Hablar de religiones

Reflexiones, diálogo y comunidad
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Boletín No 137 Toronto, 24 de Febrero de 2023
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Hablar de religiones

Boletín Línea Uno 137 Informativo y cultural - Consejo de Desarrollo Hispano / Hispanic Development Council - Toronto - Canada
24 February 2023

por Alberto Juan Barrientos

Las religiones han sido siempre un fenómeno inherente a la civilización humana. Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha intentado encontrar respuesta a lo desconocido en las creencias religiosas, en la existencia de fuerzas supremas que rigen el destino y la vida o en la voluntad supra natural de entidades que trascienden el conocimiento palpable de nuestro medio.

Así vemos que en las fases finales de la comunidad primitiva, ya aparecen individuos en la tribu que interpretan los fenómenos con un enfoque religioso o divino. Desde el hechicero primario hasta los sacerdotes organizados en torno a un líder administrativo o político, la interpretación de las señales que llegaban a los hombres desde la naturaleza estuvo en manos de quienes tenían el don de ver más allá, de aquellos que entendían ese mensaje. Pronto aparecieron los dioses como responsables de todo lo que acontecía, relegando la voluntad humana a la categoría de consecuencia o acción colateral. Los humanos actuaban y tomaban decisiones, pero las deidades tenían la última palabra en el resultado de esas acciones.   

En la medida en que la sociedad se organizó, que el conocimiento para la explotación de la naturaleza se acrecentó, las élites comenzaron a utilizar y manipular las creencias religiosas a su favor. Así vemos como egipcios primero, y griegos o romanos después, justifican la ocurrencia de catástrofes con la voluntad de algún dios cuando conviene, y acometen acciones ( incluso violentas ) para supuestamente ganar el favor de estos seres supremos. Desde entonces, un segmento de la sociedad manipula las creencias de la masa a su conveniencia.

En tiempos antiguos, se asignaron responsabilidades a los diferentes dioses. Este politeísmo transcurrió durante milenios, siendo un buen ejemplo los egipcios, los griegos y los romanos. En nombre de sus dioses llevaron a cabo guerras de conquistas, y afianzaron su posición como reyes primero y emperadores después. Sin embargo, el sometimiento de poblaciones extranjeras no tenía una base religiosa totalmente definida, en tanto las naciones conquistadas muchas veces mantenían sus creencias y prácticas religiosas. La resistencia al poder por motivos religiosos, en cambio, si era reprimida y el extremismo basado en conceptos teológicos estaba ya presente. Este es el escenario sufrido por los cristianos, en los inicios del primer milenio dentro del imperio romano.

El primer choque social relevante y evidente entre concepciones religiosas, con impacto en la vida política y las estructuras de poder, ocurre en los territorios del Levante. Es en la Palestina romana donde ocurre el choque de creencias, en un territorio donde la religión autóctona imperante es el judaísmo, el cual funcionaba a nivel social perfectamente, a pesar de ser la primera concepción monoteísta en medio de los muchos dioses de Roma.

La aparición de Cristo y sus discípulos, contradiciendo a los rabinos hebreos y presentándose como el Mesías esperado, generó el primer conflicto socio-religioso occidental. Asesinatos colectivos, desterramiento, proscripción y toda clase de medidas punitivas fueron aplicadas por el poder administrativo, el rey hebreo, apoyado ideológicamente por los líderes de la religión judaica.

Todos sabemos el precio en sangre que pagaron los primeros rebeldes de esa etapa, y sus seguidores en los siguientes tres siglos. La ejecución y persecución de los cristianos en Roma atestiguan sobre la manipulación de la religión por parte de las élites.  

Con el paso de los siglos, tras la conversión del imperio romano occidental al Cristianismo, se propaga esta religión por toda Europa. Surge la Iglesia Católica como centro de poder y se imbrica con los reinados de las nuevas naciones. Y aun separándose la administración política en dos entidades diferentes, con el surgimiento del Imperio Bizantino y el nacimiento de la Iglesia Ortodoxa cristiana, la religión va a tornarse cada vez más en herramienta del poder para justificar su actuación interna y sus acciones externas, las guerras de conquista. Y va a utilizar las creencias religiosas de los ciudadanos para formar los ejércitos que llevarán adelante, en última instancia, su agenda política.

Para los inicios del segundo milenio, la tercera religión monoteísta conocida como el Islam había prendido en las sociedades del Medio Oriente y parte de Asia. Y bajo la premisa de que las Tierras Santas del cristianismo estaban en manos herejes, durante cinco siglos, los europeos devastaron la región con las Cruzadas causando numerosas matanzas.

A mediados del segundo milenio, las potencias europeas cristianas se lanzaron a la conquista del Nuevo Mundo y colonizaron las Américas, gran parte de África y Asia. En todos los casos, la religión católica sirvió de bandera para ideologizar la conquista, había que “evangelizar a los salvajes que habitaban esas regiones”. Como decían los españoles de la época, “con la cruz y con la espada” se debía ampliar el territorio imperial. En nombre del Dios cristiano se asesinaron centenas de miles de indígenas, se esclavizó y desarraigó a miles de africanos y se sometió a poblaciones enteras en Asia. También la Iglesia católica aplicó durante siglos un régimen de terror en Europa y sus colonias, utilizando los Tribunales de la Santa Inquisición, tratando de mantener la hegemonía ideológica de esta religión entre los pobladores.

Resulta interesante como, en contraposición a la intransigencia católica europea de la época, el Islam se presentaba entonces más flexible y menos impositivo dentro de los territorios conquistados. El imperio otomano de la segunda mitad del milenio, que dominó el oriente medio, parte de Europa y el norte de África, ejerció el control político-administrativo con mano de hierro, pero permitió la coexistencia interreligiosa de manera masiva siempre que potenciara el comercio y el desarrollo socio-económico. Esta filosofía de la tolerancia, como todos sabemos, cambiaría radicalmente en el siglo XX.

A pesar de ser la comunidad hebreo-judaica bastante extensa, por razones históricas sus integrantes se vieron en medio de una diáspora a lo largo y ancho de Europa que duró unos dos milenios. Sufrieron en muchas ocasiones discriminación, intolerancia y agresión, lo cual los hizo más cerrados hacia el exterior y más gregarios. El pináculo del antisemitismo, sin embargo, ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Hitler decidió exterminarlos como raza o identidad. Otra vez la pertenencia a una religión “enemiga de la sociedad”, asociada a una etnia, se utilizó como justificación para el genocidio, aun cuando sabemos que los nazis no tenían absolutamente ninguna discordia de tipo religiosa con este grupo humano. Fueron discrepancias económicas y resentimientos histórico-prácticos los motivos del odio hitleriano a los judíos, aunque se utilizó el hecho de ser filosóficamente diferentes para explicar la barbarie.

Una vez concluida esta guerra, ya vencidos el nazismo y el fascismo, el pueblo hebreo que había andado errante por milenios recibe un “premio” de manos de la comunidad internacional. La ONU decide por  mayoría de votos otorgarles un territorio en la Palestina británica, para que finalmente funden una nación moderna enmarcada por fronteras y espacio geográfico. Y surge así un diferendo étnico-religioso que dura hasta nuestros días, el conflicto árabe-israelí. Se conoce que en el fondo fueron siempre los intereses geopolíticos de las potencias mundiales, incluyendo en sus inicios a los Estados Unidos y la URSS, lo que alimentó esta guerra fratricida iniciada en 1949. Intereses locales influyeron también. Las naciones árabes, incluida la palestina, no reconocieron la resolución de la ONU y se lanzaron a la guerra contra los que consideraban ocupantes ilegítimos. Los israelíes, que en un inicio luchaban por su supervivencia como estado recién formado, poco a poco ejercitaron una política de expansión y conquista que terminó dejando a los árabes palestinos sin territorio propio. No obstante, no se puede soslayar que como raíz, en la psicología de ambos bandos, existe y se utiliza la diferencia religiosa y la supuesta incompatibilidad de creencias filosóficas. En lo externo, los segmentos radicales dentro de estos contendientes radicalizan a las nuevas generaciones utilizando sus respectivas religiones, el Islam y el Judaísmo.

A raíz del conflicto árabe-israelí, donde los Estados Unidos (y Occidente con sus variaciones según las épocas) apoyaron al estado hebreo, y la URSS a las naciones árabes, mientras la radicalización del mundo islámico en contra de la cultura occidental se incrementó.  La  injerencia creciente de los norteamericanos, con sus corporaciones y sus tropas en suelos árabes (donde el Islam prevalece) no hizo otra cosa que convertirlos en enemigos de las masas islámicas. La presencia de tropas de la OTAN en Arabia Saudita, durante la 1ra Guerra del Golfo, en 1991, originó la radicalización de un personaje nefasto dentro de la religión mahometana: Osama Ben Laden.

Antiguo aliado de los Estados Unidos en su guerra contra la ocupación rusa de Afganistán, este practicante fanático del Islam declaró una Guerra Santa a los americanos y los saudíes. A los últimos los etiquetó de traidores, sobre la base de que habían permitido “pisar tierra sagrada a los infieles” (en alusión a que la Meca y Medina, dos ciudades pilares del Islam, se encuentran en territorio saudita). Así comenzó la guerra sin cuartel de Al Qaeda contra Occidente, que culminó con el ataque en 2001 a las Torres Gemelas en Nueva York. Las subsecuentes guerras “de respuesta” desatadas por EE.UU. en Afganistán e Irak, no hicieron otra cosa que radicalizar a miles de islámicos en esos territorios, que veían como sus familiares se convertían en “daños colaterales” de los ataques militares estadounidenses.

Occidente no ha acabado de comprender que aun existiendo intereses políticos asociados al poder, incluso factores humanos básicos como el sentido elemental de venganza, hay una herramienta religiosa en manos de sus enemigos ideológicos y la van a explotar por generaciones. La caída de Kabul en 2020 es prueba fehaciente de que no podrán jamás ganar esa guerra, en tanto masas de millones de habitantes de la región practiquen una religión singular que puede radicalizar su interpretación a voluntad de los sacerdotes o imanes.

Mas recientemente, la aparición de ISIS en el Medio Oriente ha venido a ratificar el rol que la religión puede tener en la geopolítica mundial. Se trata de un grupo extremista islámico, que realiza una interpretación ultraortodoxa del Corán y la aplica de manera brutal en los territorios bajo su control. Surgió como resultado de la desestabilización ocurrida en Irak tras la guerra desatada por la ocupación norteamericana, y se extendió al Kurdistán y a Siria. Tanto ISIS como Al Qaeda han declarado una Guerra Santa contra Occidente, y son responsables de la muerte de cientos de ciudadanos europeos y americanos como resultado de acciones terroristas.

La praxis ha demostrado que la única vía para el desarrollo de una sociedad multicultural y-o multi-religiosa pacífica ( como es el caso de las naciones occidentales), es el establecimiento de un estado laico incluyente y la educación masiva de los ciudadanos basada en la tolerancia y la interacción interreligiosa. Al menos en la época moderna este ha sido el único modelo viable. Por otro lado, la democracia ha probado ser el marco ideal en términos jurídicos y políticos para la integración y la convivencia pacífica entre diferentes religiones. Esta idea queda expresada claramente en la resolución nº 1.396 del Consejo de Europa, donde se plantea que: : “La democracia proporciona el mejor marco a la libertad de conciencia, al ejercicio de la fe y el pluralismo de las religiones, evitando así derivaciones fundamentalistas; por su parte, la religión por su contribución a la producción moral, a la cohesión social y a la expresión cultural es un complemento valioso de la sociedad democrática”.

Muchas sociedades occidentales, la canadiense incluida, están compuestas por numerosos grupos étnicos y religiosos. Por lo general, la religión católica y la protestante son las prevalentes, debido al hecho de ser la primera la religión que conformó la Europa medieval , y la segunda, una derivación de ella. Asimismo, fueron las concepciones religiosas traídas por los primeros colonizadores a las Américas. Aun así, conviven millones de seres humanos practicantes del catolicismo, el islam, el judaísmo, el budismo y otras manifestaciones religiosas en armonía gracias al marco democrático inclusivo, y a la existencia de un modelo laico de estado que no prioriza a ninguna de ellas por encima de otras. No quiere decir ello que no haya contradicciones, ni que estas no constituyen un peligro en caso de cambios o de la influencia de hechos externos. En Canadá, recientemente, han ocurrido crímenes de odio por motivos religiosos de manera aislada. La sociedad debe mantenerse vigilante en este sentido, pues no es solo el estado el responsable de mantener el modelo multicultural funcionando.

El 20 de octubre de 2010, la Asamblea General de la ONU proclamó mediante la resolución A/RES/65/5  la creación de la "Semana Mundial de la Armonía Interconfesional entre todas las religiones, confesiones y creencias", a celebrarse la primera semana de febrero de cada año. En dicho documento, se afirma que “ la comprensión y el diálogo entre religiones constituyen dimensiones importantes de la cultura de paz”.  Desde entonces se celebra anualmente este evento de promoción de la concordia y el entendimiento entre diferentes religiones. Resalta el hecho de que la propuesta para establecer esta agenda celebrativa viniese del rey Abdulah de Jordania, un país árabe islámico que ha enfrentado con eficacia y valor a los extremistas de ISIS y AL Qaeda, poniendo en alto los mejores valores y la correcta interpretación del Corán. En los últimos doce años, la ONU ha utilizado muchos de sus foros y plataformas para incluir la interrelación pacífica entre religiones como tema de discusión.

A lo  largo de nuestra historia, las culturas religiosas de la civilización humana no solo han logrado coexistir sino desarrollar las sociedades, demostrando que somos más fuertes siendo diversos y respetuosos. Es tarea de todos continuar por este camino, si queremos tener un mundo mejor para las próximas generaciones.







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