La integración como objetivo

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Boletín No 134, Toronto, 3 de Febrero de 2023
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La integración como objetivo

Boletín Línea Uno 134 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
3 February 2023

por Alberto Juan Barrientos

La recién concluida séptima Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en la capital de Argentina, país en ejercicio de la presidencia pro tempore en 2022, ofrece un panorama con varias lecturas para el continente. Como en las cumbres anteriores, el objetivo sigue siendo la tarea inacabada de lograr la integración regional, en concordancia con el espíritu fundacional de la organización.

Treinta y tres representantes de los estados miembros llegaron a un cierto consenso, reflejado en la Declaración de Buenos Aires, cuyos once puntos definen políticas globales a seguir en el futuro y conjuntamente.


Entre los aspectos cardinales, esta declaración menciona el respaldo a las negociaciones entre gobierno y oposición en Venezuela, la defensa de las instituciones democráticas y la no intervención foránea en los asuntos internos de las naciones miembros, así como el beneplácito por el regreso de Brasil a este foro. Asimismo, se habla de la protección y respeto a los derechos humanos, la cooperación internacional, el multilateralismo y la integridad territorial.

La declaración expresa claramente el compromiso de los estados miembros con la integración regional política, económica, social y cultural y “la decisión de continuar trabajando conjuntamente en favor del desarrollo sostenible para hacer frente a la crisis sanitaria, social, económica y ambiental ocasionada por la pandemia de COVID-19, el cambio climático, el creciente riesgo de desastres naturales y la degradación de la biodiversidad del planeta, entre otros factores”.

También se menciona la necesidad de atraer financiamiento internacional y facilidades crediticias para lograr vencer los efectos de la pandemia, entre otros el endeudamiento acrecentado en que algunos países incurrieron para sobrevivir al cataclismo económico.

Asimismo, se replantea la estrategia sanitaria regional, direccionada a los sectores más vulnerables de los países miembros y se establece un enfoque equitativo en la lucha global contra la producción y comercio de las drogas ilícitas.
Sin embargo, una serie de debates, acciones y hechos ocurridos durante el foro, explican lo difícil que puede resultar un proceso serio de integración latinoamericana, dificultad que sigue latente, a pesar de haberse desplazado recientemente la balanza hacia la izquierda, más o menos moderada, en el espectro político del continente.

Para comenzar, la ausencia de jefes de estado como López Obrador (México), Daniel Ortega (Nicaragua) y Nicolas Maduro (Venezuela), trae consigo algo de sombra al panorama integracionista que se supone caracteriza a este tipo de eventos. En especial si se tiene en cuenta que Venezuela y Nicaragua fueron objeto de análisis en el foro, en tanto ambos presentan situaciones sociopolíticas complejas en este momento. Y otro tanto se podría decir de la ausencia del presidente mexicano, teniendo este país una de las economías más fuertes de la región y hallándose vinculado, comercialmente como ningún otro, a Estados Unidos.

No todo fue consenso en los debates, hubo desacuerdo en cuanto a cómo interpretar cuándo un estado es democrático. Hubo señalamientos a Venezuela, Cuba y Nicaragua, en los que se puso de manifiesto una división conceptual y, de cierto modo, ideológica acerca del manejo político de la sociedad, de los modelos de gobierno, de la democracia. El presidente Lacalle Pou, de Uruguay, dijo que había países en el grupo que no respetan los derechos humanos, en referencia a los estados miembros ya mencionados.

Resulta llamativo que, en esta ocasión, el presidente chileno Gabriel Boric, un líder proveniente de la izquierda y la militancia social activa, se hiciera eco de estas críticas. Quizás el pasado todavía fresco de la era Pinochet en su país, una etapa que tanto costó a la sociedad chilena, le impulsó a acercarse más al modelo plural y no al restrictivo, a ir más hacia la inclusión que a la exclusión.

Todo ello a pesar de compartir un objetivo común de progreso social al que, en teoría, también apuestan los gobiernos criticados. Pese al cuestionamiento de algunos modelos, incluido el cubano, los países de la CELAC rechazaron con unanimidad el embargo comercial impuesto a la isla por los Estados Unidos, calificándolo de injustificado y contraproducente, realidad que la historia se ha encargado de demostrar.

La situación de Perú

La crítica situación del Perú también fue mencionada al menos en los discursos, donde las masivas manifestaciones de miles de personas vinculadas al campesinado, más atrasado y desposeído que ningún otro en el país andino, siguen siendo reprimidas violentamente por las fuerzas del orden al mando de la presidenta Dina Boluarte, provocando más de 50 muertos. Poco se analizó la crisis de gobernabilidad generada a partir de la destitución del presidente Pedro Castillo, tras su fallido intento de cambiar la Constitución por medios poco ortodoxos y la esperada respuesta de la élite económica peruana.

Si se tiene en cuenta que esta ha sido la historia de América Latina, con sus recurrentes ciclos de violencia (como el ocurrido en Brasil hace un mes y en Colombia solo un año atrás), concluimos que el tema debía haber sido debatido un poco más. No para una crítica polarizada según las ideologías, sino para entender las causas que una y otra vez generan la violencia y la desestabilización social en la región.

Mercosur y moneda común

Por otro lado, en esta VII Cumbre de la CELAC, se generó una discusión en torno a la funcionalidad del Mercosur, sobre el cual existe un consenso positivo como vía hacia la integración económica en favor de lograr independencia y desarrollo. En ese contexto, se criticó la posición de Uruguay que trata de negociar un acuerdo de libre comercio con China de manera independiente, lo cual ha generado tensiones. Próximamente, habrá de celebrarse una reunión entre Lula y Lacalle Pou, donde quizás puedan limarse las asperezas que esta acción unilateral ha generado.

Una propuesta interesante y concreta emergió en las sesiones de trabajo del evento, cuando se debatió la idea de una posible moneda “comercial” común llamada Sur para el bloque (Argentina-Brasil-Uruguay-Paraguay), que comenzaría incluyendo a Brasil y Argentina y posteriormente incorporaría a Paraguay y Uruguay.

Este tipo de medida financiera fue ejercitada con éxito en Europa, pero se pusieron requisitos a cumplir para las economías integradas, como tener rangos de deuda que no superasen en 60 por ciento del producto bruto interno (PIB) y tasas de interés no superiores al 4 ó 5 por ciento, entre otras condiciones.

Desafortunadamente, el proyecto sería mucho más complicado en América Latina, donde las disparidades de los indicadores mencionados, así como los volúmenes comerciales, la producción, importaciones y exportaciones difieren mucho entre uno y otro país.  Lo positivo es que, a pesar de las barreras, ya se está hablando con seriedad de este proyecto.

En cuanto a la filosofía general del proceso de integración latinoamericano, resaltan en esta cumbre los señalamientos hechos por el presidente colombiano Petro y el uruguayo Lacalle Pou. El primero planteó que la politización excesiva puede ser un freno para estos foros y su efectividad, pues se sufren variaciones, reducciones y aumentos de la membresía o bien acuerdos, dependiendo de las posiciones políticas de los estados miembros. El mandatario uruguayo expresó que la organización no debiera verse como un club político, sino como una entidad dirigida a la integración económica y al beneficio colectivo, por lo que debía desideologizarse urgentemente.

En alguna medida ambos llevan algo de razón, pues la ideología política tiene un gran impacto en el funcionamiento de la economía cuando se ejerce desproporcionadamente. Tanto en los sistemas dominados por la derecha como aquellos otros donde gobierna la izquierda, el ejercicio extremo del poder termina frenando el desarrollo económico, al menos aquel que verdaderamente debe beneficiar a toda la sociedad. Se trata, por tanto, de encontrar el balance adecuado y esto aplica a la posible integración económica de la región.

Un país pequeño al frente

En medio de este complejo panorama se eligió al país que ejercerá la presidencia pro tempore de la organización durante el próximo año: San Vicente y las Granadinas. El hecho, novedoso en sí mismo, constituye un reto no solo para ese archipiélago sino para la organización en su totalidad. Un país extremadamente pequeño liderará la administración y los esfuerzos integracionistas de esta sociedad de naciones, cuyos miembros, casi todos, poseen mayor extensión geográfica.

El actual primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, es un veterano político de izquierda que lidera el Partido de la Unidad de los Trabajadores y que ha estado en el poder desde el 2001, siendo este su cuarto mandato. En su país, esta agrupación ha impulsado con éxito programas sociales en sectores como la educación y la salud, vinculándose estrechamente a Venezuela y Cuba en el marco de la política de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). En cuanto a política exterior, San Vicente y las Granadinas han sido muy activas, especialmente dentro del CARICOM (La Comunidad del Caribe y el Mercado Común - Caribbean Community and Common Market).

Recientemente, la pequeña nación fue elegida miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Es de esperarse, por tanto, que los esfuerzos de integración se incrementen durante su período de trabajo al frente del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), pero por razones históricas y geográficas el mayor impacto deberá verse en la cuenca del Caribe.

En circunstancias tan difíciles como las que atraviesa el mundo, con desabastecimiento de granos y fertilizantes, desbalance en la entrega de hidrocarburos, inflación creciente y proteccionismo a ultranza de la moneda norteamericana, es difícil prever una ecualización económica en Latinoamérica a corto plazo.

Se ha hablado en el contexto del ALCA de un acercamiento al grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y de hecho la presencia de Rusia y China en la región se ha incrementado notablemente, pero  este fenómeno ocurre puntualmente en geografías específicas y no con un verdadero concepto de integración regional.

Por su parte, Occidente con los Estados Unidos a la cabeza, mantiene una poderosa presencia en la economía de la región. En tanto México, uno de los motores del futuro desarrollo suramericano, tiene cada vez más intercambio económico y lazos comerciales con su poderoso vecino del Norte y con Canadá.

El futuro de América Latina está en la integración. Sólo equiparando los estándares socioeconómicos, sus países tendrían la fuerza necesaria para ser independientes, para lograr zafar de la dependencia del Primer Mundo, en cuanto a la adquisición de tecnología, productos de consumo e inversión de capitales frescos. Esto, al parecer, lo han comprendido los países miembros del ALCA. Sin embargo, la estandarización de la región en términos socioeconómicos no se ha trazado como una meta intermedia en este proceso. Y esta es una condición esencial para alcanzar la gran meta final. Habrá que esperar a ver si en próximas cumbres se aborda esta problemática de una vez.    


Fuentes:



contribuye   pixotronmedia
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