Epidemia de violencia en Toronto
31 March 2023
por Alberto Juan Barrientos
Toronto,
alguna vez considerada una de las mejores urbes para vivir dentro del
llamado primer mundo, está sufriendo un declive de sus estándares
que incluye, significativamente, a la seguridad pública. Además del
conocido incremento exponencial en el costo de vida, destacándose la
renta y la alimentación, el problema de la seguridad ciudadana viene
a sumarse a los indicadores negativos que ensombrecen el futuro de
nuestra ciudad.
Según
el portal de datos del Servicio de Policía de Toronto, en 2022, hubo
un incremento del 17,2 % de la criminalidad catalogada como grave en
el GTA con respecto al año anterior. Si dividimos los crímenes por
categorías delictivas, vemos que este incremento se comportó de la
siguiente manera: 44,2% los robos de automóviles, 6,5 % entradas
ilegales a viviendas, 28,5 % de robos a personas, 11,3 % la violencia
sexual y casi un 10% los asaltos.
Por
sus características, que incluyen la finalidad de provocar daño
físico y por los resultados, que se traducen en lesiones o muerte,
son los asaltos y ataques sin motivo los delitos que más impacto
están teniendo en la comunidad.
La
lista de incidentes violentos a plena luz del día en los últimos
diez meses es abrumadora. La mayoría de los asaltos ocurrieron,
además, en estaciones del metro, paradas de autobuses o en la vía
pública, lo cual transmite una sensación de vulnerabilidad a
centenas de miles de usuarios de este sistema.
Cualquier
persona, hombre o mujer, y de cualquier rango de edad, puede sufrir
una agresión mientras espera un medio de transporte o se dirige
sencillamente a su trabajo o va de regreso a casa. Si ha tomado un
transporte en estos días notará el nerviosismo de pasajeros y la
tensión que se respira en las estaciones o paradas. Si viajar en TTC
ya tenía sus problemas por las largas esperas o caídas frecuentes
en los servicios, hoy por hoy desplazarse en transporte público se
ha transformado en una pesadilla de terror.
Aun
cuando la finalidad de este crimen difiere sustancialmente de las
acciones terroristas, siendo casi siempre estas últimas motivadas
por la radicalización de agendas ideológicas o políticas, el
efecto en la población es el mismo: la generación de un estado de
terror progresivo que, de elevarse demasiado, impacta seriamente en
el funcionamiento de la sociedad. Aunque no hemos llegado a ese
punto, obviamente, y en aras de no alcanzarlo, se deben tomar medidas
urgentes para frenar esta ola de violencia.
Según
datos revelados por la administración del TTC, ocurrieron 1068
incidentes de violencia contra usuarios del transporte público en
2022, 245 de ellos en noviembre y diciembre. En esta cifra se
incluyen ataques verbales y altercados, que no llegaron a convertirse
en casos graves. Comparando este reporte con el del año 2021, vemos
que la incidencia en ese período fue de 734 casos reportados, un 68
% de los indicadores recientes.
Desde
abril hasta el día de hoy tuvieron lugar 22 ataques físicos
violentos en este tipo de instalaciones. Una buena parte de ellos
fueron ejecutados con arma blanca, y en ocasiones la agresión fue
ejercida contra empleados del sistema de transporte.
Al
menos cuatro de las víctimas murieron como consecuencia de las
heridas recibidas, mientras muchas otras debieron recibir largos
tratamientos médicos y quedaron con secuelas. El más reciente, fue
el sonado caso de un joven estudiante del secundario, de 16 años,
que esperaba sentado un tren en la estación de Keele
a las 9:00 pm de un día sábado para volver a su casa.
Ante
la escalada de violencia, y considerando que la seguridad pública se
veía seriamente afectada, la municipalidad decidió después de que
una joven mujer de 33 años fuera asesinada en la estación de High
Park,
incrementar la presencia policial en los sistemas de transporte
público de la ciudad. En febrero, el servicio de Policía había
destinado 80 oficiales al patrullaje de estos lugares. Poco después,
en marzo, estos controles se redujeron o cancelaron.
La
pregunta que debemos hacernos es: ¿será esta la mejor respuesta al
problema? ¿No estaremos presenciado una estrategia dirigida a
enfrentar las consecuencias en vez de las causas del crimen?
Aun
sin disponer de todos los detalles acerca de las interacciones
ocurridas, puesto que el servicio de Policía solo ha difundido una
parte, existe bastante testimonio público recogido por la prensa
local.
Cuando
se analiza la dinámica de interacción entre agredidos y agresores,
emerge un patrón bien definido. Todo indica que se trata de personas
marginalizadas socialmente, con alguna evidencia de padecer problemas
mentales y muy probablemente sujetos al uso o abuso de drogas no
permitidas.
En
la narrativa testimonial, tanto de los agredidos como del público,
se puso en evidencia la conducta errática de los agresores, una
disfunción de los patrones regulares de comunicación social y
finalmente, una carencia de causas lógicas como precursoras de la
agresión. En otras palabras, estamos en presencia de personas cuya
capacidad de procesar los estímulos del medio y las señales
comunicativas de los demás, está totalmente distorsionada por el
efecto de afecciones psicológicas, ya sean de origen permanente o
temporal.
Durante
y después de la pandemia de COVID-19, como era de esperarse, se
incrementaron dramáticamente los casos de violencia asociados al
estado mental y el estrés continuado en las personas. Este fenómeno
tuvo particular impacto en los individuos que ya sufrían trastornos
de personalidad, enfermedades mentales o adicciones a sustancias. El
aislamiento, el cambio de las dinámicas de vida, la interrupción
parcial o total de servicios necesarios para estos individuos,
provocó que muchos empeoraran su estado mental y de ánimo,
derivando en frustración, ansiedad, inestabilidad emocional y
agresividad. Si sumamos a ello que la situación del alojamiento
también se vio afectada, o que los precios de renta se dispararon
recientemente y los programas de vivienda subsidiada son
insuficientes, no podía esperarse otra cosa que la inseguridad
creciente en espacios públicos y facilidades de transporte masivo.
Es
precisamente en esos lugares donde más se concentran las personas
que sufren de problemas mentales durante los meses fríos, ya que son
sus lugares de refugio “no oficiales”, ya que los espacios
previstos para la población indigente son escasos y resultan muy
inseguros y con muy poca contención a las enormes necesidades de
tratamiento de enfermedades mentales.
Es
también conocido que las fuerzas policiales, tradicionalmente, se
han entrenado para enfrentar la violencia física (la ejercida por
los delincuentes) aplicando la fuerza o los recursos tecnológicos a
su alcance (entiéndase armas de fuego, paralizantes eléctricos y de
gas, bastones o simplemente algún arte marcial enmarcado en la
defensa personal).
Y
en los casos de personas que sufren de problemas mentales o que están
bajo los efectos de sustancias, estas no son las mejores
herramientas. Por el contrario, casi siempre, los medios y técnicas
tradicionales para lidiar con el delincuente común, consciente de
sus actos, solo empeora la interacción con la persona
psicológicamente inestable. Los oficiales de Policía requieren, y
esto ha sido discutido en los niveles legislativos municipales y
provinciales, de un mejor entrenamiento y de recursos humanos capaces
de utilizar el conocimiento de la psicología en estos casos.
Se
han dado algunos pasos, como la contratación de psicólogos y
trabajadores sociales y su inserción en los equipos policiales, pero
todavía estas iniciativas no se han usado ampliamente y con un mayor
presupuesto. Tal vez sea un problema de números, o quizás se trate
de la distribución por áreas y horarios, pero esto es algo que
deberá resolver la comunidad en su conjunto con urgencia y en el
futuro inmediato. No podemos dejar este asunto como un problema
policial, de lo contrario se atenderán las consecuencias y las
desgracias, pero no la raíz del problema.
En
medio de esta crisis, no ha faltado la manipulación de los estados
de opinión pública con fines políticos. Algunos personajes de la
política municipal, y otros de la provincial, han comenzado a
relacionar la “necesidad de más oficiales de Policía”, o “mayor
financiamiento policial”, con las candidaturas a la alcaldía y las
butacas en la legislatura de Toronto. La bancada conservadora arguye
que la creciente ola de violencia es producto de la escasez de
recursos, financieros o humanos, para ejecutar un enfrentamiento
efectivo. Y acusan a la oposición de “blandos e irresponsables”,
o cuando menos displicentes ante la inseguridad que sienten muchos
usuarios del sistema de transporte público en Toronto.
Se
olvidan estos políticos de la evidencia, esa que apunta a un factor
sociológico y de salud en relación con las agresiones recientes.
Aparentemente, no han entendido que no se trata de delincuentes
comunes, ni de crimen organizado, sino de un número preocupante de
individuos que han sido abandonados por el sistema, jóvenes que
vienen de traumas familiares y sociales a lo largo de un largo tiempo
y que los sistemas correccionales han empeorado, y que viven sin
ninguna contención en la ciudad sufriendo de adicción y/o problemas
mentales severos.
Esta
es una realidad que no se puede ignorar. Hemos dejado muchos vacíos
a lo largo de la vida de estas personas, por ello que simplificar el
fenómeno, enmascarando el mismo, al analizar solo la consecuencia y
no la causa no nos servirá de mucho.
La
práctica histórica ha demostrado que la violencia en las sociedades
es siempre inversamente proporcional al grado de bienestar social. En
la medida en que una sociedad provee a sus ciudadanos de servicios
fundamentales, generando un nivel de vida y satisfacción más
elevado (y esto incluye a los últimos elementos de la escala social,
los más desamparados y desfavorecidos), menor violencia se aprecia
en general, y en los espacios públicos en particular.
La
Policía y sus servicios son necesarios para toda sociedad, pero es
la prevención a través de los servicios sociales y médicos, la
educación y la participación ciudadana lo que en última instancia
frena la violencia. Esta lección debe ser aprendida de una vez por
nuestros políticos y tomadores de decisiones públicas. Esperemos
que así sea, y pronto.
Fuentes:
- https://data.torontopolice.on.ca/pages/major-crime-indicators
- https://www.cbc.ca/news/canada/toronto/ttc-violence-rising-report-1.6758669#:~:text=Violent%20incidents%20against%20Toronto%20public,months%20of%20the%20
- https://torontosun.com/news/provincial/enoughs-enough-ford-says-more-police-needed-to-deal-with-ttc-violence
- https://www.theglobeandmail.com/canada/article-as-toronto-responds-to-rash-of-transit-attacks-ttc-and-police-offer/
- https://toronto.citynews.ca/2023/01/26/ttc-violence-timeline