Viñetas Número 92

Reflexiones, diálogo y comunidad
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Boletín No 92, Toronto, 15 de Abril de 2022
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Viñetas Número 92

Boletín Línea Uno 92 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
15 April 2022
por Luis Carrillos
 
El 21 de marzo pasado el gobierno de Ontario retiró el mandato para la población de usar la mascarilla. Quince días después, trabajando en estas historias y no queriendo ser portador de malas nuevas, encontré que en ese momento se reportaba un total de 2059 casos. Dos semanas después, se reporta un 50 por ciento más de casos, después de la decisión del gobierno provincial.

Por su parte, la doctora Eileen de Villa, oficial de Salud de Toronto recomienda que continuemos usando la mascarilla. “Entiendo, estamos cansados de la mascarilla, pero es la única forma que podemos protegernos …” le oí decir en el programa matinal Metro Morning, de la cadena radial canadiense CBC, el martes 5 de abril, pero su voz parece no tener eco en quienes toman las decisiones.

Tarde ese día, en el canal 24 de televisión ya se veía que las hospitalizaciones en Ontario por COVID-19 han aumentado en un 40% en la última semana a 1,091, con 173 en cuidados intensivos. Además de estas desalentadoras noticias, también supimos que las Provincias de Quebec y la Isla del Príncipe Eduardo extendieron los mandatos de mascarillas, hasta por lo menos el 28 de abril, para poder contener la última oleada del virus.

Uno de estos días cuando volvía de la oficina, alrededor de las cinco de la tarde, hora que debido al gran número de personas viajando en el transporte público, se la llama “rush hour” -hora pico- como le llamamos por allá en mi tierra, noté una aglomeración. Sin embargo, muchas personas están ignorando la obligatoriedad de la máscara en el transporte y han decidido no usarla más, con actitudes de “me vale un bledo lo que piensen ustedes.”

Una joven mujer iba sentada en uno de los asientos azules del tranvía, esos que son para uso de personas mayores, con menores, necesidades especiales y embarazadas. El vehículo iba vacío, dando espacio para que ella llevara su bebe en el coche. De pronto una persona pidiendo limosna se inclinó demasiado cerca hacia ella y al bebé. Al ver la situación, dejé de leer y me dispuse a intervenir si había necesidad.  Era una persona con ropa andrajosa y con un olor corporal bastante ofensivo para el olfato. El hombre se inclinó para decirle ¿podría regalarme unas monedas?”  La madre sobresaltada y protegiendo al bebé le respondió con un enfático no, volviendo la vista hacia mi dirección como pidiendo ayuda. Afortunadamente no hubo necesidad de intervenir. La reacción de la madre fue suficiente para que el individuo continuara con su tarea de pedir limosna. Instantáneamente, le pregunté a la señora si se había asustado, en español, porque por su físico y apariencia me pareció que era Latino Hispana. “Si me asustó, creía que le iba a hacer algo a mi niño. Lo peor es que el hombre anda sin mascarilla y quién sabe si anda afectado de COVID,” me respondió ya más tranquila.  

El transporte público, que por su naturaleza es un ambiente propicio para pegarse este y cualquier otro virus es algo que de hecho no se está cumpliendo, precisamente porque el gobierno decidió eliminar las máscaras en otros ámbitos y alguna gente -lamentablemente- está confundida y sigue lo que ve o escucha por ahí.

 
Una de estas personas era una señora con un niño de más o menos año y medio sentado en un cochecito. Ella era la excepción en el bus que iba lleno de pasajeros, ya que todos iban con mascarilla. Al ver esto, comencé a criticarla mentalmente. Pensé que era desconsiderada con los demás. Lo mismo me imagino corría por las mentes alrededor, a juzgar por las miradas de censura. El ambiente tenso tuvo un cambio cuando el niño comenzó a sonreírle a cuanta persona le rodeaba, con una dulce e inocente sonrisa de bebé. Ese gesto infantil, de mirada alegre e inocente, acompañado de una preciosa sonrisa, me hizo cambiar mis pensamientos críticos hacia la madre y cuando se bajaron le dije: “Lindo y precioso su niño.” La madre, suavizando su gesto, me agradeció. Esta interacción se dio en inglés.

En el camino pude ver máscaras faciales de todo tipo de diseños y colores. Algunas personas usan las de telas estampadas, como la que Chela llevaba el día de la cita con el cardiólogo. La recepcionista le dijo que se la cambiara por una del tipo quirúrgica, que ella le proveyó, la única permitida en los hospitales y centros médicos.

Con esta nueva variante las autoridades de salud están recomendando nuevamente el uso de la máscara tipo N95.
El otro día y después del anuncio del gobierno de que había retirado las restricciones de mascarillas y el distanciamiento físico, iba viajando en un bus en el área noroeste de la ciudad. Cuando pasamos por la zona donde hay dos escuelas secundarias varios estudiantes abordaron el bus. Era la hora de la salida escolar. Por la puerta de atrás entraron tres de ellos, de unos diecisiete años. No pagaron su pasaje, tampoco tenían puestas las mascarillas obligatorias, como se anuncia en los vehículos de transporte público. Segundos más tardes, comenzaron a “cabrear,” como decimos por allá. Eso lo acompañaban con palabras soeces en voz alta.

Un par de minutos más tarde se escuchó la voz de la conductora que en inglés les dijo “Ustedes tres muchachos deben tener mascarillas puestas,” a lo que los muchachos respondieron burlándose y que no era obligatorio, que ellos “podían viajar como querían”. Como me bajaría en la próxima parada y ellos estaban bloqueando la salida, les pedí permiso para pasar y les remarqué enfáticamente, en mi tono de consejero de jóvenes, que sí era obligatorio el uso de mascarillas en el transporte público. Ellos respondieron con burla y haciendo mofa, acción que les duró poco, porque en ese momento la conductora les ordenó con una voz fuerte: “ustedes tres se bajan del bus ahorita.” Su postura y vozarrón fueron tal que no les quedó otra alternativa más que bajarse del bus, aunque derramando groserías hacia medio mundo. La reacción de los pasajeros fue aplaudir a la conductora. “Bravo!,” pensé al segundo.

En otro incidente del transporte público y teniendo que ver con mascarillas, otra responsable conductora no permitió a dos muchachos permanecer en el bus en el mismo instante que lo abordaban por la puerta de adelante. En esta ocasión, su reacción enfática fue: “Sálganse de mi bus. Ustedes no están usando mascarilla”. Estos sólo atinaron a hacer un gesto de molestia, pero se bajaron ahí nomás. También allí hubo expresiones de satisfacción entre todos los pasajeros. Al bajarme del bus le di las gracias a esta conductora por cuidar de la salud de sus pasajeros.

Para terminar estas viñetas, que en esta vez he querido dedicarlas a historias cortas de mascarillas debido al aumento de casos de COVID, voy a citar una carta publicada en la sección de opinión del periódico dominical Toronto Star, escrita por una adolescente, estudiante en una escuela secundaria en una ciudad vecina, que tituló: “Por favor no tire la mascarilla todavía”. En su carta, la estudiante cuenta diferentes instantes de contagio, como también los efectos negativos causados por estas nuevas disposiciones del gobierno provincial. La carta termina aseverando que “a pesar de los mandatos de no usar la mascarilla yo voy a continuar usando mi N95 en el futuro inmediato, especialmente en lugares cerrados y de aglomeración. Yo espero que ustedes se unan a mí. Juntos, podemos limitar la propagación del virus.” Creo que esta joven estudiante está dirigiendo su carta precisamente a todos esos estudiantes que veo ir a la escuela en los buses sin mascarillas. Ojalá la leyeran y pensaran dos veces antes de tirar su tapabocas. Es por el bien de toda su comunidad.



FIN





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