Llegar a 100

Reflexiones, diálogo y comunidad
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Boletín No 100, Toronto, 10 de Junio de 2022
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Llegar a 100

Boletín Línea Uno 100 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
10 June 2022



La primera llamada

Por
Alejandro Morales


Hace un par de años recibí un llamado de Duberlis Ramos, director ejecutivo del Consejo de Desarrollo Hispano. Recuerdo que ya había comenzado el fenómeno de la “pandemia”, una palabra que comenzaba a ser repetida miles de veces en nuestras comunicaciones y en los medios de comunicación.

Dos años después nos sigue martillando, pero ya no sentimos lo mismo cuando la escuchamos. En aquellos días inciertos traía a nuestra mente una multitud de sensaciones provocadas por sus características inusuales: global, peligrosa, letal, algo desconocido que nos encontraba indefensos para evitar su propagación.

En esa ocasión él me dio a conocer una idea en la cual estaba trabajando y que era simplemente la de establecer una red informativa de colaboradores con el objetivo de hacer reflexiones, no sólo sobre la crisis misma, pero tal vez de experiencias personales en forma amplia y conteniendo, en lo posible, un grado de humor o simpatía al estilo de una sección del antiguo Readers’ Digest, una publicación muy leída en Chile y Latinoamérica, hasta que los “macartistas” de los años 50 la convirtieron en un instrumento publicitario de sus doctrinas políticas que aún perduran. Siempre traía notas anecdóticas simples, pero interesantes.

En casa de mis abuelos, donde viví por seis meses después del terremoto del año 60 en Concepción, mi ciudad natal, encontré tres libros empastados de cinco ejemplares del Readers,’ cada uno de los años 40 y los disfruté leyendo en mis horas de descanso.

Algunas de sus notas encajaban en lo que pretendíamos con esta publicación, producto de nuestras mentes del momento y que, indudablemente, ayudaría a nuestra comunidad de habla hispana, incluyendo a nuestros colegas trabajando en agencias comunitarias, sospechando que la internet nos podría proveer un medio de difusión para combatir la mentada pandemia.

En una conversación con Rodrigo Briones inquirí opiniones acerca del tema, especialmente porque entonces no sabíamos la posible duración de la pandemia, pero sí intuíamos que dejaría un reguero de experiencias, anécdotas y, sobre todo, reflexiones que perdurarían por años, siempre que no lamentáramos lo trágico, que ya comenzaba a soslayarse. Fue en ese momento que se mencionó la palabra boletín y el modo de transmisión a un número significativo de personas interesadas en colaborar en su contenido o simplemente conocerlo.

Y fue así como aparecieron otros colegas como Luis, Fernando, Rodrigo, Rudy y Sandra y tantos otros se fueron agregando a darle vida a la criatura por nacer. Indudablemente la duración de la pandemia sería el elemento de darle continuidad a la publicación.

Y así nació el Boletín Línea Uno y así le vimos crecer y llegar a lugares donde fue apreciado y distribuido. Y sin darnos cuenta, estamos llegando al número 100, algo que ni siquiera soñábamos que podía suceder. Pienso que le seguiremos pisando los talones a esta pandemia, hasta que recuperemos nuestro perdido mundo habitual.


Trascender la pandemia

Por Duberlis Ramos


El sol tibio de junio temprano, época del año que en Canadá los tulipanes comienzan a decir adiós, las arboledas emergen y la fauna silvestre comienza a adueñarse de sus dominios naturales, haciendo caso omiso de la presencia humana. En este 2022 el viento puede ser de cambio, pero no olvidar que también puede ser de huracán…

Por lo pronto, lo más interesante y casi urgente es que con un grado de descuido casi estudiado pretendemos trascender la pandemia, aún presente en nuestras vidas, pero relegada a un segundo plano frente al país que florece y que quiere olvidar lo pasado.

Como las cigarras, durante los dos últimos años “estuvimos debajo de la tierra,” atados a la condición de guerreros en una lucha contra el COVID-19 que nos aisló y limitó en lo más profundo, cuanto que no nos permitió vernos y abrazarnos, sino solo hasta hace poco.

Como miembro de la comunidad Boletín Línea Uno y participante en la convocatoria inicial a construir una fuente de comunicación en nuestra comunidad local, siento que como en los silencios profundos en medio del reinado de este flagelo universal que acabó con la vida de seis millones o más de seres humanos, hoy resuena en tiempo pasado esa realidad de enfermedad y muerte, entre desfallecimiento y esperanza.

Ya vendrán los ensayos científicos y los estudios de resiliencia…  Sobrevivimos como la cigarra, pero también hay muchos que ya no están, sino en nuestro pensamiento y son parte de la historia que en esta oportunidad no tiene vencedores, solo testigos de una lucha de trincheras en la cual nuestro espacio de intercambios y lecturas reportó semana a semana, con la esperanza de que nuevamente podríamos disfrutar juntos este sol tibio que calienta el cuerpo y levanta el espíritu, respondiendo a nuestra modesta plegaria de redención por la vida y del universo que nos rodea. Este número cien es la suma de la historia y el documento de que estuvimos en la lucha por la vida mano con mano.
 
¿Qué cambió en estos dos años?

Escriben Luis Carrillos, Rodrigo Briones, Sandra Farias, Lida Velázquez, Fernando Rouaux y Edna Amador


Luis Carrillos
 

Desde mi perspectiva en lo personal y comunitario, haciendo una reflexión de los cambios que he visto que se han dado en el mundo en estos dos años, lo veo desde varios ángulos. En la vida del Consejo de Desarrollo Hispano no hemos podido tener un comienzo de semana con la impromptu reunión acompañada con el café, las
donuts y bagels. Allí hacíamos recuento de la semana anterior y planificábamos el trabajo de la semana que iniciaba. Esa rutina la estamos reviviendo los martes que es el día que coincidimos, como personal de la agencia.

En las últimas semanas hemos reiniciado levemente las reuniones hablando de separaciones familiares, violencia doméstica, fallecimientos en la comunidad y el apoyo a las personas dolientes.

La ruptura de la convivencia pacífica comunitaria que el COVID ha causado en la población, los crecientes ataques racistas físicos, verbales y en forma de graffiti a la comunidad Latino/Hispana y hacia otras minorías visibles. Y, por último, el alarmante crecimiento de una pandilla en el área oeste de Toronto, en el área geográfica que fue objeto de nuestro trabajo desde los años 90 hasta dos décadas después.

No queriendo crear una alarma, quiero mencionar que hemos adaptado el servicio de consejería a la comunidad ofreciendo espacios en parques, lugares públicos, lobbies de edificios, o en parqueos de centros comerciales. Esto permitió observar la sensibilidad de las personas hacia sus semejantes, las ofertas para hacer trabajo voluntario y, por último, destacar el valioso papel que cumple el trabajo social.



Lida Velásquez


Durante el largo periodo que ha durado la pandemia de la Covid-19, han sido muchas las diferentes maneras en que nos ha afectado la vida a millones de personas a nivel mundial. Además de las ya conocidas graves secuelas para la salud física, mental y emocional, igualmente ha derrumbado muchos de nuestros objetivos, roles laborales, dinámicas familiares, relaciones sociales y nuestra estabilidad económica. La pandemia ha irrumpido y, en muchos casos, transformado eso que llamamos la normalidad social.

Inicialmente, hubo un periodo de confusión colectiva y de ‘rebote existencial-emocional’.  Personalmente, me hizo reflexionar y repensar mis prioridades y mis rutinas diarias. En mi núcleo familiar y burbuja social, inevitablemente, tuve la necesidad inmediata de cambiar muchos hábitos. Sentí que para poder sobreponernos a la pandemia había que estar en modo ‘supervivencia’ si queríamos sobrevivirla. Así que, para empezar, pensé, había que escuchar y seguir las recomendaciones de los expertos en salud pública y confiar en la ciencia. Algo que, debo reconocer, no fue tan fácil pues desde el principio afloró toda clase de información y, de igual manera, mucha desinformación.

Fue una de las experiencias más duras y, sobre todo, demasiado extenuante. El miedo a lo desconocido nos exponía a a ser presa fácil de las falsedades, y eso nos hacía mucho más vulnerables. Desafortunadamente, muchas familias y círculos sociales globalmente se empezaron a dividir en dos bandos, respecto a la necesidad de vacunarse para protegerse y a sus seres queridos del virus y sus diversas sepas. Así surgieron los pro vacunas y los antivacunas. En esa dicotomía el gran desafío fue tanto el aprender como desaprender muchas cosas.

No ha sido nada fácil, especialmente, si vemos que la pandemia aún no se ha terminado. Por ejemplo, para mí fue y continúa siendo clave y vital el aprendizaje de cómo y cuándo procesar y desglosar tanta información que, continuamente, sigue llegando.

Laboralmente, con las limitaciones del trabajo remoto y todo lo que conlleva la pandemia, lo que me ha hecho muy feliz como trabajadora comunitaria de información legal y en conjunto con el equipo de colegas, desde el Consejo de Desarrollo Hispano, es que hemos podido llegar a nuestra comunidad hispano hablante, brindando diferentes apoyos a través de la información y empoderándoles por medio del boletín informativo Línea Uno, sus redes sociales, plataformas virtuales y a través de nuestra línea telefónica presencialmente desde la oficina del Consejo de Desarrollo Hispano en el noroeste de Toronto. En definitiva, esto ha sido una experiencia social y un aprendizaje colectivo constante.


Trabajo en casa, yendo de la cama al living

Rodrigo Briones


Acabo de leer que Elon Musk ha pedido a los empleados de Tesla que vuelvan al trabajo presencial, caso contrario serán despedidos. Dijo que no se pueden construir automóviles detrás de una pantalla. Algunos desconfían de que esta es una forma de eliminar puestos de trabajo. Pues muchos, después de trabajar a distancia no volverán, simplemente buscarán otro empleo que les permita estar en casa. Ojalá los haya.

La pandemia destruyó de golpe más de 31 millones de empleos en América Latina y el Caribe, una cifra sin precedentes para el mercado laboral de la región. Sus efectos, sin embargo, no han sido iguales para todos. Los jóvenes, los trabajadores con menos años de escolaridad, aquellos que se desempeñan en la informalidad y, en especial, las mujeres, han sido las personas más afectadas por la crisis laboral desatada por el COVID-19. (1)

La nueva modalidad de trabajo virtual o semipresencial afecta la vida cotidiana. Además de la intrusión del trabajo a través de la telefonía móvil, ahora los empleadores que aún no se acomodan a una forma de trabajo colaborativa, sienten que deben poner espías en las computadoras para saber qué hace y cuando está la persona contratada sentada en la silla.

Quizás habría que preguntar si la productividad permanece o decrece, o ¡aumenta! La idea de trabajar en un ámbito cerrado de 9 a 5 responde a patrones de la industrialización, cuando fue necesario imponer una norma que todos cumplieran -bueno no todos, sólo los trabajadores. La oportunidad está, sería bueno revisar las formas.

A la contrapartida de estar en casa y comer sentado a la mesa familiar, hay que sumarle que las consecuencias de trabajar en un ambiente de aislamiento generan un sentimiento de soledad frente a la tarea. No hay con quien compartir los desafíos de la vida del trabajo. Genera estrés permanente por la ansiedad frente a escenarios posibles. Y esto es deterioro de la salud mental. No en vano las oficinas de recursos humanos empiezan a inundar el buzón de correos con sugerencias de ejercicios, meditación y formas de acceder a servicios de consejería… en el mejor de los casos.

Desde el 14 de marzo de 2020 siento que vivo en la oficina, la vida es un continuo de trabajo. Cinco horas después de “salir” todavía estoy trabajando. Un asistente automatizado de Microsoft me dice que ocupo el 100% de mi tiempo libre trabajando. No quise averiguar de dónde y cómo llegó a esa conclusión. Como vengo diciendo desde el comienzo de la pandemia, voy de la cama al living, como la canción de Charly García que me inspiró mientras escribía esta reflexión a dos años de pandemia: https://youtu.be/ldgUatPszek


Contraseñas y secuelas

Los artículos científicos de revisión del impacto de la pandemia en la población de adultos mayores son coincidentes en remarcar que los principales resultados fueron ansiedad, depresión, mala calidad del sueño e inactividad física durante el período de aislamiento.

Mientras la revisión mostró que las estrategias cognitivas y el aumento de los niveles de actividad física mediante aplicaciones, videos en línea, telesalud, son las principales recomendaciones internacionales. (2)
 
Lo que advertimos en el primer momento hace dos años, fue que había que estar cerca de aquellos con quienes hemos venido compartiendo las cosas de la vida. Las personas adultas mayores no son clientes, no son participantes, son esas personas que espero encontrar cada semana, el lunes, el miércoles o el viernes. Los martes y jueves también y cada tanto en fin de semana. Son esas sonrisas amplias que me esperan llegar adelantando las tareas simples de las reuniones, el café, las sillas. Y son también portadores de sorpresas, la bolsa de galletas, la tarjeta de cumpleaños, la historia para compartir. El logro en un desafío cualquiera, la actitud de aportar a una duda. También el reclamo por la falta en lo prometido, o el desacuerdo a viva voz con un tema. En fin, las cosas de la vida, propias de las relaciones humanas.

El 14 de marzo del 2020 se suspendió la vida, quedó colgada de una rueda dentada, que fue como conocimos el Coronavirus. Aun no retomo ese contacto. Desde el primer día luchamos con las nuevas tecnologías, con la falta de acceso al internet, el costo prohibitivo para muchos y con la tozudez de quienes son incapaces de advertir una realidad. Es que la irrupción de las computadoras fue de menor a mayor en la cotidianeidad. Hoy es poco probable que no haya un aspecto de la vida que no esté ligados a un password, a esa contraseña que nuestro cerebro se empeña en olvidar.
El otro día conté los que tengo: son más de 31. No podría evocar más de dos. El resto está en una nube, un concepto etéreo y lejano para la mayoría de las personas que peinan canas.

Esta realidad fue puesta de manifiesto en diversos foros locales y mundiales. Buenos intenciones por aquí, declaraciones sesudas por allá, unos cuantos haciendo negocio y quienes deben legislar no queriendo reconocer que el portal de acceso debe estar a disposición de todos, que debiera ser un derecho humano. Total, los que no pudieron se fueron quedando solos en casa o ya no están, no molestan.


 

Entre góndolas y mezquindades

Fernando Rouaux


Del comienzo de la pandemia recuerdo mi sorpresa al ver por la calle varias personas a la vez cargando grandes paquetes de papel higiénico que se traían del supermercado. Recuerdo no haber hecho la conexión entre virus y papel higiénico y, confieso, todavía me cuesta. Me negué a entrar en la ola de acaparamiento. No salí a comprar. Pronto encontré las góndolas vacías. No había nada perecedero: fideos, latas, arroz… todas esas zonas del supermercado estaban vacías.  Recuerdo también haber entrado a un mercado más pequeño que el que está enfrente de casa, y encontrarme ahí con una enorme pila de paquetes de papel higiénico y un cartel que mostraba con orgullo que ellos sí tenían.

La única vez que había vivido algo parecido, era en Argentina, cuando la hiperinflación generó desabastecimiento porque, me explicaba el almacenero de enfrente, para qué lo iba a vender si después lo tenía que pagar más caro de lo que lo había vendido.

Pronto en ese negocio a la vuelta de casa también se acabó el reclamado papel.  

Una pandemia es por definición un fenómeno mundial. Y como tal, necesita una respuesta colaborativa. No puede primar el sálvese quien pueda. Las vacunas son parte de esa respuesta colaborativa, comunitaria. Uno se vacuna para no contagiarse, pero también para no contagiar. Para cuidarse, pero también para cuidar a los demás. Espero que la próxima pandemia nos encuentre con un mayor sentido de comunidad y con más empatía por los semejantes. Espero que ni las góndolas ni las vacunas se transformen en otra carrera por acaparar.


Cambio de actitud

Por Edna Amador


En enero del 2020, la primera vez que me enteré de la existencia del virus del COVID-19, no imaginé que seis semanas más tarde mi día a día y la vida de muchos cambiaría por la existencia de una pandemia.

Esas primeras semanas de encierro me causaron mucha ansiedad y temor, y debo reconocer que fue muy difícil adoptar y acostumbrarme a los cambios en el cuidado personal, aprender a estar más en casa y tener precaución en la presencia de otros.

Recuerdo que los primeros seis meses del 2020, ni siquiera, visité a mis hijos. También la pandemia me dejó dolor personal por el fallecimiento de dos seres muy queridos a causa del virus.

Pese a que ya hay tratamiento y vacunas, el COVID-19 sigue causando enfermedad y muerte. Yo estoy vacunada, pero me sigo protegiendo, sigo desinfectando todo y porto una mascarilla en lugares concurridos y cerrados, y lo seguiré haciendo, aunque ya no sea obligatorio.

Un cambio positivo en mi vida a causa de la pandemia es que aprendí a valorar y apreciar aún más mi vida en Canadá y la protección que me brinda el sistema de salud pública. He aprendido que la vida es un soplo y que en la medida que más me acerco a la edad mayor, debo ser responsable y vigilante con mi salud y bienestar personal.

 
Todo lo que nos une

Por Sandra Farias


En mi tarea de editora del Boletín Línea Uno, recibo semanalmente las columnas de mis colegas y voy encontrando ideas, conclusiones, chistes, imágenes y sentimientos. No es un Boletín como los de antes, donde la formalidad prevalecía y las palabras parecían ornamentadas para la ocasión.

Creo que la pandemia lo hizo urgente y relevante, casi desafiante y por momentos desopilante. Mis horas de lectura del contenido de Línea Uno son un ejercicio de memoria, repasando la historia y los acontecimientos que nos han marcado. Con voces de tantas latitudes, algunas científicas y académicas, me he desayunado y trasnochado.  En cada artículo de los 100 números siempre encontré respuestas y en donde más aprendí fueron de las entrevistas y conversaciones en los podcasts, dónde más que nada primó la solidaridad y la honestidad de los participantes.

Quienes han hecho Línea Uno, ya sea columnistas, colaboradores o personas invitadas a las entrevistas han tenido algo en común: están dispuestas a ofrecer lo mejor de sí ante una coyuntura compleja y sin antecedentes en nuestra época de vida, un territorio sin mapa.

Pese a no existir una trayectoria clara de lo que vendría y en escenarios plagados de vicisitudes hicimos semana a semana lo único que podíamos hacer desde el confinamiento: comunicarnos. Creo que es como se construye la historia, en el diálogo, las ideas, experiencias y escuchándonos, aunque sin vernos. Si hemos sobrevivido a otra pandemia como humanidad quienes aún seguimos de este lado de la tierra tenemos ahora una segunda oportunidad. El camino por venir es encontrarnos en las ideas y profundizar lo que nos une y no aquello que nos separa.






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