Las caras de la violencia doméstica
15 July 2022
por Carmen Delia Cruz
La
violencia contra las mujeres está presente en todos los países,
atravesando indistintamente todas las culturas, clases sociales,
edades, niveles de educación, categorías económicas y grupos
étnicos.
La
violencia doméstica, en tanto, es una práctica disfuncional de las
relaciones interpersonales donde conviven personas, generalmente de
una misma familia. En general, una buena parte del uso de la
violencia en las familias se debe a costumbres, educación y
condiciones socioeconómicas, aunque también influyen factores
individuales como la salud mental que pueden estar ligados o no a los
anteriores. Este fenómeno, además, se manifiesta de varias formas:
la violencia puede ser física, psicológica, emocional, incluso
puede adoptar las formas de explotación económica.
En
el caso de Canadá, que es una nación compuesta en gran medida por
inmigrantes y sus descendientes, existe una diversidad cultural
gigantesca, donde pueden encontrarse manifestaciones de esta
violencia. Hablamos de conductas que, aunque rechazadas por la ley o
por las costumbres y la idiosincrasia del país, prevalecen en
ciertas comunidades integradas por inmigrantes de primera generación.
Estas personas han vivido buena parte de su vida en otras geografías,
donde las actitudes abusivas fueron parte del día a día y no es
sencillo cambiar sus costumbres.
De
hecho, algunas personas no ven absolutamente ningún problema en el
comportamiento violento a la hora de comunicarse con otros miembros
del entorno cercano. En la educación de los menores del hogar, por
ejemplo, hay familias que utilizan la violencia física o emocional
con el convencimiento de que es la mejor manera de forjarles para la
vida, hacerles fuertes y resistentes. Otras, por su parte, consideran
que el trato a las mujeres debe ser estricto y regulatorio,
limitándolas de ciertas actividades o trabajos que están “diseñados
para hombres,” mientras se sienten responsables económicamente de
ellas. Lo peor en estos escenarios, donde la cultura es quien
determina la conducta, es que los abusados (menores y mujeres) llegan
a justificar esos patrones violentos y considerarlos dentro de lo
normal.
Desde
el punto de vista socioeconómico, puede decirse que la pobreza es un
impulsor de la violencia doméstica. Las personas que viven en
comunidades marginalizadas están más expuestas a la vinculación
con grupos criminales, pandillas, por ejemplo, donde la cultura de la
violencia es la herramienta cotidiana para poder subsistir. Quienes
se vinculan a estos medios delictivos terminan trayendo a casa esos
mismos patrones y aplicándolos en el núcleo familiar. La formación
de los menores en ese medio está influenciada por la idea de que se
debe ser fuerte para sobrevivir a las condiciones de la calle y, por
lo tanto, se debe empezar por ser fuerte en casa.
Por
otro lado, los niveles de estrés en los núcleos que viven en
comunidades marginales son mucho más altos y la respuesta
psicológica de sus integrantes es, con frecuencia, recurrir a la
violencia. Como consecuencia de la vida en condiciones de pobreza, se
aprecia una mayor incidencia en el uso y abuso de substancias dañinas
o alcohol, lo cual termina retroalimentando la violencia en las
relaciones interpersonales.
Al
analizar estadísticas de Canadá s0bre esta problemática social, se
puede observar que la mayor parte de las víctimas de violencia
doméstica en Canadá son mujeres y dentro de ellas, prevalecen las
pertenecientes a comunidades marginalizadas o grupos como los
inmigrantes.
Durante
la pandemia, los niveles de violencia en el hogar contra la mujer se
exacerbaron debido al mismo confinamiento, las limitaciones laborales
y económicas.
Veamos
algunos datos para tener una idea más clara:
- Cada seis días, una mujer es asesinada en Canadá por su pareja.
- De acuerdo con el Observatorio Canadiense del Feminicidio para la Justicia y la Responsabilidad, 173 mujeres y niñas murieron de forma violenta en 2021. La mayoría de estos casos se dieron en Ontario y en Quebec (52 y 26 respectivamente).
- De estos feminicidios, en 133 casos los acusados de causar la muerte fueron hombres. Cuando comparamos con años anteriores, vemos que en 2020 fueron 160 los feminicidios, mientras que en 2019 se contabilizaron 118. Como puede apreciarse, las cifras han ido aumentando cada año, a pesar de las campañas de concientización.
- El 95 % de las víctimas de homicidio conyugal en Ontario son mujeres, mientras que en general, en los homicidios domésticos registrados en nuestra provincia el principal factor de riesgo preexistente era la ocurrencia previa de actos de violencia doméstica. Esto indica que dicha violencia tiende a degenerar en formas cada vez más letales.
- Una de cada cuatro mujeres inmigrantes catalogadas como minorías visibles sufre de violencia doméstica en algún momento de sus vidas. Entre las causas de ello se han identificado las siguientes: dependencia económica de sus parejas, barreras idiomáticas y desconocimiento de los recursos de ayuda disponibles.
- Del total de mujeres pertenecientes a minorías visibles, se estima que un 25% experimenta violencia de pareja en Canadá. Pero si se trata de mujeres árabes, afrodescendientes y latinoamericanas, los porcentajes son del 44%, 42% y 47% respectivamente.
Sociólogos,
psicólogos y trabajadores sociales han venido estudiando el fenómeno
de la violencia doméstica (en especial contra mujeres) en los
últimos años en Canadá, tratando de entender por qué no se ha
logrado eliminar (o al menos decrecer sustancialmente) la ocurrencia
de este flagelo.
Entre
las causas más frecuentes podrían mencionarse las siguientes: miedo
al estigma social, desconocimiento de los recursos de ayuda
disponibles, falsas concepciones culturales que normalizan el abuso,
desconocimiento de la dinámica del abuso (falsas expectativas acerca
de la posibilidad de mejoría con el paso del tiempo), insuficiente
capacidad en los hogares de refugio para mujeres abusadas o pocos
espacios educativos en las comunidades de riesgo.
Como
puede apreciarse, queda mucho por hacer en este campo, a pesar de la
existencia de refugio y consejería para mujeres que sufren de
violencia y abuso, como los administrados por organizaciones sociales
como las siguientes: YWCA,
The Redwood, Nellies, Sistering, Stories, Family Service Toronto,
NYWS,
The Barbra Schlifer Commemorative Clinic, CGHH Centro Para Gente de
Habla Hispana, The Toronto Rape Crisis Centre / Multicultural Women
Against Rape
(TRCC/MWAR).
Todavía
existe un gran desconocimiento sobre estos recursos dentro de los
sectores de riesgo. La promoción de estos recursos y programas debe
ampliarse y hacerse mucho más efectiva si se quiere tener una
población femenina informada, de manera que accedan en tiempo a la
ayuda necesaria.
A
niveles de comunidad, especialmente las marginalizadas, se debe hacer
un mejor trabajo de educación, que alcance no sólo a las víctimas
sino a los victimarios. Y adicionalmente, se debería combinar este
trabajo educativo con otros de revitalización socioeconómico de las
comunidades afectadas, pues sin la mejoría de los estándares de
vida no se llegará a eliminar las causas sistémicas de esta
violencia.
También
se trata de un esfuerzo colectivo. Al involucrar a todas las
comunidades étnicas a que se sumen y desarrollen sus servicios de
manera más integrada se podrá lograr en el futuro que la violencia
doméstica como práctica de vida sea erradicada del tejido social.
¿Cuáles son las recomendaciones para la prevención de violencia
doméstica?
• Implementar
un plan de acción nacional bien financiado sobre la violencia contra
las mujeres con indicadores clave y guiado por un sólido proceso
feminista de Monitoreo, Evaluación y Aprendizaje (MEL):
•
Financiamiento
básico para organizaciones de mujeres que brindan servicios,
programas, promoción e investigación.
• Aplicar
una lente feminista interseccional al diseñar, formular, implementar
y monitorear programas y proyectos.
• Trabajar
para acabar con todas las formas de desigualdad y discriminación. La
intersección de las desigualdades, como la desigualdad económica,
el racismo no solo hace que las mujeres sean más vulnerables a la
violencia, sino que también afecta su capacidad de desempeño. Poner
fin a la violencia contra la mujer requiere un enfoque múltiple que
debe implicar el pleno ejercicio de todos los derechos humanos y la
igualdad.
• Ampliar
un registro de datos desglosados por género, raza, etnia, ubicación,
edad, ingresos, capacidad, ocupación, etc.
Fuentes consultadas: