¿Qué consecuencias tendrá una recesión?

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Boletín No 120, Toronto, 28 de Octubre de 2022
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¿Qué consecuencias tendrá una recesión?

Boletín Línea Uno 120 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
28 October 2022
por Alberto Juan Barrientos

La economía mundial atraviesa por un peligroso período de crisis, tras la devastadora pandemia que trastocó la vida de billones de personas y ha hecho trastabillar a economías y sociedades enteras en los últimos tres años.

El virus del COVID-19 puede estar por ahora perdiendo su batalla contra la ciencia y el ingenio humano, pero tal como ocurre en la mitología griega con la Hidra de Lerna, no basta con cortar su cabeza, incluso usando las más avanzadas vacunas.

Cuando ya parecía verse la luz al final del túnel, una serie de acontecimientos, desencadenados a partir de la irresponsable guerra iniciada en Ucrania han empujado a varias economías importantes del planeta hacia el borde de un abismo.

A pesar de ciertos signos cosméticos de recuperación, la humanidad se halla ahora abocada a una crisis cuyos principales componentes son la inflación -que en ciertas geografías ha escalado a la categoría de escasez y hambruna- y la consecuente recesión en ciernes. Ambos fenómenos combinados crean el caldo de cultivo para un período gris en el futuro cercano. Analicemos entonces los factores que inciden en este escenario.

El conflicto ucraniano, en apariencia local, tiene un componente económico sobre todo en Europa, donde ya ha comenzado a desestabilizar a la economía de la llamada Zona Euro. El sector energético y varias industrias regionales, altamente dependientes del gas y los hidrocarburos rusos, han comenzado a sufrir una contracción sustancial, debido a la inestabilidad del suministro de estas materias primas. Utilizadas como arma política por el Kremlin para influir en la ayuda que la Comunidad Europea entrega a Ucrania, la disminución de su cuantía ha hecho que servicios básicos a la población se hayan encarecido, el costo de la vida se haya elevado y la producción de ciertos bienes y servicios en el continente se hayan visto afectados.

La tendencia natural de este fenómeno, que según los pronósticos se prolongará en el tiempo, generará inevitablemente una recesión en este conglomerado económico regional devaluando su moneda común, el Euro. Los efectos, sin embargo, alcanzarán regiones allende sus fronteras.

En una economía globalizada, en la que Europa recibe insumos para la producción desde Asia o África, la disminución de la demanda productiva podría quebrar a estos suministradores. De igual manera, los consumidores internacionales del producto elaborado por Europa verán desaparecer a los mismos de sus mercados locales. Por otro lado, ante la inevitable inflación a ambos lados de la cadena comercial internacional, las instituciones financieras han comenzado a elevar las tasas de interés, en un intento por disminuir la demanda, el consumo y por consiguiente los precios al público. Pero esta medida está dificultando el financiamiento del sector corporativo y, por tanto, desacelerando la producción y el desarrollo socioeconómico.

El Banco de Canadá anunció esta semana otra suba al 3.75% para la toma de créditos. Esta es la sexta vez en el año que suben los intereses en un intento por poner paños fríos a la inflación, que ya trepó al 11%, un hecho no experimentado en casi 40 años en Canadá. Muchos economistas consideran que aun así este país está en una mejor posición para afrontar esta crisis.

La peor parte se la están llevando las economías emergentes, cuyos mercados ya empiezan a experimentar un sobreendeudamiento insostenible. La crisis del continente europeo, cuyos mercados constituyen una buena parte del esquema operacional de la economía china, hará que ésta se contraiga inevitablemente. Y siendo la segunda más voluminosa del planeta, suministradora de bienes de consumo a casi la totalidad del mundo, el impacto se hará notar en todas las geografías.

La situación para los países más pobres, muchos de ellos en el África subsahariana, será aún más crítica. Estas economías apenas podrán enfrentar el incremento de precio de sus importaciones, en especial las de productos básicos como el trigo para la alimentación de su población. De momento, al parecer, las ventajas de esta situación serán para el país con la economía mayor del planeta, con reservas de recursos propios nada desestimables y líder en innovación tecnológica: Estados Unidos. Y hay una lógica para ello.

No es un fenómeno nuevo para las bolsas internacionales de valores que el dólar estadounidense sea utilizado para cotizar productos vitales, por ejemplo, la energía y los alimentos. La mayoría de las grandes transacciones internacionales se realizan utilizando el dólar americano (un 40% del total según datos del FMI), o como patrón para cotizar, según su equivalencia, en otras monedas “duras”.

El financiamiento externo, incluso el de organismos globales, basa también sus operaciones en dicha divisa. Se trata de una moneda global de reserva que todo Estado, corporación o industria, con independencia de su ubicación geográfica, debe manejar en especial durante tiempos de crisis. Y, ya sea, porque han tenido una mejor visión del panorama gris que se avecina o porque están en una mejor posición, la Reserva Federal de los Estados Unidos ha iniciado la carrera más agresiva del planeta contra la inflación, subiendo las tasas de interés varias veces durante este 2022.

La suba en los intereses ha incrementado el valor de la moneda norteamericana, con un impacto regulatorio positivo en el sector residencial local, donde el consumo disminuye y, por consiguiente, los precios paran de subir. Sin embargo, el efecto es devastador para los mercados extranjeros cuyas monedas cotizan contra el dólar y ahora se ven devaluados.
Para los países en desarrollo como muchas economías latinoamericanas, el efecto de esta medida será negativo pues la deuda externa cotizada en USD, por citar un factor socioeconómico clave, ahora se verá aumentada en su valor real. Y los precios de venta de productos importados allí, o elaborados con materia prima proveniente del exterior, se elevarán al ser convertidos a la moneda local. Esta repercusión negativa se agrava obviamente en los países más pobres, donde se hace muy difícil sustituir importaciones con producciones locales.

Por otra parte, la medida aplicada por la Reserva Federal de Estados Unidos ha incrementado el valor de ciertos productos financieros, como son los bonos de gobierno. Considerados una inversión segura, en especial durante tiempos convulsos como los que se están viviendo, su demanda ha crecido exponencialmente y muchos inversionistas han comprado miles de millones en valor a través de ellos. Esta demanda adicional de dólares americanos para adquirir dichos bonos, en detrimento de otras monedas, hace que el valor de la divisa estadounidense se incremente. Así pues, comparados con el dólar americano, el yen japonés ha perdido un 20% de su valor, mientras el euro ha caído un 15%. La libra esterlina por su parte ha llegado a un mínimo histórico y el renminbi chino ha adquirido su valor más bajo en los dos últimos años.

Es significativo que el euro, moneda utilizada por 19 naciones europeas en lo que se considera una de las tres grandes regiones económicas del planeta, descendiera en valor llegando a la paridad con el dólar, por primera vez desde su instauración en el 2002.

A niveles macroeconómicos, la subida repentina del dólar representa un serio problema para los países en desarrollo. Estos pagan hoy mucho más que hace un año por sus importaciones básicas, o por sus compromisos contractuales derivados de la deuda exterior. Si en el 2021, 100 dólares de adeudo o petróleo se costeaban con 1572 libras egipcias este año deberán desembolsar 1950 libras. Lo anterior es el resultado de la sobrevaluación del dólar americano y la devaluación de monedas locales. Solo en el nivel microeconómico podríamos encontrar excepciones, al menos temporalmente, al impacto negativo de la subida del dólar.

En países latinoamericanos receptores de remesas a gran escala desde los Estados Unidos, como pueden ser México, Cuba y República Dominicana, las familias que reciben este financiamiento para costear sus gastos de vida incrementarán su poder adquisitivo. Esto, obviamente, funcionará así mientras las tarifas de cambio superen en beneficio al incremento de precios locales debido a la inflación. Para la población estadounidense, también habrá un beneficio en el nivel microeconómico, cuando se trate de productos importados desde Europa. Una lata de té producido en Inglaterra que en 2021 costaba $16.44 US, ahora cuesta $13.03 US. Y una caja de bombones belgas que debía pagarse hace un año a $58.50 US, cuesta hoy $48.32.

El impacto de la subida del dólar en América Latina ha variado de un país a otro, aunque en general puede decirse que es mayor la afectación que el beneficio. De enero a julio del 2021, las monedas de Perú, Brasil y Uruguay incrementaron su valor en 1%, 3,8% y 10,2% respectivamente con relación al US dólar. En cambio, las de México, Colombia, Chile y Argentina, se depreciaron en un 1%, 12,4%, 14,1 % y 19,3% respectivamente.  La balanza se inclina desfavorablemente hacia los importadores netos, aquellos que compran en el exterior grandes cantidades de insumos pagados en la moneda norteamericana en los mercados globales.
La inestabilidad política es otro factor de peso.

Muchos inversionistas externos están frenando la inyección de capital en las economías emergentes, producto del temor a perder sus ganancias si ocurriesen cambios políticos que ellos consideran radicales. Es el caso por ejemplo de Chile, El Salvador y Colombia, donde la percepción del riesgo para estos financistas se ha convertido en un factor determinante en la decisión de no invertir. Atraer la necesaria inversión, por tanto, se encarece para estos países.  Solo los exportadores netos, como es el caso de Brasil, han podido capear el temporal al obtener divisas fuertes generadas por la venta de “commodities” de alta demanda como es el petróleo. Estos dividendos, una vez retornados a la economía interna y transferidos a la moneda local, aumentan el volumen de esta última en la circulación e incentivación productiva. Pero estas son realmente excepciones para el continente suramericano.  

En cuanto a las perspectivas futuras, para que se vea una mejoría, habrá que esperar a una conclusión de la guerra en Ucrania, la estabilización energética en Europa y la apertura del mercado chino de importaciones, afectado por la política de cero COVID.

Pero las relaciones con el gigante chino se tensan cada día que pasa, algo que complejiza el escenario de solución de la crisis bélica y económica.

Mientras tanto, la situación actual ha servido para demostrar que los Estados Unidos no sólo siguen siendo la primera potencia militar, sino también económica en el mundo de hoy. Tal vez tengan razón aquellos que abogan por la necesidad de un nuevo orden mundial, sólo que la vía para lograr ese cambio no está visible aún en el horizonte cercano.



Fuentes:
  






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