Uno
Boletín No 90, Toronto, Abril 1 de 2022
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Hemos recorrido un largo camino

Boletín Línea Uno 90 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
1 April 2022
por el equipo de Línea Uno

El 11 de marzo de 2020 Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la COVID-19 como una pandemia. Desde entonces, la enfermedad ha infectado a aproximadamente 500 millones de personas en casi 200 países y ha matado a más de seis millones de personas en todo el mundo, pero aún no ha terminado.

Al llegar al número 90 del Boletín Línea Uno, hemos pedido a nuestros colegas y colaboradores realizar un balance de lo que fueron estos dos años en sus vidas:

Balance de Duberlis Ramos

“El crear en mi mente una imagen mental de lo que podría ser un flagelo como una pandemia, trataba de establecer una imagen basada en la historia de lo que fueron el asolamiento de la muerte negra en Europa u otros momentos catastróficos, como la mal llamada “Spanish Flu” o Ébola en África. Más recientemente, habíamos tenido algo de contacto directo con esto en relación con SARS, pero de alguna manera algo distante, por lo efectivo del manejo de la salud pública en Toronto. Entonces, este cuadro cerebral en mi imaginación era la única base con algo de sustentación científica sobre cómo responder a una pandemia en la actualidad. Inconscientemente, sí estaba claro que en la realidad una pandemia era posible y con resultados probablemente catastróficos para el mundo y, por supuesto, para los más vulnerables.

Con anterioridad a la declaración de la OMS ya habíamos tenido la oportunidad de recibir información de otras partes del mundo que mostraban lo extraordinario de esta crisis en ciernes. Tuve la visión de un abismo, al cual caíamos irremediablemente sin más defensa que nuestra capacidad de organizarnos y crear la posibilidad de responder colectivamente frente a un elemento desconocido. Frente al pánico que vendría, la mejor respuesta inicial sería producir información bien fundada y ofrecer a la comunidad modos de comunicación con respuesta creíbles, basadas en el conocimiento científico.

Mi primera llamada fue al departamento de Salud Pública de la Ciudad de Toronto pues, en mi mente, ellos deberían ser un actor clave en cualquier respuesta que se pudiese concebir… Era muy temprano… y había que actuar con las herramientas que tuviésemos: con urgencia, pero sin pánico. Como comunidad en nuestra historia colectiva hemos vivido muchas experiencias y estas nos hablaban de lo necesario de las estrategias colectivas, de la cooperación, de la construcción de resiliencia y, sobre todo, la solidaridad y la empatía… Quizás una fuente de inspiración mayor, en mi caso, fue repasar nuestro trabajo comunitario en Toronto por el Huracán Mitch en Centro América. Este evento nos dejó muchas lecciones y empoderamiento para pensar que teníamos la capacidad de respuesta frente a fenómenos naturales. A partir de ahí lo que vino fue un diálogo creativo inmediato con el equipo de lo que sería Línea Uno y por supuesto con el Consejo de Desarrollo Hispano”.

Balance de Rodrigo Briones

“Mi primera reacción sobre la pandemia fue de incredulidad. Estábamos en el medio de una escalada de agresión de parte del ex presidente de Estados Unidos, cuando se trataba de ocultar la amenaza del poderío económico del gran país asiático. Lo primero que pensé fue como una enfermedad temible podía arruinar la economía del país de origen”.

“A poco de andar, los casos de contagio avanzaban devastadoramente. Y la mayor preocupación de la ciencia médica era que no había respuesta. No se sabía cómo actuar, lo casos crecían y crecían. El hallar una vacuna era la única opción, pero estábamos muy lejos de ese horizonte”.

“Primero hubo que aprender cuales eran las fuentes creíbles en las que abrevar, hacer la trilla: esto de separar la paja del trigo. Luego tuvimos que desbrozar el camino para llegar a la comunidad. Allí fue cuando empezamos a dar forma al Boletín Línea Uno, hace 90 semanas atrás. El centro de nuestro trabajo fue encontrar fuentes que se basaran en la ciencia, como madre del conocimiento”.

“Siempre insistí con que la vacuna era una más de las herramientas para hacer frente a la pandemia, pero no la única. Siempre hicimos hincapié en que esta es una crisis de salud pública. Esto significa que no se enfrenta por decisión personal, sino por conveniencia del conjunto social. Entonces no es la misma respuesta en cada lugar del mundo, incluso no lo es para una región aquí en Ontario que para una en Alberta. Cada lugar tiene su clima, su geografía, su gente, sus costumbres”.

“Ser ajustado a lo local, atender a la ciencia, creer en los administradores de salud cuando estos se ciñen a los mandatos científicos. Decir lo que es necesario y dejar de lado aquello que solo confunde”.

“Tres acciones, siempre: lavado frecuente de manos, distancia física cuando haya muchedumbre y mascarilla cuando se está en lugares cerrados. Hubo momentos en que era menester insistir con esta predica aun cuando todos estábamos hartos y ya nadie quiere escuchar la palabra pandemia”.

Un virus como nunca se había visto

Los expertos llevaban décadas advirtiendo sobre una especie de pandemia inminente.
Nos explicaban que a medida que los seres humanos amplían sus asentamientos hacia zonas silvestres, aumentan las probabilidades de que un nuevo patógeno salte de un animal a una persona, dando lugar a una enfermedad zoonótica mortal, fenómeno que ha ido en considerable aumento desde el siglo pasado. Y así sucedió.

El virus original, llamado SARS-CoV-2, evolucionó rápidamente en una serie de variantes que hasta ahora han impedido el retorno a la normalidad prepandémica. Virólogos y profesionales de la salud en todo el mundo luchan aún por predecir cómo sus mutaciones alterarán la transmisibilidad y gravedad del virus a futuro.

La aparición de Alpha, que fue la primera variante preocupante, identificada en el Reino Unido en noviembre de 2020, sorprendió a los científicos ya que tenía 23 mutaciones que la diferenciaban de la cepa original, ocho de las cuales estaban en la espiga de proteína, que es esencial para anclarse a las células humana. Con este conjunto de mutaciones, Alpha era un 50% más transmisible que el virus original.

La siguiente versión, Beta, se identificó por primera vez en Sudáfrica y se notificó como variante preocupante apenas un mes después.

La variante Gamma, identificada en enero de 2021, tenía 21 mutaciones, 10 de las cuales estaban en la espiga de proteína. Algunas de estas mutaciones hacían que Gamma fuera altamente transmisible y le permitía volver a infectar a los pacientes que previamente habían tenido la COVID-19.

Luego vino Delta, una de las variantes más peligrosas y contagiosas. Fue identificada por primera vez en la India y designada como una variante digna de preocupación en mayo de 2021. A finales de 2021 esta variante era ya la dominante en casi todos los países, llevando a infecciones más duraderas y produciendo mil veces más virus en los cuerpos de las personas infectadas.

La variante Delta se identificó por primera vez en marzo, cuando menos del 1% de la población, de casi 1.400 millones de personas, estaba totalmente vacunada. Como no podía ser de otra manera, los casos y las hospitalizaciones se dispararon, a lo que siguió una asombrosa pérdida de vidas.

Sin embargo, Ómicron, que es de dos a cuatro veces más contagiosa que Delta, sustituyó rápidamente a esa variante en muchas partes del mundo.

Identificada por primera vez en noviembre de 2021, lleva un número inusualmente alto de mutaciones (más de 50 en total y al menos 30 en la espiga), algunas de las cuales le ayudan a evadir los anticuerpos, mejor que todas las versiones anteriores del virus.

Balance de Luis Carrillos

Las huellas de cinco variantes nos han dejado consecuencias en todos los aspectos de la vida: la perdida de seres queridos, los problemas de salud mental causados por el  encierro, el distanciamiento social, cirugías postergadas, campañas de vacunación y refuerzos, constante lavado de manos, transitar en buses con ventanas abiertas en invierno, desempleo, empleos mal pagados o cambios laborales, el cierre de miles de oficinas, cierres de comercios y restaurantes, violencia intrafamiliar y pérdida de la vivienda.

Para Luis Carrillos, consejero en el servicio comunitario, el poder seguir atendiendo significó organizar todas sus reuniones virtuales o en lugares abierto como parques. “En lo familiar, el no poder ver o juntarme con mis hijos, nietas y nietos por dos años fue lo más difícil. Con mi hija nos juntamos recién después de año y medio”.            

“En lo público he aprendido que la pandemia me ha puesto más cerca de mis semejantes en la forma de cuidar del bienestar personal mental de las personas que buscan mis servicios de consejería. Así, el distanciamiento físico lo supimos aliviar encontrándonos y reuniéndonos en mesas de picnic en los parques”.

“En lo familiar, he aprendido a comunicarme por medio de WhatsApp diariamente con mis seres queridos y por lo menos dos veces por semana con cámara. La pandemia no me ha permitido viajar a ver mi hija, a mis hijos y nietos, lo mismo que a mi familia en El Salvador a quienes trato de visitar cada año. Por último, en lo interno, la pandemia me ha enseñado que debo cuidar de mi salud y persona muy celosamente”.

“En la alimentación, comiendo saludablemente, como por ejemplo avena con frutas en desayuno, verduras al vapor y sopa en el almuerzo, y ensaladas, frijoles cocidos, guacamol, queso fresco para la cena. También camino una hora diaria, con unos quince minutos de ejercicio sin importar el estado del tiempo. Esta rutina de caminar me sirve también en mi ejercicio mental, pues mientras camino voy pensando en las situaciones y casos de mis participantes y las posibles formas de solución que puedo sugerir. Al mismo tiempo voy creando y escribiendo mentalmente lo que voy a decir en las viñetas, acción que he mantenido por dos años y que siento me ha acercado más a la comunidad a nivel local e internacional”.

No sólo una enfermedad respiratoria

Para cuando la pandemia ya había causado los primeros 100 mil muertos, la ciencia comprobó que el SARS-CoV-2 utilizaba proteínas llamadas receptores ACE2 en la superficie de las células humanas para infectarlas. Debido a que ACE2 está presente en muchos órganos y tejidos, el virus infecta a más partes del cuerpo que sólo las vías respiratorias. También se encontró el virus, o partes, en las células de los vasos sanguíneos, las células renales y pequeñas cantidades en las células del cerebro.
Se supo asimismo que el virus al ingresar en el organismo pueda provocar que el sistema inmunológico del cuerpo entre en un modo hiperactivo llamado tormenta de citoquinas, que causa inflamación y lesiones a diferentes órganos y tejidos.

Un mes después de aquel hallazgo se supo que una respuesta inmune anormal puede persistir incluso después de la infección, lo que resulta en síntomas persistentes como fatiga crónica, palpitaciones cardíacas y niebla cerebral, conocido como COVID largo.

Un estudio reciente, que aún no ha sido revisado por pares, demostró que el material genético del SARS-CoV-2 podría persistir hasta 230 días en el cuerpo y el cerebro de pacientes, incluso en aquellos que sólo albergaban infecciones leves o asintomáticas.

Balance de Fernando Rouaux

“Los dos años de pandemia han sido una enseñanza en varios frentes, pero una de las lecciones más importantes es que vimos que la comunidad latina en Toronto se encuentra en un alto grado de vulnerabilidad. Al comienzo de la pandemia, la comunidad latina tenía siete veces más casos que su par blanca/angloparlante y entre todas las comunidades multiétnicas de Toronto, fue la más impactada”.

“Las razones son muchas y para conocerlas con seguridad deberían hacerse estudios. Pero podemos conjeturar: nuestra comunidad trabaja mayormente en puestos esenciales. Estos son trabajos generalmente mal pagos, con lo que se combina el factor vivienda – muchos viven en hogares numerosos o viviendas pequeñas, propicios para el contagio, donde el aislamiento es muy difícil. A estas dificultades se suman otras, como el idioma, la vulnerabilidad de ser inmigrantes, el desconocimiento para navegar el sistema de salud, entre otras. Otro factor complicado para nuestra comunidad fue la ubicación geográfica. Al comienzo de la campaña de vacunación quienes vivían en los barrios más afectados eran quienes carecían de farmacias cercanas donde vacunarse. Como comunidad tenemos que unirnos y estar preparados para futuras crisis, ya sean de salud, o de cualquier otro tipo”.

La desinformación complicó la vacunación

Gran parte de las dudas sobre la vacuna en todo el mundo pueden atribuirse a la infodemia de la COVID-19, o a la difusión de información errónea y desinformación que ha sembrado el movimiento antivacunas.

La diseminación de información no científica y mayormente superficial inundó las plataformas virtuales de videos falsos y de contenidos malintencionados que llevaron a muchas personas a negar la realidad de la pandemia como mecanismo de autodefensa, frente a la enorme incertidumbre reinante.

En aquellos meses el separar la paja del trigo a medida que los grupos científicos avanzaban en su conocimiento de la COVID fue una tarea ciclópea y poco valorada en las comunidades. Los efectos psicológicos de la pandemia se comenzaron a visualizar y pese a las campañas de vacunación disponible alguna parte de la población permaneció en negación, rechazando las recomendaciones de salud pública y exponiéndose a más contagios.

La mezcla de vacunas fue uno de los obstáculos que hubo que enfrentar. Recién cuando se estaban planeando los refuerzos se conocieron los nuevos datos procedentes del Reino Unido que demostraban que la mezcla de vacunas podía aumentar la inmunidad.

Un estudio publicado en la revista científica The Lancet descubrió que las personas que recibieron inicialmente dos dosis de la vacuna de AstraZeneca tenían mayores niveles de inmunidad después de recibir un refuerzo de una de las otras seis vacunas disponibles. Esto despejó dudas en buena parte de la población, pero la confirmación llegó tardíamente y se perdieron semanas claves para evitar la propagación del virus.

Los refuerzos de las vacunas y la rápida propagación de Ómicron desde diciembre del 2021 hasta ahora nos han permitido entrar en una meseta de casos y en un progresivo descenso de hospitalizaciones, al contar con antivirales que previenen mayores complicaciones entre las personas contagiadas.

Balance de Sandra Farias

“En estos dos años hemos vivido o presenciado una serie de frustraciones y dolores. Oportunidades perdidas, deseos aplazados o proyectos torcidos que seguirán estando en la memoria íntima de las personas y, sobre todo, seguirán estando los fallecidos, los enfermos con secuelas de larga duración, los diagnósticos tardíos de otras enfermedades, las operaciones que no pudieron realizarse y tantas otras historias de sufrimiento en la población”.

“La pandemia ha sido una durísima prueba de estrés sobre nuestras estructuras sociales. La principal de ellas, el sistema de salud. En países donde las estructuras de salud estaban al día y funcionando las chances de manejar la emergencia reaccionaron a tiempo, pero en otros como Estados Unidos o Brasil, donde la salud venía colapsando, la población quedó librada al sálvese quien pueda”.

“En países donde se impuso la política de proteger a los más vulnerables y reforzar la cohesión social, la administración de los recursos de salud y las campañas de vacunación fueron más exitosas. Cuando los criterios de prioridad en la asistencia y en la administración de vacunas han sido respetados, hemos visto mejores resultados”.

“De esa lección fundamental surge la necesidad en Canadá de mantener una agencia de salud pública fortalecida en el ámbito estatal e integrada por representantes de todas las comunidades étnicas del país”.

Vacunas en medio de las inequidades

Desgraciadamente, desde un principio las desigualdades en materia de vacunas empezaron a acumularse mucho antes de que se aprobaran las vacunas COVID-19.

Los países ricos -incluida Canadá- encargaron por adelantado cientos de miles de millones de dosis en los primeros acuerdos con las empresas farmacéuticas, dejando a los países de bajos ingresos sin acceso a las vacunas.

La OMS se asoció con organizaciones internacionales sin ánimo de lucro para hacer frente a estas desigualdades a través de COVAX, una iniciativa para asegurar las dosis para los países de bajos ingresos. Pero aún las vacunas siguen yendo a parar de forma desproporcionada a los países ricos cuando administran las dosis de refuerzo.

Para colmo en el último año se han producido varios casos destacados en los que los países ricos han esperado a compartir sus reservas de vacunas hasta que estaban a punto de caducar, lo que ha hecho que se desperdicien cientos de miles de dosis donadas. Por ejemplo, Sudán del Sur tuvo que destruir casi 60.000 dosis en abril, y hasta un millón de dosis se desperdiciaron en Nigeria en noviembre del 2021.

Según el Tablero Global para la Equidad de las Vacunas, los países de bajos ingresos tendrían que aumentar su gasto sanitario en una media de casi el 57% para vacunar al 70% de su población. Esto se debe a que muchos países de bajos ingresos carecen de la infraestructura, desde la capacidad de la red eléctrica hasta el personal sanitario formado, para administrar rápidamente las dosis a miles de millones de personas.

Balance de Mercedes Riestra

“Todavía tengo muy presente el 13 de marzo de 2020, cuando en el trabajo me dijeron, esperen novedades el fin de semana vía email, no entendía mucho a que se refería mi jefa. Hasta que llego el esperado email diciendo que el daycare centre en el cual trabajaba cerraba por tiempo indeterminado y que esperemos más detalles e información en los días siguientes”, nos cuenta la trabajadora comunitaria en el oeste de Toronto, Mercedes Riestra cuando recuerda cómo se enteró de que estábamos en pandemia.

“Un sentimiento raro, mezcla de angustia, desesperación, incertidumbre se apoderó de mi en los días sucesivos, no quería mirar las noticias, total para que si todo el mundo hablaba de lo mismo y saber más de algo que nadie sabía nada…. estamos en pandemia, no tenía que ir a trabajar, todavía no sabía cómo iba a pagar mis cuentas. Viví día por día, esperando soluciones mágicas”.

“Tal vez porque vengo de un país donde la incertidumbre es algo con la que conviví a diario 36 años, tengo algún tipo de training y no entré en pánico …seguí saliendo a la calle a comprar los artículos de primera necesidad, no apilé papel higiénico, no compré nada online, no lavé las frutas, me ofrecí para hacer compras a mis vecinos, a mi familia y ayudé en el restaurant de mis amigos con la entrega de comida a domicilio.

“Personalmente, fue una experiencia que me marcó mucho, porque si bien aquí, en mi burbuja en Toronto estaba todo bastante bien… a 14 mil kilómetros de distancia mi madre se estaba muriendo y yo no estaba a su lado. La pandemia vino a enseñarnos algo: que lo único que tenemos es este momento, el aquí y el ahora y está en nosotros como lo queremos vivir”.




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