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Boletín No 127, Toronto, 16 de Diciembre de 2022
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Un camino digital para el desarrollo

Boletín Línea Uno 127 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
16 December 2022

por Alberto Juan Barrientos

En ocho de los doce países latinoamericanos, el 60 por ciento de menores y adolescentes pobres no tienen conectividad a Internet desde sus hogares. Es fácil entender en este contexto, que a diferencia de lo ocurrido en los polos desarrollados, la educación por medios virtuales no prosperó ni ha tenido gran impacto en las tierras al sur del Río Bravo.

Algunos expertos consideran que el impacto a mediano plazo de este “hueco” educativo podría ser devastador para la región.  
Según estudios realizados por organismos de las Naciones Unidas, en el 2019, el 22,3% de los jóvenes en edades comprendidas entre los 18 y 24 años no estudiaba ni trabajaba de forma remunerada. Para el 2020, este porcentaje alcanzó el 28,7 %, con una representación mayoritaria de mujeres (36% del total poblacional, mientras el 22% de los afectados eran hombres).  

No todos los gobiernos han reaccionado de la misma manera ante la perspectiva futura de desbalance en la calificación de la fuerza laboral, pero en general parece haber un despertar de la conciencia política en este sentido.  
El promedio del gasto social en América Latina cerró el 2021 con un 13% del producto bruto interno (PIB), de cuyo monto un tercio correspondió a educación pública. En el caso de la región del Caribe, el gasto social alcanzó ese año un 14% del PIB, estableciendo un récord histórico. De mantenerse esta tendencia, podría revertirse la situación en los años venideros.

Números de la pobreza

La situación de la pobreza en América Latina, tras la recuperación post COVID, proceso en el que a pesar de todo se registró un modesto crecimiento económico, continúa siendo crítica. De momento no se avizora una mejoría para los doscientos millones de personas que la padecen en el continente.  
En un informe reciente de la CEPAL sobre el Panorama Social de la región, este organismo alertó sobre la necesidad de abordar el problema y tomar medidas, identificando además la existencia de una crisis educacional silenciosa que, a mediano plazo, amenaza con causar toda una generación perdida.  

Tras la caída estrepitosa de las economías regionales en el 2020, como consecuencia de la pandemia global, en 2021 los países comenzaron a recuperarse en la medida que lo hacían los mercados internacionales y el comercio mundial. Pero si se estudian a fondo las características de esa mejoría, vemos que, por ejemplo, una buena parte de los puestos de trabajo recuperados o creados son informales, a medio tiempo y con bajos salarios.  
Asimismo, se evidencia que el incremento del empleo no se tradujo necesariamente en la elevación de los ingresos, y mucho menos del nivel de vida de la población, en tanto la inflación aceleró su paso en igual período producto de la acción de factores externos.  

Así, para el 2022, la CEPAL estima que habrá en Latinoamérica una muy ligera disminución de la pobreza, mientras ocurrirá un leve aumento de la pobreza extrema. De la población total del continente habrá un 32,1% (201 millones de habitantes) catalogadas como pobres, y un 13,1% (82 millones de personas) estarán en la categoría de extrema pobreza. Un panorama nada alentador, si se entiende que uno de cada tres habitantes de la región estará luchando por sobrevivir y no por vivir plenamente como ser humano.

La incidencia de la pobreza en América Latina varía según los sectores poblacionales, afectando en ocasiones a los más vulnerables físicamente. Según el mencionado estudio de la CEPAL, al menos un 45% de los niños y adolescentes serán pobres para finales de este año, indicando el dato en sí mismo un grave problema sistémico en cuanto a la atención y protección de los menores en nuestras sociedades.  

Si este segmento poblacional supera a la media en este índice específico, es porque un número alto de sus integrantes vive sin familia o sin la tutela de adultos, o porque aun siendo parte de un núcleo familiar, los menores pasan mucho tiempo en las calles tratando de procurarse medios de subsistencia. Asimismo, la tasa de pobreza en el segmento etario de 20 a 60 años, casi la totalidad de la edad laboral es muy superior para las mujeres, comparadas con los hombres. Y desde el punto de vista étnico, los indígenas y afrodescendientes son considerablemente más pobres que otros grupos dentro de la sociedad.   

Al presentar el informe sobre el Panorama Social de América Latina en la CEPAL, el secretario ejecutivo de la organización, José Manuel Salazar-Xirinachs, apuntó: “La cascada de choques externos, la desaceleración del crecimiento económico, la débil recuperación del empleo y la inflación al alza profundizan y prolongan la crisis social en América Latina y el Caribe”.  

En cuanto a los dos primeros puntos, el alto ejecutivo analizó la cadena de sucesos que aconteció tras iniciarse la invasión rusa a Ucrania en febrero del 2022, y el subsecuente conflicto geopolítico internacional que se generó a partir del hecho bélico. La crisis energética surgida primero en Europa, con el alza de precios de los combustibles fósiles, afectó la productividad de la industria regional en este bloque y como efecto dominó, en los consumidores y mercados externos.  

La desestabilización de las cadenas productivas y de consumo, de exportación e importación dentro de los mercados internacionales globalizados, afectaron duramente a América Latina también. El proteccionismo de los grandes pulpos financieros que, como reacción a la crisis y la inflación descontrolada, incrementaron las tasas de interés, produjo un descenso de la inversión en los sectores privado y público, afectando con ello la recuperación real del mercado laboral.  
Por otro lado, las medidas proteccionistas de la Reserva Federal de EE.UU. hicieron que se disparara el valor del dólar estadounidense, en detrimento de las monedas extranjeras e incrementando el monto real de las deudas externas latinoamericanas.

Apagón educativo

El secretario ejecutivo de la CEPAL, Salazar-Xirinachs expresó: “No se ha logrado revertir los impactos de la pandemia en materia de pobrezas y pobreza extrema, y los países enfrentan una crisis silenciosa en educación que afecta el futuro de las nuevas generaciones”. Con tal aseveración, el estudioso se refería al “apagón educativo” que durante la pandemia sufrió el continente, mucho más severo que el experimentado en otras regiones del mundo.  

Las instituciones educacionales se vieron forzadas a cerrar sus instalaciones, en todo el mundo, unas 41 semanas como promedio. En América Latina este período duró hasta 70 semanas, quedando rezagada la región en comparación al resto.  
Si a ello sumamos las condiciones precarias de acceso a la educación y la baja calidad de esta para amplios sectores poblacionales del continente, entendemos que la interrupción del proceso educativo sólo exacerbó un problema de fondo que venía afectando a varios países de la región.

Agenda digital

Habiéndose establecido que el desfasaje educacional provocado por la pandemia en América Latina, una de las tantas consecuencias de este devastador evento, afectará severamente a las economías regionales, los gobiernos han comenzado a diseñar una estrategia de solución al problema. Quizás un buen ejemplo de ello son los acuerdos logrados en la recién concluida Octava Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la Información de América Latina y el Caribe. Reunidos en Montevideo, Uruguay, los representantes de los gobiernos de la región aprobaron el 18 de noviembre una Agenda Digital que será vinculante para los signatarios del proyecto.   

Los países de la región se han comprometido a fortalecer y expandir la cooperación en materia digital, para lo cual se elaborará un programa de actividades conjuntas que cubrirá el período 2022-2024. Los objetivos de dicho programa serán potenciar el intercambio de experiencias entre diferentes naciones, la gestión y aplicación efectiva del conocimiento y la capacitación de especialistas locales, todo ello manteniendo canales de comunicación permanente entre las partes.  

Reconociendo que las tecnologías digitales impulsan la eficiencia de todo proceso, tanto los destinados a la producción de bienes como los que se orientan a la prestación de servicios, el proyecto priorizará los sectores de la salud, la educación y la administración de gobierno.
Ya en los lineamientos generales de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada en el 2015 por la Asamblea General de la ONU, se había definido como uno de sus objetivos principales aumentar el acceso global a las tecnologías de la información y las comunicaciones, así como la accesibilidad universal a Internet en los países menos desarrollados.  

La Agenda Digital para América Latina y el Caribe, aprobada recientemente en Montevideo, enuncia varias acciones concretas diseñadas para la realidad latinoamericana que podrían llevar a la consecución de las metas mencionadas.  

En el Documento de Montevideo se establecen claramente 31 objetivos, distribuidos en cuatro ejes. El primero se vincula a la infraestructura, la conectividad, el desarrollo de habilidades y competencias. El segundo aborda la innovación, la sostenibilidad y el emprendimiento en el marco de la economía digital. El tercero habla de la inclusión junto a la transformación digital del estado. Y el cuarto se refiere a la integración comercial en la región, la cooperación a través de alianzas y mercados comunes.  

El desarrollo y la accesibilidad a la tecnología digital están correlacionados, no cabe duda alguna al respecto. No es casualidad, por tanto, que los países más ricos o sus corporaciones detenten la propiedad intelectual sobre el knowhow que hace mover la maquinaria productiva en todo el planeta.  

La apropiación de los adelantos científicos que incrementan la eficiencia y rentabilidad de estos procesos, casi exclusiva por parte del Primer Mundo, hace que los ricos incrementen su riqueza exponencialmente. mientras los pobres quedan estancados en la pobreza utilizando tecnologías del pasado.  
Es hora ya de un cambio hacia el equilibrio, y la Agenda Digital de Montevideo puede tener un impacto notable si se aplica consecuentemente. Los próximos dos o tres años dirán si valió la pena el esfuerzo de este pasado noviembre en la capital de Uruguay.









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