Colombia ante histórica elección

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Boletín No 95, Toronto, 6 de Mayo de 2022
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Colombia ante histórica elección

Boletín Línea Uno 95 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
6 May 2022
por Luis Alberto Barrientos

Las elecciones presidenciales en Colombia, a celebrarse este próximo 29 de mayo son consideradas desde ahora por muchos expertos como las más complejas de las últimas tres décadas y las de mayor impacto en toda la región. Por primera vez en la historia colombiana un movimiento de izquierda será la fuerza más numerosa en la cámara alta del legislativo.

El país andino ha recorrido un largo camino de fractura social, turbulencias políticas y conflictos armados que marcaron a la sociedad a sangre y fuego, desestabilizando los marcos de gobernabilidad por mucho tiempo.

Durante cincuenta años, varios movimientos guerrilleros de izquierda se enfrentaron a las fuerzas del gobierno en una guerra que llegó a ser de posiciones. La insurgencia logró dominar extensas zonas rurales montañosas, donde aplicaron sus leyes de facto cual si fuesen mini estados reconocidos por la población local. Para la década de los 80, al conflicto armado nacional se habían sumado los mega carteles de la droga, los que internacionalizaron el conflicto, en tanto su exportación de cocaína afectaba a los Estados Unidos.

Los traficantes, cuyo exponente más ilustrativo fuera el tristemente célebre Pablo Escobar, desataron en la siguiente década varias olas de terror en las ciudades colombianas. Colombia llegó a ser entonces el país más violento e inestable de Latinoamérica, donde el valor de la vida se depreció hasta indicadores difíciles de comprender. Las alianzas e imbricación económico-militar entre guerrillas y carteles como resultado del envejecimiento de la filosofía libertaria, condujo a la existencia de las fuerzas paramilitares en adición a los militares del gobierno. Para los finales del siglo XX, Colombia estaba a punto de considerarse un estado fallido.

El difícil camino a la paz

Al inicio de este siglo, la conjunción de voluntades políticas locales, sumada a la ofensiva internacional contra el narcotráfico (en cuyo marco se desarrolló el polémico Plan Colombia), dio al traste con el poder imparable de grupos sindicales criminales y narcotraficantes. O al menos desplazó ese poder hacia los nacientes carteles mexicanos, que se convirtieron en sus herederos.

Con el país parcialmente pacificado, el gobierno de Juan Manuel Santos desarrolló un proceso de negociación para la paz definitiva con las guerrillas históricas, las FARC-EP. Ya años antes el M-19, otra de las organizaciones insurgentes, había abandonado las armas integrándose al espectro social como partido político reconocido por la comisión electoral. El 26 de septiembre del 2016, con la mediación de Cuba y Noruega, se firmaba el histórico acuerdo entre el gobierno colombiano y las guerrillas. Comenzaba entonces un período de paz y crecimiento económico, después de cinco décadas de violencia y frenos al desarrollo socioeconómico del país andino.

Durante los tres años posteriores, Colombia experimentó un crecimiento económico. El tratado de Libre Comercio firmado con los Estados Unidos, vigente desde el 2012, se potenció con mayor fuerza, promoviendo las inversiones de tecnología desde el norte y el comercio masivo de productos entre ambos países. Colombia se posicionó como el cuarto importador de mercancías norteamericanas en el continente. No obstante, la mejoría en los indicadores macroeconómicos se vio afectada hacia el 2019 cuando el gobierno de Iván Duque ya había concretado políticas neoliberales de polarización social.

La redistribución de la riqueza en favor de las clases más altas, la corrupción administrativa, el nefasto manejo de los Acuerdos de Paz y la represión desmedida contra líderes sociales generó un movimiento de protesta cívica en noviembre de ese mismo año que derivó en un Paro Nacional, plagado de violentos enfrentamientos con el poder hasta febrero del 2020.

Movilizaciones y pandemia

Con la llegada de la pandemia por esas fechas, el movimiento antigubernamental de protesta cívica recesó temporalmente, dando una oportunidad al gobierno de mostrar una mejor cara y buenas intenciones en la lucha contra este flagelo biológico que amenazaba al mundo.

Un año más tarde, con el país sumido en una ola de muertes provocadas por la COVID-19, la situación epidemiológica cada vez más crítica y una reforma tributaria draconiana, que amenazaba con empobrecer a varios estratos sociales, la ciudadanía se lanzó masivamente a las calles, en abril del 2021. Esta vez, el objetivo era claramente un cambio radical del estatus quo, una puja por reformar políticamente a la nación sumida en una crisis de gobernabilidad.

La violencia de la respuesta por parte del poder fue desmedida. Para finales del 2021, los choques entre manifestantes y fuerzas gubernamentales habían creado un verdadero caos nacional. La represión brutal había dejado para entonces cerca de 70 fallecidos, según reportó Human Rights Watch. Por su parte, las organizaciones sociales contaban 548 presuntas desapariciones, de las cuales la fiscalía general colombiana reconoció hasta ahora sólo a 91. Según el Ministerio de Defensa, 1062 civiles y 1083 policías habrían resultado heridos al finalizar mayo de 2021.

Las consecuencias económicas de esta explosión social, sumadas a la interminable pandemia, fueron también devastadoras para Colombia. La inflación creció abruptamente en un 3, 3 %, la moneda nacional se devaluó, las inversiones decrecieron, el desempleo se elevó al 12% y al menos 40 mil negocios locales cerraron sus puertas.

La polarización

Bajo este panorama lúgubre, en marzo del 2022 comenzó el primer ciclo de elecciones al Congreso. Tres fuerzas o coaliciones se sometieron primero al escrutinio de la consulta popular y posteriormente a un proceso electivo: la izquierda con la coalición Pacto Histórico, los moderados con la coalición Centro Esperanza y la derecha con el Equipo por Colombia.
Teniendo en cuenta que por cada coalición se presentaban cinco precandidatos presidenciales, además de otros siete independientes, se celebraron consultas populares interpartidistas para recudir el número de competidores finales por la presidencia.

El 13 de marzo pasado tuvieron lugar los comicios para elegir el nuevo congreso bicameral, compuesto por un senado y una cámara baja que constituyen de conjunto el poder legislativo de la nación. Siendo un país multiétnico y diverso, la legislatura colombiana reserva un número de asientos considerable para representantes territoriales, indígenas y afrodescendientes, así como una bancada de escaños nombrada Las Curules de Paz, destinada a víctimas del conflicto armado.

Como era de esperarse, tras la turbulencia social de los meses previos a este evento político, la participación masiva de la sociedad civil en las elecciones colombianas ha sentado pauta para todo el continente. Asimismo, los resultados han sido el reflejo del clamor popular por resolver el drama nacional.


Petro con Márquez

Pacto Histórico se alzó con la mayoría de los asientos en el senado, incluyendo tres nuevas curules. Y como líder de la coalición y candidato presidencial, tras las rondas de consulta popular, ha quedado el senador Gustavo Petro, ex alcalde de Bogotá y antiguo guerrillero del M-19. Este ex combatiente del conflicto armado colombiano obtuvo en las consultas 5,7 millones de votos, doblando así el total de los recibidos en conjunto por el centro y la derecha. El hecho de haber sido Petro un actor notorio en el liderazgo de las protestas populares del 2019 y 2021, tuvo un impacto decisivo en la intención de voto de la gran masa desposeída y afectada por la corrupción gubernamental. Con 16 senadores, 25 representantes a la Cámara y una política de puentes estratégicos hacia otras fuerzas progresistas locales, gane Petro o no la presidencia en mayo, Pacto Histórico será la coalición mayoritaria (aunque no absoluta) en el legislativo colombiano del 2022.

Otro cambio sorpresivo ha ocurrido en estas elecciones dentro del tapiz sociopolítico tradicional. Francia Márquez, una líder social proveniente de un sector sin verdadera representación a niveles de gobierno, los afrodescendientes de las zonas rurales, se alzó como la tercera candidata más votada en las consultas populares preelectorales. La abogada negra de 39 años, feminista y laureada internacionalmente por su lucha contra las trasnacionales mineras se convirtió en la favorita de la coalición como aspirante a la vicepresidencia de Colombia. Sin duda, un hito en la historia no solo del país andino, sino de todo el continente.

Como reminiscencia de las tradiciones poco transparentes en la política latinoamericana, donde los grupos de dominación económica ligados a las oligarquías ejercen su influencia financiera y echan a andar poderosos mecanismos propagandísticos, los partidos Liberal y Conservador obtuvieron su “pedazo del pastel”, como se dice. Su segmento de poder en el congreso nacional colombiano será de 15 y 16 senadores respectivamente.

Quienquiera que gane la presidencia en mayo, deberá lidiar con la fuerza política nada despreciable de estos dos partidos, a los que quizás tendrán que acercarse en busca de alianzas limitadas o estrategias conjuntas para lograr objetivos comunes.

La agudización de las contradicciones presentes en la sociedad colombiana ha tenido varios efectos políticos, pero tal vez la polarización extrema del espectro sea el más significativo. En estas elecciones parlamentarias, las fuerzas de centro han sido las que más han perdido. La coalición Centro Esperanza tuvo la menor cantidad de votos en la consulta popular, y el partido de gobierno, integrante de esta fuerza con el expresidente Uribe y el actual mandatario Duque a la cabeza, pasó de ser la primera bancada a la quinta fuerza representada en el senado.

Este grupo político tradicional perdió 5 asientos en el senado y 16 en la cámara de representantes. El partido Comunes, compuesto por exintegrantes de las FARC, sólo obtuvo un 0.19 % de los votos generales, manteniendo las 5 butacas en cada cámara que le otorgan las Curules de Paz. Y las fuerzas alternativas como el Nuevo Liberalismo no obtuvieron el mínimo de votos para llegar al Congreso.

En contraste, la coalición de derecha Equipo por Colombia logró establecerse como el competidor natural de Pacto Histórico, al hacerse de 16 escaños en el senado y contar en sus filas con la bancada del Partido Conservador. El candidato presidencial de la coalición, Federico Gutiérrez, fue electo como líder por la consulta popular con más de un millón de votos, y se enfrentará a Petro en unas elecciones que se vaticinan como las más reñidas de los últimos treinta años. Ambos políticos se disputarán el apoyo de liberares y conservadores en el futuro, pues como ya se dijo, estos partidos tradicionales cuentan todavía con mucho poder dentro de la política colombiana.

Ante semejante redistribución de la balanza política tradicional, podemos decir que el futuro presidencial de Colombia se decidirá este mayo entre las coaliciones de la izquierda y la derecha, en una lucha histórica entre conservadurismo y cambio necesario. Pocas veces en la historia latinoamericana ha habido tanta tensión, tantas esperanzas y tanto en juego. La nación andina, que fuese parte de la Gran Colombia bajo el liderazgo del Libertador Simón Bolívar en el siglo XIX, merece una solución de estabilidad, prosperidad y progreso, tras haberse desangrado por décadas de violencia. Quizás esta vez el sueño se haga realidad.   






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