Viñetas Número 95

Reflexiones, diálogo y comunidad
Línea Uno
Boletín No 95, Toronto, 6 de Mayo de 2022
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Viñetas Número 95

Boletín Línea Uno 95 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
6 May 2022
por Luis Carrillos
 
Cuando comenzó abril, le dediqué un número especial por lo que representa climáticamente. Para empezar, los árboles comienzan a reverdecer y aparece la margarita, la flor de ese mes. Junto a estas simples y tranquilas flores aparecen los jacintos, como el que tiene Doña Mary adornando su estante con libros.

Las peonias, los lirios blancos, las lilas y los tulipanes con su gran variedad de colores y formas, que veo en mis caminatas diarias, también comienzan a desplegarse. Y, por último, las boronías en el sendero del rio que visito los fines de semana.

Con el inicio de mayo, la primavera es nueve días tierna y al ritmo que va avanzando en el tiempo, se va sintiendo en el ambiente y en la comunidad el impulso de renovadas energías a gozar de los mejores momentos a venir. Junto o a lo largo de ese sentimiento, el deseo de embellecer el escenario y medio ambiente natural que ofrecen los parques, senderos, ríos y arroyos que abundan a lo largo y ancho de la ciudad.  

A los tres días, entre la tercera y cuarta semana de abril en Toronto, se le llama Clean Toronto Together (Limpiemos Toronto Juntos). La limpieza primaveral de este año fue programada del 22 al 24.  CBC confirmó en su programa matinal del lunes 25 que “más de 200 mil personas” se dieron cita en parques, senderos, vías fluviales para la limpieza primaveral anual. Entre esta gran cantidad de personas está incluido el grupo del Consejo de Desarrollo Hispano, Amigas y Amigos del Rio Humber.  

Limpiando, voluntariado

Nuestro grupo representativo del Consejo de Desarrollo Hispano estuvo compuesto por 8 personas y por un momento de 9. La mamá de una de las participantes llegó “por un rato,” en palabras de la hija para ayudar con la noble tarea. La señora es una adulta mayor que vive en uno de los edificios adyacentes al parque donde estuvimos limpiando. Su hija es una participante del programa de consejería y llegó al parque manos a la obra con su hijo de 13 años.

El sitio de reunión fue en un parque contiguo al área que bordea el sendero llamado Kay Gardener Beltline, una senda de 9 kilómetros de tramos boscosos y tramos en un cementerio. Mientras escribía esto se me vino a la mente ¿por qué le llaman Beltline? Me imagino que se llama así porque está en el cinturón de Toronto, en el medio de la extensión que va desde el extremo sur, a orillas del lago Ontario, hasta los límites en el extremo norte con la calle Steeles, donde en los años 70 y 80 comenzaba la zona agrícola.  

Otra referencia que traigo a cuenta sobre este sendero es que, de acuerdo con mi observación, atraviesa varios vecindarios de diferentes estratos sociales, culturales y económicos. En su extremo oeste se inicia adyacente a un área de viviendas subsidiadas, pasando por una zona industrial, seguida de viviendas de clase media, complejos residenciales llamados town homes (casas tipo departamentos) hasta llegar a uno de los vecindarios más adinerados de la ciudad, bordeando mansiones. Cerca del final, en el extremo este, pasa por un cementerio que data de 1874. Y termina en el rio Don, en una zona histórica de la ciudad llamada Brickworks.  

Nuestra área está localizada en la parte de clase media. Esta historia la escribo con la experiencia de haber recorrido este sendero de punta a punta en veranos pasados en más de una ocasión, comenzando en el extremo oeste hasta llegar al extremo este. La caminata la tomaba como una de mis actividades dominicales estacionales.                                                                                                                

Volviendo al tema de la limpieza, el grupo se completó alrededor de las 11 de la mañana y ya en el momento de la ejecución de la tarea, nos equipamos de nuestras respectivas bolsas plásticas, los fundamentales guantes de hule y nos desperdigamos a comenzar el trabajo. Nuestro lugar objetivo era primero la orilla de un campo de deportes y cerca de una hora más tarde tomamos un descanso después de haber colectado por lo menos cien libras en desperdicios.
 
Comenzando la segunda etapa después de un breve descanso nos dirigimos al sendero donde personas jóvenes corrían o trotaban, y personas mayores caminaban solas, en pares o en grupos. Al momento que reiniciábamos y comenzábamos a agacharnos a recoger desperdicios, pasaba un autobús de transporte público y sonó el claxon dos veces, como saludándonos. Cuando dirijo la vista hacia el vehículo veo que su conductor indica con su dedo gordo en gesto de aprobación y saludo como diciendo “bien hecho…buen trabajo.” En cambio, las personas caminando o trotando seguían su camino inadvertidamente.

En la segunda etapa, entre las 12:00 y la 1:00 pm, calculo que recolectamos un poco más de 100 libras. Recogimos desde plásticos y ropas, hasta objetos electrónicos y electrodomésticos. Terminamos con cansancio, pero felices de haber cumplido la jornada de limpieza que comenzó con una iniciativa de nuestra colega Ingrid, quién en una reunión de trabajo del Consejo de Desarrollo Hispano (HDC) realizó la invitación para participar. Allí en la reunión inmediatamente lo aprobamos al tiempo que decidimos que sería en la Beltline.

Duberlis Ramos, presidente del HDC, nos hizo llegar una nota de agradecimiento: Queridos colegas, gracias por dedicar el sábado (23 de abril) a mejorar la ciudad a nombre de nuestra comunidad. Bella celebración de la tierra con acciones concretas.                                                                                                                       

El domingo 24 de abril fue el último día del fin de semana de limpieza en Toronto y el segundo para mí. En esta ocasión acompañaría al grupo amigas y amigos del Rio Humber en el noroeste de la ciudad. También allí se recogió bastante basura y desperdicios.

Allí aprovecharé de contarles sobre mi encuentro con un adulto mayor en el bus que me llevaría a mi destino a la orilla del rio. Mi conversación fue con un hombre mayor de 75 años. Habíamos estado juntos esperando el bus que mi conduciría al parque. La interacción comenzó después que me moví del asiento, pues es el último de la parte de atrás del bus y es bien alto, que por ser de piernas cortas siento que se me duermen porque van colgando. Lo que era de notar es que el hombre mayor no llevaba mascarilla y al subirse al vehículo se dirigió hasta el último asiento. Yo me quedé en los primeros, los de color azul. En los de enfrente iba una mujer mayor con la mascarilla cubriéndose sólo la quijada. Hice caso omiso, pues había buena distancia. En la siguiente parada, se subió un hombre mayor sin mascarilla, saludo a la señora y se sentó a la par mía. Yo, inmediatamente le digo “señor, usted no tiene mascarilla.” Me pare y me fui al fondo del bus. Allí iba el otro hombre mayor. Yo me senté y procedí a continuar trabajando en mi crucigrama, tratando de ignorar el hecho de que él tampoco llevaba su mascarilla. Por suerte, había una distancia prudente entre ambos.

Cuando me muevo de asiento para no parecer rudo, le dije que el otro asiento era más cómodo para mis canillas, como les llamamos por allá y así comenzó la conversación. “Que se me olvidó la mascarilla -me dijo- y la gente como lo mira de feo a uno cuando no la tiene. Por eso me vine hasta el último asiento,” me dice. A lo que yo le respondo, “no se preocupe,” mientras sacaba de mi mochila un paquete de mascarillas nuevas que cargo para situaciones como esta, y se lo extendí para que él sacara las que necesitara. “Tomo una, por si encuentra otra gente que necesita,” me dijo.

Continuamos la conversación, me dijo que ya tenía la cuarta dosis, pero que estaba solo y que no salía de su casa, sólo los domingos para ir a la iglesia. Me comentó que durante prepandemia sí tenía relación con centros comunitarios, pero que hoy no sabe con quién contactarse. Cuando le pregunté si necesitaba un contacto me dijo que no, porque pronto regresaría a su país.

Durante la conversación dejó ver algo que demuestra lo vulnerable que son nuestros adultos mayores. Esta persona habló de que iba a su país a recoger un dinero de la pensión que le deben. Entonces, si este señor, sin saber quién soy yo, comienza a darme información de dinero y lo hace con otras personas desconocidas, es un blanco perfecto para cualquier estafador. Inmediatamente, para desviarle de lo que hablaba, lo conduje al tema de los servicios comunitarios para adultos mayores.

Concluyendo esta historia, pensé que propondría a mis colegas de Línea Uno la elaboración de una tarjeta informativa con números telefónicos de agencias trabajando con este segmento de nuestra comunidad para entregar a personas mayores que encontremos en nuestro camino.    



Fuente:  Toronto Star





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