El nuevo Orden Mundial que se avecina

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Boletín No 104, Toronto, 8 de Julio de 2022
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El nuevo Orden Mundial que se avecina

Boletín Línea Uno 104 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
8 July 2022

por Alberto Juan Barrientos

La humanidad ha recorrido un largo camino hacia la globalización de los esquemas económicos, militares y geopolíticos que rigen el funcionamiento del planeta, si lo vemos desde la perspectiva de un todo integrado por componentes diversos. Y en cada época concreta, la disparidad en la concentración del poder ha marcado los roles e influencias de unas u otras naciones.

Las sociedades más desarrolladas, en cuanto a tecnología, dinámica productiva y explotación de los recursos naturales, han terminado imponiendo casi siempre su visión organizacional a las más atrasadas. Así ocurrió con la Antigua Roma, los asirios, babilónicos, persas, las polis-estados griegas, los emperadores chinos, los japoneses, los reinados europeos del medioevo y sus descendientes modernos. Así surgieron las naciones industrializadas con sueños hegemónicos, cuyo mejor exponente fue la Alemania nazi.

Sin embargo, sólo fue tras la culminación de la Segunda Guerra Mundial que el ordenamiento global en bloques compactos, bien definidos, comenzó a establecerse como statu quo en la geopolítica internacional. Unos años después de la caída del Tercer Reich y la subsiguiente reconstrucción de Europa, las naciones del planeta se vieron forzadas a agruparse en organizaciones como la CEE, el CAME, la OTAN, el Pacto de Varsovia y el Movimiento de los No Alineados.

A partir de la década de 1960, la mayoría de los países comenzaron a aliarse bajo la premisa de compartir una misma filosofía política, económica y social. En general, se podía o debía pertenecer al Occidente industrializado, al Bloque Comunista liderado por la URSS o quedarse en el medio, dentro del llamado Tercer Mundo, objeto de disputa entre los dos primeros por ejercer sus influencias.

Esta fue la época de la Guerra Fría, un período de polarización extrema, en el cual dos superpotencias (Estados Unidos y la URSS) compitieron por dominar el mundo en términos económicos, políticos e ideológicos.   

Parecía entonces que el destino de la humanidad se definiría por el resultado a largo plazo del gran conflicto Este-Oeste, por la prevalencia de uno u otro modelo en la mayoría de los países del globo: la sociedad capitalista de mercado o el modelo socialista inspirado en el Marxismo.

Tras el muro de Berlín

Para sorpresa de muchos, la caída del Muro de Berlín vaticinó el fin inminente de la Guerra Fría y el comienzo de una unipolaridad impensable hasta entonces. Occidente había ganado la batalla estratégica. Con la desaparición de la URSS y del bloque comunista europeo, el modelo de la democracia representativa asociada a la economía de mercado se globalizó y fue aceptada por la mayoría de las naciones. Incluso China y Vietnam, países gobernados por un partido político único, el Comunista, optaron por modelos productivos capitalistas, convirtiéndose, de cierta forma, en sociedades de consumo.  

¿Cómo surgen los países del BRICS?

Pero con el nacimiento de este milenio, todo comenzó a cambiar una vez más. China venía de una reforma económica profunda a mitad de los 1980. Con casi la sexta parte de la población mundial, un mercado de consumo poderoso, el gigante asiático promovió la inversión de capital occidental en la producción de bienes y servicios, ofreciendo una mano de obra calificada muy barata (en comparación con la de Occidente), ventajas fiscales, arancelarias y comerciales. Así China -junto a Vietnam - logró que casi todas las grandes multinacionales y trasnacionales realizaran inversiones masivas en suelo chino.

Cuatro décadas más tarde es la segunda economía más grande, en términos de PIB, con un know-how tecnológico que se equipara al de Occidente y es capaz de producir bienes de calidad para el consumo de los mercados globales. Tiene, asimismo, el ejército más numeroso del mundo y uno de los más tecnificados, incluyendo en la exploración del espacio.
Una situación similar ocurrió con otros países de gran extensión territorial y poblacional. La India y Brasil, luego de absorber durante décadas la avanzada tecnología del Primer Mundo, comenzaron a desarrollar las suyas propias.
Aprovechando una masiva fuerza productiva la primera y una inigualable riqueza natural el segundo, desarrollaron sus economías en la esfera productiva y de servicios, logrando situarse entre los primeros fabricantes mundiales de productos de consumo, con empresas transnacionales ubicadas en geografías distantes.

Por otro lado, Rusia comenzó a salir de la crisis socioeconómica, que parecía querer sepultarle en los anales de la historia. Siendo el país más extenso y rico del globo, con las mayores reservas de recursos naturales de primer orden (estimadas en 75 trillones de USD en 2021), el llamado “oso euroasiático” estabilizó las inversiones de tecnologías occidentales, desarrolló una parte de las suyas propias, creó nuevas infraestructuras productivas y se convirtió para el 2020 en el tercer exportador mundial de petróleo y el primero de gas natural. Asimismo, modernizó su ejército y posee hoy un renovado arsenal nuclear, siendo además líder en el diseño de misiles hipersónicos.

India es el segundo país más poblado del mundo, detrás de China. Estas son las únicas naciones que superan los mil millones de habitantes, cuadruplicando cada una de ellas la población de Estados Unidos, que ocupa el tercer lugar. Tanto la India como China son compradores masivos de armamento producido en Rusia y consumidores crecientes del petróleo y el gas ruso. También son inversionistas conjuntos en proyectos internacionales, como la nueva planta procesadora de gas en Sajalín o la nueva Ruta de la Seda, que conectará a China con Europa, pasando por toda el Asia Central.

Por su parte Brasil, cuya economía es la más grande de América Latina y la octava a nivel mundial, tiene a China como principal socio comercial, en cuanto a exportaciones e importaciones. Para el 2007, el gigante suramericano se había vuelto autosuficiente en producción de petróleo y en el 2009 se convirtió en el décimo productor mundial con una entrega de 2,8 millones de barriles diarios. Como los otros gigantes previamente mencionados, la nación suramericana es productora no sólo de materias primas, sino de equipamiento pesado industrial, softwares, automóviles, aviones y todo tipo de bienes de consumo.

Para completar el quinteto de los BRICS, que se perfila ya como el segundo bloque de poder mundial, tenemos a la República Sudafricana. Siendo la economía más grande de África (25 % del PIB continental), ocupa el número 39 en el ranking económico del planeta. Su minería está posicionada entre las primeras a nivel global con minerales como platino, carbón, oro, además de poseer más del 70% de las reservas mundiales de cromo, un componente esencial en la industria del acero.

Asimismo, el país explota largos yacimientos de cobre, hierro, manganeso y diamante, metales preciosos de altísima demanda internacional. Esta nación del sur de África posee quizás el ejército mejor entrenado del continente y, en su momento, llegó a desarrollar seis armas nucleares. Tras firmar un tratado de no proliferación de armamento atómico en 1991, los portadores fueron desmantelados, pero se especula que el país mantiene la capacidad de rearmarse.
En el 2009, Brasil, Rusia, India y China crearon una organización económica o alianza estratégica nombrada BRIC, que surgió como contrapartida al G7, la Unión Europea, el TLC y a cualquier otra agrupación reguladora de los mercados tradicionales existentes. Un año más tarde se incorporó Sudáfrica, cambiándose el acrónimo a BRICS.
A nivel geoestratégico, la alianza tiene un peso político importante, en tanto procura establecer mercados globales paralelos a los ya existentes, sólo que no dominados por Occidente. Este bloque concentra al 41% de la población mundial, el 24% del PIB y el 16% del comercio global, además de producir un tercio de los cereales consumidos en el mundo.

Este pasado 23 de junio, en la XIV Cumbre del BRICS, el presidente chino expresó: “Las naciones deben rechazar la mentalidad de la Guerra Fría, la confrontación de bloques, así como oponerse a las sanciones unilaterales, al abuso de las sanciones y rechazar los pequeños círculos construidos en torno al hegemonismo para formar más bien una gran familia, vinculada a una comunidad con un futuro compartido para la humanidad".

A pesar de ser todavía los Estados Unidos la economía más poderosa y dinámica, de dominar las finanzas mundiales y de poseer el liderazgo en la innovación tecnológica, o de tener el ejército más poderoso en términos convencionales, existe un mundo paralelo que ya comienza a hacerle competencia abiertamente.

En este contexto de polarización entre bloques, persistirá la lucha por el acceso a los mercados exportadores de materias primas en el Tercer Mundo y la participación en las economías emergentes. Quienes logren penetrar y controlar ambos círculos, estarán en posición de establecer las reglas de la mayor parte del comercio mundial.
Los retos del BRICS para competir con Occidente, donde se incluye a Japón, Corea del Sur y Australia, se centrarán en las esferas bancarias y de innovación tecnológica, actualmente dominadas por el bloque occidental.

De momento, los cinco países del BRICS no están en esa posición debido al desarrollo social interno deficiente de sus propias naciones, es decir, la calidad de vida de su propia población. Especialmente China, Brasil, India y Sudáfrica se hayan entre los primeros lugares del mundo en cuanto a inequidad social. Todos ellos tienen una concentración de riqueza abrumadora en un porcentaje ínfimo de sus poblaciones y grandes masas en el límite o por debajo de los indicadores de pobreza.

Si fuesen sólo las ricas corporaciones privadas del BRICS quienes invirtieran en el Tercer Mundo, lo único que se lograría sería replicar la situación actual del planeta en dos nuevos polos. Como puede apreciarse, el balance de poderes ha ido cambiando en nuestro planeta radicalmente durante los pasados veinte años, retomando el camino hacia la bipolaridad. Como colofón a este proceso, en febrero pasado presenciamos la aparición de un catalizador: la invasión rusa a Ucrania.

La guerra en Ucrania

Previo a esta reciente contienda bélica europea, la penetración de las megaempresas e instituciones financieras chinas en África, Asia y América Latina, ocurrida en las últimas décadas bajo las narices de Occidente, había situado ya al gigante oriental en la posición de competidor principal de los Estados Unidos en estos mercados.

Rusia venía siguiendo los pasos de China, aunque se había centrado estratégicamente en la exportación de hidrocarburos hacia Europa y logrado que, en mayor o menor medida, los europeos se volvieran totalmente dependientes de Moscú para la generación de electricidad. Y en medio de semejante escenario, comenzaron a tronar las armas en las costas del Mar Negro.

El segundo país más extenso de Europa, Ucrania, fue invadido por un ejército varias veces más poderoso hace 20 semanas. La justificación de Moscú se basaba en los supuestos excesos y abusos del gobierno ucraniano contra la población ruso-parlante en Ucrania, así como el reconocimiento de la independencia de dos provincias separatistas en el Donbás, que venían luchando contra las tropas de Kiev desde el 2014.

Los rusos alegaban, además, que la incorporación de Ucrania a la OTAN (una voluntad expresa de Kiev) constituiría el cruce de la “línea roja” en términos de seguridad nacional para Rusia. Según Moscú, la OTAN estaba cercando a Rusia y poniendo a sus ejércitos a “distancia de tiro” del Kremlin. Un absurdo en la era nuclear, obviamente, en la que ningún país poseedor de armas atómicas podría ser invadido sin asegurarse la autodestrucción simultánea.

En estos dos últimos meses se han comenzado a definir los nuevos márgenes que necesariamente dividirán al planeta en términos de mercados, inversiones, exportación e importación, intercambio y transferencia de tecnología.

Occidente ha lanzado una campaña de sanciones financieras y económicas contra Rusia, y ha desatado una guerra diplomática contra el agresor de Ucrania en los foros internacionales. Sin embargo, los efectos esperados para la economía rusa, al parecer, demorarán mucho en hacerse palpables. Europa aún depende del gas ruso (40% del que consume para producir energía), y aunque haya recortado las importaciones de hidrocarburos ahora paga un mayor precio por el que todavía recibe de Moscú: mil millones de euros diarios, lo que continúan financiando la maquinaria bélica de Putin que destruye ciudades ucranianas y comunidades enteras.  

Por otro lado, el bloque occidental ha estado entregando armas cada vez más sofisticadas a Ucrania, con las cuales esperan equilibrar la disparidad cuantitativa y cualitativa. Rusia los acusa de estar “echando leña al fuego”, quizás olvidando que entre 1965 y 1975, la URSS armó a Vietnam del Norte hasta los dientes para que pudiera defenderse de Estados Unidos.

En la batalla diplomática, Occidente no ha logrado aislar a Rusia del todo. Países cardinales en la geopolítica internacional como China, India y Sudáfrica se han mostrado “neutrales” y no han condenado la invasión rusa a Ucrania. Brasil, aunque firmó una resolución condenatoria en la ONU, en la práctica se ha comportado más que ambivalente. Como veremos a continuación, esto tiene una lógica indiscutible que nos hace avizorar aún más hacia dónde se mueve la futura polarización mundial.

Para China, Rusia es el principal aliado estratégico en su competencia por dominar la economía global, especialmente por ser Moscú la frontera con la Unión Europea. Es China y no Rusia, como se piensa erróneamente, la verdadera potencia competidora de los Estados Unidos. Y esto es debido al tamaño de su economía y la imbricación que posee dentro de todos los mercados regionales, incluyendo el europeo.

El antagonismo militar entre potencias nucleares es, más que nada, una expresión externa y nominal de la competencia económica donde se libra la verdadera guerra.  Sólo el tiempo dirá qué impactos tendrá esta nueva bipolaridad en los diferentes rincones del mundo.



Fuentes consultadas:






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