Viñetas Número 108

Reflexiones, diálogo y comunidad
Línea Uno
Boletín No 108, Toronto, 5 de Agosto de 2022
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Viñetas Número 108

Boletín Línea Uno 108 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
5 August 2022
por Luis Carrillos
 
Hoy me puse la cuarta vacuna en la farmacia que está en el primer piso del edificio donde está mi oficina. Hace cinco horas que me la pusieron y el pinchazo empieza a sentirse ya como lastimando. La persona que me vacunó me advirtió que podía darme fiebre, por el momento solo siento que quiero estar sentado haciendo nada, excepto picoteando estas líneas.  Lo otro que estoy haciendo es seguir la sugerencia de la colega Carmen Delia que llegó a la oficina para ayudarme a enviar documentación a la persona del gobierno encargada de los asuntos legales y financieros de mi amigo hermano Raff. “Por favor tome bastante líquido Luis, descanse lo más que pueda y tiene que tomarse un Tylenol,” me dijo antes de mandarme a la casa.

  
El viernes 22 de julio me dirigía a la oficina unos minutos antes de las nueve de la mañana. Yo había calculado que iba con tiempo suficiente para mi primera cita de la mañana. Esta sería una reunión de consejería sobre control del enojo, con un participante que llegaría a su segunda sesión.

El creer que iba con tiempo suficiente me hizo tomar la ruta más larga, por las aceras en lugar de zigzaguear entre autos estacionados. Esta ruta me hizo pasar por la entrada y salida de vehículos de construcción y como era de esperar tuve que esperar a que entrara o saliera uno de estos camiones.  Era uno de esos llamados Bob Cats, un tractor de excavación que venía por la calle y la persona que controlaba la entrada y salida me hizo señal de que parara y dejara entrar al mentado bicho. Después que pasó la maquinita, me hizo señal de proceder, le dí las gracias y reanudé mi camino. De pronto escucho que me llama “¡Don Luis! … ¿cómo está?” Me vuelvo a mirar y no pude reconocerlo, ya que tenía su casco de construcción que le cubría hasta la frente y unos lentes oscuros que le cubrían buena parte de la cara. “Un día lo vi pasar por aquí, pero no pude hablarle porque estaba ocupado. Acá trabajo desde hace un año y estoy a cargo de este sitio de construcción,” me cuenta. Cuando me acerqué sí pude reconocerle. Es uno de los muchachos de aquellos tiempos y no lo veía desde hacía más de quince años. Hablamos de cómo estamos, él sobre su familia, su compañera y su hijo. “Mi mujer está bien, tiene buen trabajo. Y mi hijo ya terminó la escuela secundaria y va a ir a la universidad,” me contó con alegría.

También en los breves minutos que duró el intercambio trajimos a mente otras muchachas y muchachos de su mismo grupo. Se alegró de verme y de saber que sigo trabajando con Los Batos y las Batas. Le digo que sí, aunque ahora ya no son jóvenes, ahora trabajo con la generación siguiente, cuando me necesitan.

Mi continuidad es con el trabajo con la comunidad, haciendo consejería de apoyo, acompañamiento, de pena y duelo y de autoestima. Esto me mantiene bien, física y mentalmente. De paso, lo invito a que me visite en mi oficina que está allí en el “edificio color verde oscuro, oficina 203 sobre la cafetería Tim Horton’s; mi número de teléfono es el mismo: 416-516-0851. El prometió que lo haría en cualquier momento.

Este impromptu encuentro me dejó una sensación de asombro, pero más de alegría, pues da satisfacción el ver pasar los cambios en la vida de estos jóvenes, que en aquel tiempo el sistema los juzgaba como “de alto riesgo”. En el Consejo de Desarrollo Hispano, en cambio, les dimos su espacio para crecer, lo cual siempre recuerdan.  
La otra oportunidad que tuve de ver a este muchacho fue cuando había parado el tráfico para permitir a un inmenso camión que saliera de la zona de construcción. “Hola Don Luis. ¿cómo está?”. Le contesto que estoy bien y que me alegraba mucho verle en plena acción laboral.

Un encuentro oportuno

En mi camino en uno de esos viajes comunitarios que efectúo en mi vida cotidiana, hice como de costumbre una pausa en una esquina importante en el noroeste de la ciudad. Allí hay una cafetería de las más populares de Canadá. Me había comprado mi café, pero sin
donuts, y lo estaba saboreando bajo la sombra de un roble joven, cuando se me acerca una mujer y me pregunta: “¿habla español usted?” Le contesto que sí, preguntándole ¿en qué podía servirle?                        
Ando buscando trabajo, ¿no sabe dónde puedo encontrar?,” me dice. Saqué mi celular y busqué unas fotos de avisos de una agencia de empleos que hacía unos días había fotografiado y se las mostré. La mujer un poco extrañada y, agradablemente sorprendida por el instantáneo giro, me contesta: “Lo que menos esperaba yo era esto. Que me respondiera con un número telefónico para solicitar un trabajo,” me dice procediendo a tomarle una foto con su celular al anuncio. Acto seguido, marcó el número de la agencia y para su agradable sorpresa le contestaron en español y ahí nomás arregló una cita para presentarse el siguiente día. “¿Quién iba a pensar que una foto tomada al azar para publicar en estas viñetas, iba a tener un resultado como este?,” pensé.

Después ella me contó que andaba buscando una agencia comunitaria, que necesitaba arreglar unos papeles de migración, que era de España y que necesitaba ayuda. Le había preguntado por ese centro comunitario a otra mujer conocida que tiene muchos años de vivir por esa área, pero la señora le respondió un poco molesta, que no conocía de esos centros ya que no los necesitaba. Lo interesante del episodio es que el lugar en cuestión que ella buscaba se encontraba justo frente a donde nosotros estábamos conversando, exactamente al otro lado de la calle. Se trataba del Centro Comunitario Menonita, el cual inmediatamente le indiqué. Antes de que se despidiera y emprendiera su camino allí, le entregué una de nuestras tarjetas del Consejo de Desarrollo Hispano que leen: “Nuestro Trabajo es apoyar a la Comunidad”.

 
Hablando con extraños

Ese día yo decidí viajar a mi casa desde la oficina por la ruta más larga. Quería avanzar en la lectura del libro “Hablando con extraños,” que me dio mi hijo hace una semana, durante mi visita a su casa después de dos años debido a la pandemia. El seguir la ruta más larga significa tomar un autobús en mi acostumbrada Finch West, dos estaciones más al norte de la línea del tren subterráneo, y de allí agarrar otro bus, el que me llevará a unos pasos del edificio de mi apartamento.

En esa segunda etapa, el trayecto es más largo y provee más posibilidades de una concentrada lectura. De pronto mi plan fue perturbado cuando se escuchó un sonido extraño del aparato donde se toca la tarjeta Presto para pagar el pasaje. Es el sonido que emite cuando la tarjeta no tiene fondos. Un hombre, haciendo caso omiso prosiguió hacia el interior del bus.

Generalmente, cuando esto sucede los pasajeros se acercan al conductor para presentar su caso y explicar que al llegar a la estación van a ponerle fondos a la tarjeta. Generalmente, el personal del bus es indulgente y le permite viajar si uno se disculpa y es cordial, pero éste no fue el caso.  El motorista de pronto sintiéndose ignorado por el pasajero, me imagino, le llamó a que volviera al frente del bus. Después de tres llamadas, el hombre volvió. No siendo audible lo que le dijo, el pasajero le contestó que no tenía cambio, haciendo movimientos con las manos. No escuché que le dijo el motorista, pero el hombre a regañadientes y con palabras no imprimibles se bajó del bus en forma airada.

La distracción la encontré excitante y en mi mente felicité al motorista, pues muchos de nosotros fielmente pagamos nuestro pasaje y otros no lo hacen sin excusas. Luego opté por guardar el libro para prepararme para bajar. Al descender le di las gracias al motorista, y le dije "excelente su trabajo de no haber permitido que el pasajero que no quiso pagar no viajara. Lo felicito." El chofer me respondió con un movimiento de cabeza de afirmación, acompañada de una sonrisa y como balbuceando su agradecimiento.

Me bajo aquí de mi recorrido. La próxima semana volveré con más de mis impresiones de la vida en mi burbuja social comunitaria.






contribuye   pixotronmedia
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North York, Ontario, M3J 3k6
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