¿Puede COVID causar daño cerebral?

Reflexiones, diálogo y comunidad
Línea Uno
Boletín No 111, Toronto, 26 de Agosto de 2022
Boletín Línea Uno, Toronto, Ontario
Consejo de Desarrollo Hispano
DESIGN
BLOG
Go to content

¿Puede COVID causar daño cerebral?

Boletín Línea Uno 111 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
26 August 2022

por Rodrigo Briones

Tras la pandemia de gripe de 1918, conocida como Spanish Flu o Influenza, algunas de las personas contagiadas tardaron casi una década en presentar un síndrome neurológico denominado parkinsonismo post-encefálico.

Más de un siglo después, cuando quienes se encargan de la atención de la salud se encontraron con síntomas neurológicos como niebla cerebral, dolores de cabeza e insomnio en las personas que habían sigo infectadas con coronavirus, sabían que no era algo nuevo. Las secuelas neurológicas tras una infección vírica están presentes.

En enero de 2020 aparecían en este lado del mundo las primeras personas contagiadas por SARS-CoV-2. Tal y como su nombre indica (SARS viene del inglés Severe Acute Respiratory Syndrome). Recordemos que se trata de un virus que afecta al tracto respiratorio produciendo síntomas característicos como congestión nasal, tos seca o dificultad para respirar.

A medida que la pandemia avanzaba, aumentó el número de personas con síntomas neurológicos leves como dolores de cabeza y pérdida de olfato o anosmia. Todas alteraciones comunes de la mayoría de los procesos víricos y fácilmente explicables por la lesión del epitelio olfativo que se produce durante la enfermedad.

Sin embargo, estudios posteriores de neuroimagen demostraron que en pacientes de COVID-19 estos síntomas podrían deberse a lesiones en el bulbo olfativo y regiones adyacentes del sistema nervioso. En los casos más severos, estas molestias aumentan con la gravedad de la infección, pudiendo persistir incluso una vez superada la enfermedad. Es más, un tercio de las personas hospitalizadas por COVID-19 presentaron alteraciones más graves como confusión, olvido, problemas para concentrarse o depresión.

En una de las primeras presentaciones de difusión pública sobre COVID-19 que realizó el médico neurólogo Luis Fornazzari, especialista de la Universidad de Toronto en enfermedades neurodegenerativas como el Alzhéimer, presentó unos estudios “muy preliminares” que mostraban daños cerebrales en personas afectadas por el nuevo virus. En ese momento, era muy prematuro poder conjeturar sobre el impacto global que tendría esta secuela.

Más recientemente, un estudio publicado en la revista científica Nature demuestra daños en cerebros post mortem de COVID-19 similares a los de Alzhéimer y Párkinson. Todas estas alteraciones neurológicas parecen indicar que el tejido nervioso estaría más afectado de lo que inicialmente se pensaba”. (1)

Conclusiones de la Universidad de Oxford

Un estudio publicado esta semana en la revista Lancet Psychiatry mostró un aumento de los riesgos de algunos trastornos cerebrales, dos años después de la infección por el coronavirus, arrojando nueva luz sobre los aspectos neurológicos y psiquiátricos a largo plazo del virus.

El análisis, realizado por investigadores de la Universidad de Oxford y basado en datos de registros de salud de más de 1 millón de personas en todo el mundo, encontró que, si bien los riesgos de muchos trastornos psiquiátricos comunes volvieron a la normalidad en un par de meses, las personas permanecieron en un mayor riesgo de demencia, epilepsia, psicosis y déficit cognitivo (o niebla mental) dos años después de contraer COVID-19.

Las personas adultas parecían tener un riesgo particular de niebla mental duradera, una queja común entre los sobrevivientes de coronavirus.

Los hallazgos del estudio fueron una mezcla de buenas y malas noticias, dijo Paul Harrison, profesor de psiquiatría en la Universidad de Oxford y autor principal del estudio: “me sorprendió y me alivió la rapidez con que desaparecieron las secuelas psiquiátricas”, dijo Harrison.
 
Secuelas neuropsiquiátricas

David Putrino, director de innovación en rehabilitación del Sistema de Salud Mount Sinai en Nueva York, quien ha estado estudiando los impactos duraderos del coronavirus desde el comienzo de la pandemia, dijo que el estudio reveló algunos resultados muy preocupantes: “Nos permite ver sin duda la aparición de secuelas neuropsiquiátricas significativas en personas que tenían COVID-19 y con mucha más frecuencia que en quienes no”, dijo.

Los investigadores compararon a casi 1,3 millones de pacientes con diagnóstico de COVID-19 entre el 20 de enero de 2020 y el 13 de abril de 2022, con un número igual de pacientes que tenían otras enfermedades respiratorias durante la pandemia. Los datos, proporcionados por la red de registros médicos electrónicos TriNetX, procedían en gran parte de Estados Unidos, pero también incluían datos de Australia, Gran Bretaña, España, Bulgaria, India, Malasia y Taiwán.
El grupo de estudio, que incluía 185.000 niños y 242.000 ancianos, reveló que los riesgos diferían según la edad, con personas mayores de 65 años con mayor riesgo de efectos neuropsiquiátricos duraderos.

Para las personas de entre 18 y 64 años, un mayor riesgo particularmente significativo fue la niebla mental persistente, que afectó al 6,4 por ciento de las personas que habían tenido COVID-19 en comparación con el 5,5 por ciento en el grupo de control.

Seis meses después de la infección, no se encontró que los niños tuvieron un mayor riesgo de trastornos del estado de ánimo, aunque seguían teniendo un mayor riesgo de confusión mental, insomnio, accidente cerebrovascular y epilepsia. Ninguno de esos efectos fue permanente para los niños. Con la epilepsia, que es extremadamente rara, el riesgo fue mayor.

El estudio encontró que el 4,5 por ciento de las personas mayores desarrollaron demencia en los dos años posteriores a la infección, en comparación con el 3,3 por ciento del grupo de control. Ese aumento de 1,2 puntos en un diagnóstico tan dañino como la demencia es particularmente preocupante, dijeron los investigadores. (2)

Es pertinente tener en cuenta que “la demencia es un síndrome –generalmente de naturaleza crónica o progresiva– caracterizado por el deterioro de la función cognitiva (es decir, la capacidad para procesar el pensamiento) más allá de lo que podría considerarse una consecuencia del envejecimiento normal. La demencia afecta a la memoria, el pensamiento, la orientación, la comprensión, el cálculo, la capacidad de aprendizaje, el lenguaje y el juicio. La conciencia no se ve afectada. El deterioro de la función cognitiva suele ir acompañado y, en ocasiones es precedido, por el deterioro del control emocional, el comportamiento social o la motivación.

Casos de demencia

La demencia es causada por diversas enfermedades y lesiones que afectan al cerebro de forma primaria o secundaria, como la enfermedad de Alzhéimer o los accidentes cerebrovasculares.

La demencia es una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores en todo el mundo. Puede resultar abrumadora no solo para quienes la padecen, sino también para sus cuidadores y familiares. A menudo hay una falta de conciencia y comprensión de la demencia, lo que puede causar estigmatización y suponer un obstáculo para que las personas acudan a los oportunos servicios de diagnóstico y atención. El impacto de la demencia en los cuidadores, la familia y la sociedad puede ser de carácter físico, psicológico, social y económico”. (3)

Ante los resultados mostrados en el estudio publicado en la revista Lancet Psychiatry, especialistas advirtieron que es imposible hacer comparaciones completas entre los efectos de las variantes recientes, incluido Ómicron y sus subvariantes.

Investigadores describieron algunos hallazgos iniciales: aunque Ómicron causó síntomas inmediatos menos graves, los resultados neurológicos y psiquiátricos a largo plazo parecieron similares a las ondas delta, lo que indica que la carga sobre los sistemas de salud del mundo podría continuar incluso con variantes menos graves.

Hannah Davis, cofundadora de Patient-Led Research Collaborative, dijo que el hallazgo fue significativo. “Va en contra de la narrativa de que Ómicron es más leve para la COVID prolongada, que no es una conclusión basada en la ciencia”, dijo Davis.

La gravedad de la infección inicial no importa cuando hablamos de secuelas a largo plazo que arruinan la vida de las personas.

Donde hay acuerdo es que ponerse la vacuna nos ayuda a prevenir la infección grave de una enfermedad que ha probado su ferocidad. Sabemos hoy que al recibir la vacuna de COVID-19 nuestra protección de los efectos a largo plazo puede subir hasta en un 50 por ciento, de acuerdo con los estudios disponibles.

Como hemos podido verificar, el paso del tiempo y la mayor cantidad de estudios científicos permitirán a la ciencia dar un mayor grado de certeza respecto de la protección de las vacunas para los efectos de la infección de COVID-19 a largo plazo.



 
Fuentes:






contribuye   pixotronmedia
Hispanic Development Council
Consejo de Desarrollo Hispano
1280 Finch Ave West, Suite 203
North York, Ontario, M3J 3k6
CANADA
Boletín Línea Uno
Back to content